En memoria de don Hipólito Herrera Pellerano
El 9 de octubre de 2024, falleció don Hipólito Herrera Pellerano, destacado abogado y líder comunitario, cuya trayectoria abarca importantes contribuciones al ámbito jurídico y educativo en la República Dominicana
(El pasado 9 de octubre falleció don Hipólito Herrera Pellerano, a quien tuve la oportunidad de conocer. Recordé entonces unos párrafos que escribí a guisa de semblanza suya para presentarlo en el acto de colación del doctorado Honoris Causa el 13 de octubre de 2005, hace diecinueve años, por la universidad APEC, en la que entonces era vicerrector académico. Publicada en mi libro En la universidad bajo el título “Como muy pocos entre nosotros, Hipólito Herrera Pellerano”, rescato ahora un extracto y lo comparto como sentido tributo a su ilustre memoria.)
El 30 de julio de 1936, en Santo Domingo inicia su andadura vital el primogénito del matrimonio de los jóvenes Hipólito Herrera Billini y Mercedes Luisa Pellerano, a quien nombran igual que su padre.
El itinerario de sus primeros años se explica por el de su progenitor y así, mientras este ejerce como Juez Presidente de la Corte de Apelación de San Cristóbal, entre 1939 y 1943, el niño inicia sus estudios primarios en la Escuela Enedia Puello de aquella ciudad, y cuando el magistrado Herrera Billini pasa a presidir la Corte de Apelación de Santiago, su primogénito estudia, entonces, en la Escuela Ercilia Pepín hasta que su padre es trasladado nueva vez, ahora a la capital de la república, a ocupar la presidencia de la Corte de Apelación del departamento judicial más importante del país.
Puesta la familia en Santo Domingo, el niño Herrera Pellerano continúa sus estudios en la Escuela Normal y, luego, en el Colegio Dominicano de La Salle, donde se gradúa de bachiller en 1953.
Como siempre, resulta difícil adentrarse en los caminos insondables y amorfos que explican la personalidad humana, los elementos que la definen, las razones por las que, en el tránsito vital, repleto de interminables decisiones cotidianas, un hombre opta por aquello que considera lo mejor para su vida.
En su caso, sin embargo, es posible especular sobre la influencia decisiva que pudo recibir en aquellos años -los primeros, la edad definitoria de nuestro ser futuro- del ejemplo familiar y, particularmente, del paterno, lo que unido a la formación recibida y a los elementos que les eran propios, harían de la suya una personalidad trascendente.
Así, decide continuar la saga profesional del padre e ingresa en la Facultad de Derecho de la Universidad de Santo Domingo, donde obtiene, cinco años después, en 1958, el título de Doctor en Derecho, graduándose con honores Cum Laude.
Recién graduado, contrae matrimonio el día 1 de octubre de 1958 con Dinorah Vassallo Velásquez y con ella procrea cuatro hijos, quienes, a su vez, han multiplicado felizmente su buena estirpe.
En sus primeros años profesionales, desempeñó algunas funciones públicas, la mayoría en el área diplomática dentro y fuera del país, en Perú y en Washington; así como Jefe Administrativo de la Oficina Nacional de Planificación.
Sin embargo, desde el año 1966 decide una dedicación completa e intensa al ejercicio de su profesión en la oficina que, conjuntamente con los doctores Juan Manuel Pellerano y Manuel Pittaluga Nivar, había fundado en 1962, y que hoy es conocida como la Oficina de Abogados Pellerano y Herrera, una de las más importantes, prestigiosas e influyentes del país.
En ese mismo año, fue escogido miembro del Consejo de Directores de la Asociación Popular de Ahorros y Préstamos, la primera institución de ese género instalada en el país, en la que llega a ser vicepresidente.
Desde entonces, la mayor parte de su tiempo es ocupado por el ejercicio profesional, ora en la oficina privada, ora en la citada institución financiera.
Por aquellos años, a finales de 1962, asesora a un grupo de empresarios en la Cámara Oficial de Comercio e Industria para la creación de una entidad sin fines de lucro, destinada a la promoción de la educación y la cultura en el país, que se llamaría Acción Pro Educación y Cultura (APEC), incorporada en el año 1963, a la que redacta sus primeros Estatutos.
Así, pues, como muy pocos entre nosotros, él estuvo presente en el momento mismo en que se concibió APEC; y lo estuvo, más aún, tres años después, en la reunión realizada en agosto de 1965 en la que se decidió la creación del Instituto de Estudios Superiores (IES), que tiempo después sería convertido en la Universidad APEC.
Él estuvo allí y allí ha permanecido, aportando de manera generosa y desinteresada al desarrollo de APEC. Formó parte de su primer Consejo Directivo, en el que fue secretario, vicepresidente y, finalmente, presidente (1969- 1970). Fue miembro de su Comisión de Ética y cuando se creó el Consejo APEC de Pasados Presidentes formó parte del mismo, ocupando su presidencia desde el año 1999 hasta hace unos días, completando, de esa manera, el período máximo que establecen los estatutos sociales de APEC para esa posición.
Su participación social, sin embargo, no termina con lo anterior.
Ligado desde siempre a las actividades deportivas, fue electo presidente de la Liga Dominicana de Baseball Profesional (1974-75).
Y como si el tiempo le sobrara, dedica esfuerzos, también, a otras importantes instituciones sin fines de lucro del país, como la Fundación Dominicana de Cardiología y la Asociación Dominicana de Rehabilitación, de las cuales ha sido presidente y directivo, respectivamente; y, asimismo, a algunas de nuestras principales instituciones sociales, como el Club Náutico de Santo Domingo, del cual es socio fundador y ha sido directivo, y el Santo Domingo Country Club, del cual ha sido secretario, vicepresidente y presidente y, en la actualidad, presidente de su Consejo Permanente.
Humilde, mas no sumiso ni timorato -que hay quien confunde las cosas-, es suyo el testimonio de una vida austera, dedicada con rigor a cumplir sus empeños y metas personales y sociales.
Hombre de ideas y convicciones, las cuales, por cierto, sustenta y defiende con particular y característica vehemencia y firmeza, ha sido promotor y defensor de profundas y arraigadas convicciones morales.
Esposo de Dinorah; hermano de Rafael Augusto y Consuelo Isabel; padre de Hipólito Salvador, Rafael Alberto, Miguel Angel y Jacqueline María; abuelo siete veces; Hipólito Herrera Pellerano honra la dominicanidad.
Ha reunido sobradas virtudes para ser reconocido.
A sus merecimientos profesionales y ciudadanos, suma, específicamente respecto de APEC, el mérito primero, único, insuperable del fundador; pero también el mérito del que, no conforme con el esfuerzo realizado entonces, ha permanecido invariable durante cuarenta años, inalterable en el compromiso fundamental, en la presencia firme.
Es por todo ello que hoy se otorga el Doctorado Honoris Causa, al doctor Hipólito Herrera Pellerano.
Exaltamos hoy la integridad, la coherencia, la permanencia, el compromiso.
La de hoy, como a veces ocurre, es ocasión para la felicidad más sencilla e íntima, la que habla del deber cumplido segura y calladamente, la que llena más el alma de los buenos hombres, Hipólito Herrera Pellerano entre los primeros.
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