Discovery
Los delincuentes dominicanos han logrado un alto nivel de sofisticación en sus operaciones.
Lo que la Operación Discovery ha destapado es un entramado escandaloso, que deja al descubierto los niveles de complejidad y profesionalismo que los delincuentes han alcanzado en la República Dominicana.
Lo peor es que esta operación se logró por el empuje del FBI, pues los ciudadanos estadounidenses eran los principales objetivos de esta red criminal, que al final cayó por su arrogancia y descuido, no porque precisamente hayan sido descubiertos o perseguidos sistemáticamente por las autoridades locales. A eso se suma la realidad de que elementos de la división policial que se supone combata estos crímenes se sumaron a los delincuentes en su proyecto, lo cual es todavía más preocupante.
La vinculación de estos centros de llamadas ilegales con esquemas de fraude no es nueva, se viene hablando desde hace años, por lo que este grupo debe ser sólo uno de los diversos esquemas que operan en el país y que deben ser perseguidos por la policía con un énfasis particular. A ellos se suman quienes tienen como objetivo al dominicano de a pie, al cual le roban sus datos, le clonan sus tarjetas y los dejan en la ruina.
Los delitos electrónicos afectan a la población de una forma terrible, pues no significan un mero atraco, en el cual le llevan a uno el celular y algunos pesos; estos delincuentes electrónicos son anónimos y con un zarpazo pueden dejar a uno sin personalidad económica.
Además, representan un severo costo en las operaciones de las instituciones bancarias, que tienen que hacer elevadas inversiones en seguridad y en seguros, las cuales acabamos pagando los consumidores.
Se hace fundamental delinear una estrategia de país para enfrentar este problema, que es sensitivo, porque requiere de medidas severas y una inversión nada barata, pero sin desconectarnos de la tendencia financiera internacional.
Mientras el gobierno y la empresa privada dan ese paso común, los ciudadanos debemos activar el maliciómetro y no dejarnos llevar por llamadas extrañas, ofertas demasiado buenas para ser verdad o comprar con nuestras tarjetas en negocios que no sean de confianza. Eso es simple de hacer y no cuesta nada, a la vez que prevenimos en lugar de lamentar.