Ser mujer es una desventaja en la política
Esta semana Margarita Cedeño anunció su intención de postularse como candidata presidencial por el Partido de la Liberación Dominicana y fruto de ese anuncio hemos asistido a un espectáculo impropio de una sociedad del siglo XXI. Los cargos y responsabilidades que ha desempeñado en el Estado le han permitido posicionarse como una de las mujeres con mayor potencial electoral. Independientemente de las simpatías políticas que profesemos, hay que aceptar que Margarita Cedeño es la mujer que tiene más posibilidades de convertirse en la primera presidenta de República Dominicana.
Inició ejerciendo como asesora legal del presidente de la República con rango de subsecretaria de Estado, para ser luego primera dama del 2004 al 2012, vicepresidenta de la República entre el 2012 y 2020, candidata a la vicepresidencia por tercera ocasión en las elecciones del 2020 y actualmente es diputada del Parlacen, en su calidad de ex vicepresidenta. Ocupa plaza en el Comité Político del Partido de la Liberación Dominicana habiendo sido la cuarta más votada, del total de 45 miembros que tiene ese organismo.
Tiene una extensa formación universitaria, doctora en Derecho cum laude, maestría magna cum laude en Derecho Empresarial y Legislación Económica, máster en Ciencia Política para el Desarrollo, realizó diferentes estudios en las universidades de Georgetown, Harvard y Ginebra. Se ha ganado reconocimientos internacionales, entre ellos, embajadora extraordinaria de la FAO, ha formado parte del Consejo de Mujeres Líderes de la Iniciativa Mundial de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Trata de Personas y es doctora Honoris Causa en Ciencias Sociales del Centro Universitario de Brasilia-UNICEUB.
En su trayectoria política, volcada en los sectores vulnerables del país, ha puesto a prueba sobradamente sus capacidades y valía para la gestión, reconocida con valoraciones positivas por la población en las encuestas. Por cierto, documentándome sobre la formación de Margarita, la imagen que me venía a la mente era la oratoria de cierto senador de cuyo nombre no quiero acordarme.
Contrario a lo que pasó, el anuncio de Margarita no debió sorprender a nadie puesto que en anteriores convocatorias electorales ella había manifestado su interés, enviando mensajes más o menos directos, dependiendo de la coyuntura del momento, sobre su deseo de aspirar a la presidencia de la República. Acuérdense cuando en 2019 planteó aquello de que había “una tercera vía que sería ganar ganar”.
Su determinación para hacer realidad su deseo de cara al 2024 ha causado tal revuelo que motivó la declaración de la JCE advirtiendo de la prohibición de celebrar actos proselitistas, cuando en la realidad ninguno de los que tienen intención de aspirar están haciendo proselitismo, todos andan inmersos en actos partidarios internos, tanto en el PLD como en LFP. Lo que ocurrió hasta provocar la decisión de la JCE fue una campaña en redes de comentarios despectivos hacia la persona de Margarita Cedeño, despreciando su liderazgo, su experiencia y su capacidad.
Ha sido objeto de juicios populares, exigiéndole una supuesta lealtad familiar a su pareja que decidió tomar un camino distinto, cuando en realidad lo que le piden es la sumisión incondicional, porque durante años fue señalada por más de uno como sustituta de su esposo. Esta semana se ha comprobado que en realidad la visualizaban para darle continuidad, como una prolongación de él, porque cuando ha mostrado su independencia, autonomía y propósito de aspiración personal ha sido injustamente atacada.
Tiene experiencia de Estado, es dirigente de su partido, goza de la simpatía de los dominicanos... ¿Qué más avales necesita? ¿Acaso debe tener una pareja que la lleve del brazo y la entregue al poder cual novia al altar?
Lo más triste es que la sociedad ha sido testigo de esos ataques y muy pocos han reaccionado. Deberíamos avergonzarnos, especialmente las mujeres que en nuestro día a día mostramos sobrado valor para afrontar la vida en igualdad de condiciones a los hombres, a pesar de que nuestras barreras siempre son más altas.
El desafío es hacer frente con valentía y salir airosa de los comentarios y cuestionamientos vertidos por algunos ciudadanos y ciudadanas, por adversarios políticos, pero también por líderes mediáticos influenciadores en la opinión pública. Comentarios que obedecen a viejos clichés y estereotipos masculinos. Debo recordar que en las elecciones congresuales y municipales se extiende la visión de que la mujer en política sólo puede ser subordinada de alguna figura masculina familiar, esposa, hija o hermana del hombre al que le deben la postulación. El reto es lidiar con estos estereotipos que buscan menospreciar y menoscabar la capacidad, las ideas y la imagen de las mujeres en política. Ya es la hora.
Antes de Margarita, Milagros Ortiz Bosch fue la primera mujer electa vicepresidenta de la República. El país ha tenido otras dos candidaturas presidenciales femeninas, Minou Tavárez Mirabal y Soraya Aquino, aunque con escaso éxito electoral, todas ellas rompiendo barreras y siendo modelos para motivar a otras mujeres, porque como dijo Minou en una ocasión “Si hay un absurdo que la humanidad se ha permitido es haber prescindido del aporte que podemos dar las mujeres”. Cada mujer que da un paso al frente es una oportunidad para inspirar a otras mujeres y abrir espacios en la política dominada por liderazgos masculinos.
La participación política de las mujeres es un eje prioritario para el fortalecimiento de las democracias, la legislación electoral dominicana recoge un sistema de cuota de candidaturas femeninas para fomentar la igualdad de oportunidades en política y el acceso de las mujeres a puestos electivos. En 1997 la cuota era de un 25%, en 2002 pasó a un 33% y en 2019 se dio paso a una cuota de género de no menos de un 40% ni más de un 60% de mujeres y hombres, lo que se denomina rango de paridad. Fruto de las elecciones municipales, congresuales y presidenciales de 2020, el 36% de los cargos electivos los ostentan mujeres, frente al 64% que son hombres. A pesar de los pasos dados sobre la representación de la mujer, el país todavía vota en masculino.
Algo que sí se ha conseguido en el mundo empresarial y en el universitario, y no en la política. Porque hay que decirlo en alto y muchas veces, en el sector de la alta dirección y en las universidades, las mujeres son mayoría. Según la Organización Internacional del Trabajo, República Dominicana está en la primera posición de países con puestos directivos y gerenciales ocupados por mujeres, con un porcentaje del 50.5%. El 64% de los alumnos matriculados en las universidades dominicanas son mujeres. Quiere esto decir que las mujeres están formándose más que los hombres para dar un salto social y laboral que mejore sus vidas. La socióloga Alicia Itatí Palermo dice que “Un mayor nivel de instrucción modifica el comportamiento de las mujeres tanto en el ámbito familiar como en el profesional”. La educación universitaria es el germen del verdadero cambio y las mujeres dominicanas están en eso. ¿Estamos listos?
Mayjo Gutiérrez
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Directora General de Sigma Dos República Dominicana
Directora en República Dominicana de la Asociación Latinoamericana de Consultores Políticos (ALACOP)