Un país en transformación: Retos y oportunidades para la República Dominicana
La República Dominicana enfrenta el desafío de transformar su crecimiento económico sostenido en bienestar inclusivo
La República Dominicana se encuentra en un momento crucial de su desarrollo. Durante las últimas décadas, el país ha sido un referente de crecimiento económico sostenido, con tasas promedio del 5.3 % anual, según datos del Banco Central. Este progreso, aunque notable, no ha sido suficiente para superar los desafíos estructurales que limitan la productividad, la equidad social y la sostenibilidad ambiental. El reto que enfrentamos es claro: convertir este crecimiento en bienestar inclusivo para todos los dominicanos.
Como afirmó el célebre economista Amartya Sen, "el desarrollo debe enfocarse en las capacidades de las personas para vivir la vida que valoran". Este enfoque nos invita a entender que los indicadores económicos, aunque importantes, solo tienen valor si se traducen en oportunidades reales para los ciudadanos. Las decisiones que tomemos hoy definirán si seremos capaces de garantizar un futuro más justo, equitativo y sostenible.
Uno de los principales retos del país es la productividad. A pesar del crecimiento económico, el índice de productividad laboral ha aumentado apenas un 1.5 % anual en la última década. Esto limita nuestra competitividad en un mercado global que exige innovación y eficiencia. Douglass North lo expresó claramente: el desarrollo no depende solo de recursos, sino de instituciones que fomenten el cambio. En este contexto, la educación debe transformarse en una herramienta clave para la movilidad social y la generación de valor.
El sistema educativo dominicano, según las pruebas PISA, enfrenta graves deficiencias en calidad. Reformar la educación no es solo una necesidad, sino una inversión estratégica. Estudios del BID indican que un incremento del 1 % en la calidad educativa podría generar hasta un 5 % de crecimiento adicional en el PIB a largo plazo. Invertir en la formación de las nuevas generaciones no solo impulsará la productividad, sino que también cerrará las brechas de desigualdad que limitan el desarrollo integral del país.
La desigualdad social es otro desafío urgente. Según la CEPAL, el 20 % más rico de la población concentra casi el 50 % del ingreso nacional, mientras que el 20 % más pobre apenas accede al 5 %. Estas brechas perpetúan la pobreza y dificultan el acceso a oportunidades. Thomas Piketty, en su análisis sobre la concentración de la riqueza, advierte que las desigualdades no resueltas son un freno para la prosperidad colectiva. En la República Dominicana, invertir en programas sociales como Familias Felices, que ha mejorado el acceso a viviendas dignas para miles de familias, no solo transforma vidas, sino que también dinamiza sectores como la construcción y los servicios.
El cambio climático representa un reto significativo para el país. La República Dominicana es uno de los países más vulnerables a desastres naturales, con un 12 % del PIB en riesgo, según el Banco Mundial. Cada huracán y sequía afecta vidas, infraestructuras y economías locales. Enfrentar este desafío requiere un enfoque estratégico en resiliencia climática, con inversiones en infraestructura sostenible que reduzcan riesgos y estimulen el crecimiento. Actualmente, el país invierte solo un 2.3 % del PIB en infraestructura, por debajo del promedio regional del 3.5 %, lo que resalta la urgencia de actuar.
La transición energética es una de las mayores oportunidades en este ámbito. Actualmente, el país depende en un 34 % de combustibles fósiles para generar electricidad. Pasar a una matriz energética basada en fuentes renovables podría ahorrar hasta $300 millones anuales en costos de importación, según la Agencia Internacional de Energía. Además, mejorar la gestión del agua, donde actualmente se pierde un 40 % debido a fugas y deficiencias, no solo garantizaría este recurso vital, sino que también impulsaría sectores como la agricultura y el turismo.
Otro motor clave del desarrollo es la innovación empresarial. Las pequeñas y medianas empresas (pymes), que generan el 50 % del empleo formal, enfrentan barreras significativas para acceder al crédito. Actualmente, solo el 17 % de estas empresas tiene financiamiento bancario, lo que limita su capacidad de crecer. Según el BID, cerrar esta brecha podría generar más de 120,000 empleos en los próximos cinco años. Fortalecer las pymes mediante financiamiento y capacitación es clave para diversificar la economía y fomentar la inclusión económica.
A pesar de estos desafíos, la República Dominicana tiene fortalezas únicas que pueden servir como base para el cambio. Contamos con una economía estable, con reservas internacionales récord de $16,000 millones, y un sistema democrático que permite construir consensos en torno a metas nacionales. Ejemplos como el Pacto Eléctrico Nacional demuestran que cuando sectores público y privado trabajan juntos, se pueden lograr avances significativos.
Ha-Joon Chang, en su libro Kicking Away the Ladder, señala que las economías exitosas saben aprovechar momentos críticos para implementar reformas estratégicas. Para la República Dominicana, este es uno de esos momentos. Según estimaciones de la CEPAL, un enfoque integrado que combine educación, infraestructura resiliente y energías limpias podría añadir un 1.8 % al crecimiento anual del PIB en la próxima década, lo que equivaldría a más de $12,000 millones adicionales.
La historia nos enseña que las grandes transformaciones no suceden por casualidad, sino por la voluntad de las personas que imaginan un futuro mejor. Hoy, como nación, tenemos la oportunidad de convertirnos en un referente regional en desarrollo sostenible e inclusivo. Pero esto requiere liderazgo visionario, un liderazgo que trascienda la política tradicional para convertirse en un agente de cambio.
Un verdadero estadista entiende que gobernar no es solo administrar recursos, sino inspirar, guiar y unir. Es quien visualiza un país transformado en 20 o 50 años y trabaja desde hoy para construirlo. La República Dominicana necesita este tipo de liderazgo, que no solo administre el presente, sino que diseñe un futuro próspero, inclusivo y sostenible. El momento de construir ese liderazgo es ahora.
La desigualdad social es otro desafío urgente. Según la CEPAL, el 20 % más rico de la población concentra casi el 50 % del ingreso nacional, mientras que el 20 % más pobre apenas accede al 5 %. Estas brechas perpetúan la pobreza y dificultan el acceso a oportunidades.