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Luis Camejo: El epigramista ignorado

(Primera parte)

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Luis Camejo: El epigramista ignorado

¿Qué es un epigrama?

 

Martín Duque y Marino Fernández Cuesta (193:31), lo definen de manera escueta como "un breve poema festivo", en tanto que Fernando Lázaro Carreter (1923 – 2004), desarrolla más el concepto al establecer que epigrama es una «Composición poética breve, en la que, con agudeza y precisión, se expresa un pensamiento festivo o satírico, de manera ingeniosa». Se trata, el epigrama de una estrofa breve cuyos versos entrañan  un contenido satírico, irónico, jocoso y mordaz, así como una verdad profunda y un sentido oculto. Versos que como saetas punzantes, por lo general hieren o producen llagas, ronchas y escozor. Como muy bien y poéticamente lo definió Juan de Iriarte  en el siglo XV111:

«A la abeja semejante,

para que cause placer,

el epigrama ha de ser

pequeño, dulce y punzante»

 

El epigrama  surgió en Grecia,  a finales del siglo V a. de C., y a partir de su nacimiento ha sido cultivado en diferentes países y  por  famosos poetas, tanto cultos como populares : Marco Valerio Marcial (Roma, 40-104), Juan de Iriarte (España, 1702 -1771), Francisco Quevedo (España, 1580-1645), Voltaire (Francia, 1664 – 1778), Alexander Pope ( Londres, 1686 – 1744), Oscar Wide (Inglaterra, 1854-1900), Federico García Lorca ( España,1899-1936), Ramón Gómez de la Serna (España, 1888 – 1963), Ernesto Cardenal (Nicaragua,1925-2020) y Camilo José Cela ( España, 1916 – 2002), entre otros

 

En nuestro país, « El cultivo del epigrama apunta el poeta Rubens Suro (1916 – 2006) - da un salto feliz de Meso Mónica a Juan Antonio Alix, y de este a Joaquín María Bobea y Luis M. Camejo. Para mi ver y observar, – amplía Suro son los más sobresalientes de todas las épocas. Guardando las distancias de tiempos y de méritos, yo me atrevería, actualizando un poco las cosas, agregar a esos nombres los de Narciso González (Narcisazo) y Tomás Casals Pastoriza (Tomasito), quienes han puesto durante varios años la nota jocosa y alegre con sus chispeantes epigramas en los periódicos donde su colaboración ha sido altamente apreciada por parte de los lectores...» (Discurso de ingreso como miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, febrero 8, 1987). Al lado de estos dos últimos nombres propuestos por Rubén Suro, considero que no debe faltar el del periodista santiaguero Huchi Lora, ingenioso versificador y verdadero continuador, hasta la fecha, de la labor epigramática llevada a cabo por Narciso González (Narcisazo) a través de la otrora y popular columna periodística «El pueblo se queja en versos»

 

Pero a pesar de los poetas citados en el párrafo anterior, nadie como el también santiaguero Luis María Camejo Aracena cultivó con igual maestría   el género del epigrama en la República Dominicana, razón por la cual ha sido considerado como el más destacado epigramista dominicano de todos los tiempos. Sus pimentosos y punzantes versos fueron reunidos en el libro "Puyas de la javilla" (1936), el único que publicó, y en cuya portada, el autor, al responder la pregunta  ¿"Quién soy"?, se autopresenta y presenta su libro de la siguiente manera:

«Un obrero reclutado,

para servir a las musas,

que a pesar de mis excusas,

me obligan a ser soldado,

soy un árbol deshojado,

un barquichuelo sin quilla,

una sembrada semilla,

 en un campo sin arar,

que solo he podido dar,

estas Puyas de la jabilla...»

 

En calidad y talento, a Luis Camejo solo Juan Antonio Alix (1833-1918), nuestro celebrado Cantor del Yaque, se le aproxima.  Pero no obstante su innegable ingenio poético, el nombre de ese insigne bardo popular siempre ha sido desconocido, casi por completo, en el ámbito literario dominicano, incluyendo la ciudad (Santiago de los Caballeros). Sobre su vida y obra es muy poco lo que afirman los textos. Y en el caso particular de sus datos personales, solo Rubén Suro, en el ya citado discurso de ingreso a la Academia Dominicana de  la Legua aporta al respecto una muy escasa información. En tal virtud, escribe Suro lo siguiente:

«No tuve la satisfacción de conocer personalmente a Luis M. Camejo. Mis primeros contactos con sus trabajos literarios fueron a través de Muchas gracias, periódico que dirigía el periodista Agustín Aybar, el Parlero de las columnas del diario La Información y El anunciador, que piloteaba el escritor Rafael Morel, todos editados en la la Ciudad del Yaque, donde aparecían con mucha frecuencia sus pimentosos epigramas, los cuales fueron recogidos en un libro, el único que publicó: Puyas de la javilla, cuyo prólogo lo editó el mismo Agustín Aybar... Fue editado en 1936...»

 

Y sobre sus datos personales, en el párrafo que sigue al anterior, Suro dice de Camejo:

 

«Su nombre completo era LUIS MARÍA CAMEJO ARACENA. A Las personas que me ayudaron, no les fue posible localizar el acta de nacimiento, únicamente el acta de bautismo, el cual se celebró el día 23 de agosto de 1874, en la entonces Iglesia Mayor de Santiago. Fueron sus padres Raymundo Camejo y María de las Mercedes Aracena. Murió en Santiago el 24 de noviembre de 1946, a los 74 años de edad, ya que nació, probablemente, según se dice y comenta, en el 1872...»

Hasta el año en que Suro pronuncia su discurso (1987), el poeta y abogado vegano entendía que por el hecho de haber pasado más de cuarenta años a partir de la muerte de Luis Camejo, el nombre de este había sido víctima de la indiferencia de los santiagueros, y caído en el plano del olvido, razón por la cual propuso en ese solemne acto de ingreso que una de las calles de la Ciudad Corazón llevara el nombre del afamado epigramista. Y concluye su propuesta recordando:

«Uno de sus más distinguidos munícipes (de Santiago, D.C.), el licenciado Aurelio Saleta Llenas, lo sugirió hace varios años, y el ayuntamiento de turno no dio la importancia que merecía, por lo que todavía el proyecto duerme el imperturbable sueño de las gavetas...»

No sé si en la actualidad alguna calle de Santiago lleva el nombre de Luis Camejo. De lo contrario, ojalá que las actuales autoridades municipales de esta demarcación   le concedan a la idea, antes y doblemente sugerida, la importancia que históricamente el ayuntamiento le ha negado, logrando así que tan justiciero proyecto despierte del «imperturbable sueño de las gavetas...»

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El autor es profesor universitario de Lengua y Literatura dcaba5@hotmail.com