Reshoring vs nearshoring: Estados Unidos y sus socios comerciales
Un mes y cuatro días después de tomar posesión, el presidente Joe Biden emitió una Orden Ejecutiva sobre las cadenas de suministros de la economía estadounidense. La motivación principal de dicha medida presidencial fue –sigue siendo- la necesidad de contar con cadenas de suministros seguras, diversas y fuertes para superar las debilidades y vulnerabilidades que presentan las cadenas existentes como resultado de posibles ataques terroristas, pandemias, amenazas biológicas, fenómenos naturales extremos, así como la competencia económica y geopolítica, entre otros factores, que afectan la capacidad manufacturera y la disponibilidad de bienes, productos y servicios para la economía y la población de Estados Unidos.
Por medio de esa orden, el presidente Biden instruyó a diversas agencias gubernamentales, del más alto nivel, a que generen informes que identifiquen los problemas y riesgos, al tiempo que hagan recomendaciones de cómo fortalecer las cadenas de suministros en múltiples áreas, tales como manufactura y comercio, energía, defensa, transporte, productos farmacéuticos y de salud en general, agricultura, entre otros sectores. Estos son solo algunos ejemplos de lo que contiene la ambiciosa agenda de trabajo de dicha orden ejecutiva que prácticamente pone al gobierno federal entero a trabajar con miras a producir un cambio de gran impacto en las bases del desarrollo económico de Estados Unidos con una mirada de largo plazo.
La Orden Ejecutiva ordena a diferentes instancias del Gobierno Federal que presenten propuestas de cómo establecer o restablecer cadenas de suministros domésticas sostenibles, lo que implica una política de atraer hacia el territorio norteamericano (reshoring) capacidades productivas y de suministros que se encuentran situadas fuera de Estados Unidos, en muchos casos en países lejanos y no necesariamente amigos o socios. Lo que busca la Administración Biden es depender cada vez menos de fuentes externas para recibir los bienes y productos que permiten mantener en movimiento la base económica norteamericana.
En esta iniciativa del presidente Biden hay ecos del nacionalismo económico del presidente Donald Trump, aunque la agenda de Biden es mucho más sofisticada y mejor concebida pues está llamada a contar con fuertes recursos del Gobierno Federal para implementar cambios internos, especialmente en la infraestructura crítica que ha quedado tan rezagada en Estados Unidos cuando se le compara con algunos países asiáticos y europeos. A diferencia de Trump, Biden no parece entrar en el juego de “romper brazos” a empresas norteamericanas para que regresen a Estados Unidos, sino que plantea una estrategia más compleja en la que el Gobierno Federal jugará un papel de primer orden en el impulso de esa agenda de reformas estructurales.
Aunque se trata de una estrategia que procura dar prioridad a Estados Unidos para restablecer y desarrollar nuevas capacidades productivas internas, esta no llega al extremo del chovinismo económico como parecía ser el caso de la Administración Trump. La Orden Ejecutiva reconoce la importancia de cooperar con países aliados y socios para identificar cadenas de suministros alternativas y complementarias a las que existan o puedan desarrollarse en el territorio norteamericano.
Si bien Biden no lo plantea de manera expresa, en el plan de acción que ha trazado hay margen para que parte de esas cadenas de suministro se desarrollen en países socios cercanos a Estados Unidos (nearshoring). Los países miembros del DR-CAFTA (República Dominicana y los países de Centroamérica), Panamá, Colombia y México son los llamados a entrar en ese proceso de nearshoring, pues ya cuentan con tratados de libre comercio y con una fuerte integración con la economía estadounidense.
La República Dominicana presenta condiciones muy atractivas para ser parte activa de ese proceso. Es un país estable políticamente, con una economía pequeña pero diversa, así como con una capacidad sorprendente para reponerse ante choques externos y situaciones de crisis. Es, además, un país socio y amigo de Estados Unidos. Por supuesto, la capacidad manufacturera dominicana, especialmente en las zonas francas, está orientada a productos ligeros, pero ya algunos de los productos que se fabrican en nuestro país pueden considerarse de importancia en la cadena de suministros a la economía norteamericana. El desafío está en llevar esa capacidad productiva a otro nivel, pero eso requiere una clara estrategia de transformación productiva que tenga en perspectiva este giro que comienza a darse en Estados Unidos.
El gobierno del presidente Biden tiene una gran oportunidad de fortalecer las economías de sus países vecinos con los cuales tiene tratados de libre comercio y relaciones de cooperación en materia de seguridad y en múltiples otras áreas. Para lograr esto tiene que, mientras piensa en su propio proceso de reshoring para fortalecer internamente las cadenas de suministros que necesita su economía, impulsar también el desarrollo de las capacidades de nuestros países a través de programas de cooperación en materia de entrenamiento de la fuerza laboral, el desarrollo de capacidades productivas más sofisticadas, y la expansión de nuevas líneas de producción que complementen sectores de la economía norteamericana, entre otros factores. De esa manera se podría lograr un nuevo ciclo de fortalecimiento de las relaciones entre países vecinos y socios en un contexto de enormes desafíos para dar respuestas a las demandas de bienestar, prosperidad y seguridad de nuestra gente.