Colombia
Elegir entre los polos opuestos, Gustavo Petro y Rodolfo Hernández, es lo que le espera a Colombia, una realidad que podría llegar a República Dominicana.
Lo que ha sucedido en las elecciones presidenciales de Colombia no es menor y debería desatar las alarmas de todos los que creemos en que la democracia participativa es la mejor de las soluciones para la vida en sociedad.
Los dos extremos del espectro político colombiano han sido elegidos para pasar a la vuelta final, que escogerá al nuevo presidente colombiano, en sustitución de Iván Duque. Por un lado está el izquierdista y exguerrillero Gustavo Petro, quien fue el más votado en las elecciones del domingo, con el 40.39 %. A él le siguió el populista y extremista de derecha Rodolfo Hernández, quien alcanzó el 27.99 %.
Colombia deberá, por lo tanto, el próximo 19 de junio, escoger entre uno de los dos extremos de las ideologías políticas, sin medias tintas, pues ambos predican el extremismo de un lado y del otro, lo que viene a ser igual.
Para llegar ahí Colombia ha pasado por una historia tormentosa, en la cual el mayor ingrediente ha sido la incapacidad del aparato democrático de autoregularse y satisfacer las exigencias de la población a todos los niveles, no para los intereses de unos pocos.
A ese escenario se han sumado los algoritmos de las redes sociales, encantados con el “engagement” que provocan las políticas radicales, y la receta para el desastre se ha servido, en un país que no acaba de poner fin de una vez y por todas a la guerra civil, y tampoco ha logrado acabar con el narcotráfico.
Ese radicalismo no es exclusivo de Colombia. Ya pasó lo mismo en Estados Unidos, México, El Salvador, Costa Rica, Bolivia, Chile y Perú. República Dominicana, lastimosamente, va en esa ruta, quizás no para las próximas elecciones, pero sí para el 2028, a lo cual hay que ponerle un detente y mirarse en el espejo colombiano.
Los políticos dominicanos tienen que realinearse y asumir la transparencia y la agenda popular como norte, es lo único que les queda para evitar que uno o dos populistas se hagan con el poder y viren todo esto patas arriba, lo cual sería terrible tras décadas de logros.