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La verdad del cuento» : Un texto poco conocido de Gabriel García Márquez

La imaginación desbordante de Gabriel García Márquez: su estilo y legado

«En las obras de Gabriel García Márquez encontramos dos rumbos que se entrecruzan: el de un realismo cotidiano, tangible, expresado con claridad, pero habitado por la magia de su palabra poética, lleno de sucesos verosímiles, de resonancias, reconocibles desde nuestros parámetros de lo real (pero siempre impregnados de ese halo de "misterio que les confiere la poesía...» (Inés Posada Agudelo )

El principal rasgo que caracteriza el estilo literario del laureado escritor colombiano, Premio Nobel de Literatura y uno de los máximos representantes del Realismo Mágico, Gabriel García Márquez (1927 – 2014) es su imaginación desmesurada o desbordante. Con razón el «Gabo» ha sido llamado «Poeta de la imaginación». Ese despliegue imaginativo se pone de manifiesto en los cuentos y novelas que conforman su obra narrativa; pero de manera muy especial, en la novela Cien años de soledad (1967), considerada su obra maestra y la novela cumbre de la literatura del siglo XX.

Por esa razón, el más simple acontecimiento de la cotidianidad, envuelto en la magia de la fantasía, García Márquez lo recrea y transforma en una obra magistral que despierta en el lector las más conmovedoras sensaciones y sentimientos. Así se pone de manifiesto en el cuento que a continuación se transcribe, «La verdad del cuento», posiblemente uno de los textos menos conocidos del también autor de «El amor en los tiempos de cólera» (1985), «El coronel no tiene quien le escriba» (1961) y «Los funerales de la mamá grande» (1962), entre otras:

LA VERDAD DEL CUENTO

"La historia es como la cuentan, pero tiene sus variantes. Es verdad que él hizo un agujero en la pared que separaba su alcoba del cuarto de su novia. Y es verdad también que ella hizo un agujero, a su vez, en la pared que separaba su alcoba del cuarto de su novio. Pero no había más que un agujero. Un agujero común que los enamorados perforaron , no de común acuerdo, pero sí en colaboración, y sin que tampoco esta colaboración hubiera sido acordada previamente.

Así las cosas, un día amaneció un agujero en la alcoba de ella, a través del cual podría vigilarse el movimiento más insignificante que él intentara en su cuarto.

Simultáneamente - puesto que era un agujero común - igual cosa ocurrió en el cuarto del novio. Pero como él había hecho las cosas por su propia iniciativa, y ella a su vez, había procedido a perforar la pared medianera, ninguno de los dos tomó precaución alguna con respecto al otro, puesto que ambos se sentían autores de ese agujero único, indiscreto, tremendo que vulneraba la intimidad de los cuartos respectivos.

El error de quienes cuentan la historia radica en que comienzan a contarla como si él y ella fueran novios en el momento en que perforaron el agujero. Y no fue así, porque ellos no se conocían, y si lo perforaron, fue precisamente porque cada uno de ellos, por su lado, tenía interés de saber quién vivía en el cuarto vecino.

Pocas horas después de perforado el agujero, ella sabía que su vecino era un hombre joven. Y él, por su parte, sabía que su vecina era una mujer joven que procedía de la puerta para adentro con la naturalidad de quien ignora la existencia de un vecino observador. Las cosas estuvieron de esa manera durante varias semanas. Ella llegaba temprano, apagaba las luces y se acostaba en la oscuridad a esperar a que sonara la puerta de al lado, y después las pisadas y se encendiera la luz. Entonces se escurría hasta el agujero y se dedicaba a observar los movimientos de él minuciosamente hasta cuando apagaba la luz y se metía en la cama.

La diferencia consistía en que él no acostumbraba a hacer sus observaciones sino por la mañana, y ella por la noche. Así que ella conocía la manera de acostarse de él, que es lo que verdaderamente vale la pena en un hombre, y él conocía la manera de acostarse de ella, que en una mujer es lo que verdaderamente vale la pena.

Tres semanas después de perforado el agujero se conocían entre sí, mucho más que si hubieran tenido muchos años de casados ; pero se ignoraban por completo en la vida.

Y así habrían seguido las cosas si no es porque una mañana, cuando se aplicaba a hacer sus observaciones, a ella se le ocurrió saber cómo era él cuando se levantaba. Cuando aplicó el ojo al agujero, se encontró con el ojo de él, y supuso avergonzada que su vecino había descubierto la clave de todo y había tapado el agujero.

El, por su parte, en el momento en que ella acercó el ojo al agujero, supuso que era ella quien en ese preciso instante había acabado de taparlo. Sin embargo, un momento después empezaron las dudas. Y entonces fue cuando ambos salieron al corredor, se encontraron frente a frente, y sin hacer ningún comentario se dieron cuenta de que en realidad habían vivido durante varios meses en una misma pieza. Entonces hicieron lo único sensato que podría hacerse en ese caso: se casaron y tumbaron la pared"

GABRIEL GARCIA MÁRQUEZ

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El autor es profesor universitario de Lengua y Literatura dcaba5@hotmail.com