El elevado calor está orillando a los europeos a tener que recurrir al aire acondicionado
La demanda en esa segunda semana de julio se incrementó 30% debido a una ola de calor que ya llevaba semanas
Durante la ola de calor en Europa del mes pasado, Floriana Peroni tuvo que cerrar su tienda de ropa de segunda mano durante una semana. Un camión de generadores rentados bloqueó su puerta mientras suministraba electricidad al vecindario del centro de Roma afectado por un apagón en medio de un incremento de las temperaturas. El principal culpable fue el aire acondicionado.
El periodo —en el que las temperaturas llegaron a 40 grados centígrados (104 grados Fahrenheit)— coincidió con un pico en el uso de electricidad que se acercó al máximo histórico de Italia, y que alcanzó una carga de más de 59 gigavatios el 19 de julio. Eso estuvo cerca de un récord de junio de 2015.
El uso intensivo de la electricidad provocó un corte en la red no sólo cerca del vecindario Campo de Fiori en el centro de la ciudad, en donde Peroni tiene su tienda, sino también en otros puntos de la capital italiana. La demanda en esa segunda semana de julio se incrementó 30% debido a una ola de calor que ya llevaba semanas, de acuerdo con la compañía de electricidad de la capital, ARETI.
Al igual que muchos habitantes de Roma, Peroni no tiene aire acondicionado en su casa ni en su tienda. En otras épocas, la capital italiana podía depender de la brisa del Mediterráneo para hacer descender las temperaturas nocturnas, pero ahora esta sólo brinda un alivio intermitente en el mejor de los casos.
“Cuando mucho, encendemos los ventiladores", señaló Peroni. "Creemos que eso es suficiente. Toleramos el calor, como siempre ha sido tolerado”.
Sin embargo, eso está empezando a cambiar en Europa.
El aire acondicionado no forma parte de la cultura europea
Pese a los reticentes como Peroni, el hecho de que las temperaturas globales estén aumentando está haciendo que en muchas partes de Europa el aire acondicionado esté dejando de ser un lujo y se esté convirtiendo en una necesidad. El continente siempre ha tenido una relación conflictiva con los sistemas de enfriamiento, los cuales suelen consumir mucha energía, y muchos los consideran una indulgencia propia de los estadounidenses.
Los europeos ven con desdén los edificios enfriados en exceso en Estados Unidos, mantenidos a una temperatura que se acerca a la de los congeladores para carnes. En ese país, ráfagas de aire frío pueden embestir a los transeúntes mientras van y vienen por las aceras de la ciudad, y puede ser necesario ponerse un suéter durante citas prolongadas en interiores incluso en pleno verano.
En contraste, los organizadores de eventos en Europa podrían ofrecer abanicos si se prevé que haga mucho calor. Los clientes están acostumbrados a sudar en las tiendas de comestibles, que muchas veces carecen de sistemas para enfriarlas, y los cines no garantizan tener aire acondicionado. Los comensales nocturnos suelen elegir mesas al aire libre para evitar los restaurantes sofocantes, pues rara vez ofrecen aire acondicionado.
Para lidiar con el calor, los establecimientos en Italia y España acostumbran cerrar varias horas después de la comida para un riposo o siesta, y la mayoría se va de vacaciones en agosto, temporada en la que muchos comercios cierran por completo con el fin de que las familias puedan disfrutar de unas vacaciones en el mar o las montañas. A los italianos en especial les gusta dejarles a los extranjeros las bochornosas ciudades de las artes, lo cual reduce la urgencia de invertir en aires acondicionados para el hogar.
A pesar de ello, la incursión del aire acondicionado en Europa se ha incrementado de 10% en 2000 a 19% el año pasado, de acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía. Eso sigue siendo muy bajo en comparación con casi el 90% en Estados Unidos. Muchos europeos se resisten debido al costo, la preocupación por el impacto ambiental e incluso la sospecha de que las corrientes de aire frío pueden tener efectos nocivos sobre la salud, como resfriados, tortícolis o algo peor.
Los sistemas de enfriamiento siguen siendo inusuales en los países nórdicos e incluso en Alemania, donde las temperaturas pueden superar los 30 ºC (más de 90 ºF) por periodos extendidos.
Pero incluso esos climas templados podrían cruzar el umbral de la incomodidad si las temperaturas aumentan por arriba de 1,5 o 2 ºC, de acuerdo con un estudio reciente efectuado por la Universidad de Cambridge. En ese supuesto, los habitantes de climas del norte como Gran Bretaña, Noruega, Finlandia y Suiza experimentarán el mayor incremento relativo de días calurosos incómodos.
Nicole Miranda, una de las autoras del estudio, dijo que sus cálculos, que implicarían superar el objetivo internacional de limitar el calentamiento en el futuro a 1,5 ºC por encima de los niveles preindustriales, son conservadores.
“No toman en cuenta los efectos de las islas urbanas”, dijo, cuando las ciudades no se pueden enfriar durante noche y las superficies se convierten en radiadores. “Desde el punto de vista científico, si todos recurrimos a la solución ideal —el aire acondicionado— vamos a meternos en otro tipo de problema, porque el aire acondicionado supone mayor consumo energético y elevadas emisiones de carbono”.
Las ciudades deberían contemplar soluciones menos intensivas, como dar sombra a los edificios e incorporar cuerpos de agua que favorezcan el enfriamiento, señaló. También abogó por una tendencia para enfriar a los individuos, en lugar de a los espacios, mediante aparatos personales como compresas con hielo en chaquetas o textiles de alta tecnología que disipen el calor corporal de forma más eficiente.
La demanda está creciendo, aunque con renuencia
En Italia, las ventas de unidades de aire acondicionado aumentaron de 865,000 al año en 2012 a 1,92 millones en 2022, sobre todo para comercios, no para uso residencial, y en el primer trimestre del año se reportó crecimiento, según Assoclima, la asociación que agrupa a las empresas del sector. La mayoría son sistemas con bomba de calor dual, que pueden calentar espacios en el invierno, y que de acuerdo con Assoclima, pueden reducir el consumo de gas en el marco del alza de precios ocasionada por la guerra en Ucrania. Ese doble uso es atractivo para los consumidores.
Francia, con una población un poco mayor, se muestra más renuente, con ventas de 1 millón de unidades al año. El aire acondicionado no era habitual en ese país hasta que una ola de calor en 2003 cobró miles de víctimas, muchas de ellas adultos mayores. Incluso así, la mayoría de las casas y los apartamentos no tienen aire acondicionado, y muchos restaurantes y otros comercios tampoco. Los establecimientos con aire acondicionado suelen promocionarse para atraer clientes durante los días calurosos.
Persiste la aversión hacia el aire acondicionado, tanto entre los conservadores franceses, que lo consideran una importación estadounidense frívola, como entre los izquierdistas del país, para los que es una irresponsabilidad hacia el medio ambiente.
Cécile de Munck y Aude Lemonsu, meteorólogos de Météo France —el servicio meteorológico nacional de Francia_, advirtieron este verano que, si la cifra de unidades de aire acondicionado se duplica en París para 2030, la temperatura de la ciudad aumentaría 2 ºC (3,6 ºF) debido al calor que emiten los sistemas de bombeo.
Pese a las preocupaciones por los costos energéticos, el aire acondicionado está conquistando rápidamente los hogares españoles, un país que tradicionalmente ha recurrido al uso de abanicos y contraventanas, un elemento muy habitual en España. Un estudio de la Universidad Ca’ Foscari proyecta que la mitad de los hogares españoles tendrá aire acondicionado para 2040, en comparación con sólo el 5% en 1990.
De acuerdo con un estudio que realizó la Universidad de Ottawa en Canadá, el aire acondicionado y el enfriamiento fueron cruciales para las poblaciones de edad avanzada en condiciones de calor extremo, reduciendo la tensión sobre las funciones cardiovasculares durante una ola de calor de 37 ºC (99 ºF). Pero incluso en países como Chipre, donde las olas de calor de 40 ºC se han vuelto la norma, el uso prolongado de aire acondicionado no es una alternativa asequible para muchos adultos mayores que viven con un ingreso fijo.
Muchos habitantes del país insular mediterráneo restringen su uso para los momentos más calurosos del día, y a veces se encierran en una sola habitación.
“Sin lugar a dudas, esta situación también tiene efectos significativos sobre su salud mental”, dijo Demos Antoniou, director de Cyprus Third Age Observatory, un grupo defensor de los derechos de los adultos mayores. “El temor predominante es que el no utilizar el aire acondicionado pudiese derivar en un infarto”.
A sus 83 años, Angeliki Vassiliou piensa tanto en su recibo de la luz como en las futuras generaciones antes de apretar el botón de encendido.
“No tiene sentido desperdiciar energía. El desperdicio es injusto", manifestó. "El desperdicio de cualquier recurso está mal, porque, ¿qué le pasaría a nuestro planeta a consecuencia de todo este desperdicio?”