De nuevo el Hospital Padre Billini
El Hospital refleja la historia de la medicina en el país y forma parte de la memoria sanitaria dominicana
Ha llegado el momento de reabrir el histórico Hospital Docente Padre Billini, ahora sometido a una intervención que se inició como un rescate de emergencia y terminó como un proceso integral de profesionales de distintas áreas de la construcción y de la conservación.
Se trata de un conjunto que se remonta al siglo XVI y ha atravesado numerosas etapas llenas de amenazas para su desaparición, entre abandonos y rescates. Al verlo hoy en su ubicación esquinera entre las calles Santomé y la Arzobispo Nouel, en la Ciudad Colonial de Santo Domingo, tendemos a imaginarlo con esa majestuosidad serena como si hubiese sido así siempre.
En sus más de cuatrocientos años ha tenido diversas morfologías, como era de esperarse, acompañado siempre de su capilla que adquirió mayor preponderancia durante el período colonial. Los orígenes de su construcción se remontan a la segunda mitad del siglo XVI, edificado con pocos recursos para destinarse a “pobres de solemnidad” y, en particular, a sacerdotes ya retirados.
Su nombre original fue Hospital de San Andrés Apóstol (ya mencionado en una bula de 1512), dependiente del Cabildo eclesiástico y con aportaciones de la Corona. Mantuvo una precariedad absoluta hasta que, en 1868, el sacerdote Francisco Xavier Billini solicitó permiso al Arzobispado para reformarlo y convertirlo en un hospital adaptado a su tiempo. En 1881, reabrió sus puertas bajo el nombre de Casa de Beneficencia, con un equipo médico dirigido por el Dr. Pedro A. Delgado hasta 1920, cuando fue rebautizado como Hospital Padre Billini y sometido a ampliaciones dirigidas por el ingeniero Osvaldo Báez Machado.
La primera parte de esta intervención culminó en 1925 y transformó su imagen tradicional en un edificio neoclásico de dos niveles, en hormigón armado, ya bajo la administración del Gobierno dominicano. Una segunda ampliación se produjo en 1941, a cargo del arquitecto Leo Pou Ricart, cuando se incorporaron dos inmuebles en el extremo sur de la fachada de la calle Santomé, que servían para Orfanato. En algún momento se le adicionó un tercer piso en la parte posterior, para alojamiento de las Hermanas Mercedarias de la Caridad, que han dado servicio al Hospital desde 1910.
A lo largo del último tercio del siglo XX sufrió modificaciones internas en la medida en que la demanda de espacios se acrecentaba. Poco a poco se fueron eliminando áreas de circulación, patios interiores, se dividieron distintos salones o se construyeron anexos arbitrarios. La originalidad de los ambientes interiores y sus dependencias todavía se mantenía en pie cuando el edificio formó parte de la película El Padrino II, filmada parcialmente en Santo Domingo, en 1974, con vistas de la escalera principal, los pasillos de la segunda planta, el corredor alrededor del patio norte y en una de las habitaciones.
Estas intervenciones sucesivas le aportaron un deterioro progresivo al inmueble, además de que su Capilla se afectó con el terremoto de 1971, lo que obligó a una urgente consolidación. Una última intervención previa a la actual se concluyó en 2012, bajo la coordinación de la antigua Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado (OISOE), en la que se hicieron modificaciones profundas en los patios, en los vanos de los pasillos y en los materiales originales, entre otros aspectos que diluyeron la lectura histórica del conjunto interior del edificio.
A mediados de 2018, se produjo un socavón en uno de los extremos del Hospital, colindante con el patio de la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, que obligó a la misma OISOE, hoy Ministerio de la Vivienda, Hábitat y Edificaciones (MIVED) a intervenirlo de emergencia y a evacuar a pacientes, personal médico y administrativo. En principio, y ante el hecho inesperado, se determinó que en el lugar del socavón pudieron haber existido tuberías de un sistema antiguo de alcantarillado público colonial que se deterioraron y vertieron agua permanente en el subsuelo. Sin embargo, las investigaciones históricas que llevamos a cabo posteriormente, confirmaron que tal alcantarillado no existió y en ese lugar estuvo uno de los pozos originales del recinto hospitalario del siglo XVI, dejado en desuso cuando el edificio se conectó al acueducto de la ciudad, ya a finales de la década de 1920.
La actuación de emergencia para evitar el colapso de esa parte del edificio conllevó la incrustación de pilotes mecánicos para apoyarlos en suelo firme, además de corregir la emanación de agua en ese punto. Además de esta labor puntual, todo el edificio fue sometido a estudios de vulnerabilidad de su estructura, los cuales determinaron la debilidad del sistema constructivo por deterioro acumulado durante años y a su incapacidad para cumplir con el código antisísmico vigente en el país.
Por tratarse de un inmueble que forma parte del patrimonio cultural del país, fue necesario incorporar una visión conservadora que acompañara el proceso de intervención y así evitar acciones contrarias a preservar su valor histórico. Por tal razón, en junio de 2021, nos sumamos al amplio equipo de profesionales que actúan en el proyecto, en donde se han logrado algunos aspectos que benefician los objetivos de la conservación. Una de las premisas establecidas fue garantizar el rescate de la memoria histórica del inmueble, que está insertada en diferentes áreas que sufrieron transformaciones en el tiempo, así como en los elementos identitarios que podían haber desaparecido en el proceso.
Uno de los puntos más conflictivos fue, tal vez, la sustitución de las columnas originales que rodean los patios con la colocación de unos cilindros de acero que engrosaron su esbeltez y deformaban la forma neoclásica del elemento, propuesta aplicada por razones estructurales. Dada la necesidad de garantizar la estabilidad de estos elementos, el equipo de conservadores propuso varias alternativas para el diseño de la solución estructural, una de las cuales fue escogida debido a que recreaba la imagen neoclásica de las columnas.
La necesidad de climatizar los pasillos para cumplir con normas sanitarias también fue motivo de propuestas variadas. La seleccionada fue la de construir un muro cortina que bordea los patios, con vidrio templado y estructuras metálicas, anclado al nuevo sistema estructural de la columnata. Esta solución permite dos cosas: mantener abiertos los patios, con el objetivo de colocar vegetación natural que aporte equilibrio visual al conjunto y respetar la imagen histórica de los corredores basado en el criterio de la reversibilidad.
Dentro de los objetivos de la intervención se incluyó la conservación de la capilla de San Andrés, adosada al Hospital, con una historia importante como edificación colonial, la cual ameritaba atención por los daños acumulados en sus componentes. Algunas grietas importantes se identificaron y se trabajó con afán para su reparación. En paralelo al rescate de la Capilla, se contó con la participación de un experimentado equipo de conservadores de bienes muebles que se concentró en restaurar el retablo del siglo XVII que cubre el altar. El resultado ha sido de gran impacto, donde se destaca el Cristo Crucificado colocado en el centro, uno de los más antiguos de la Colonia y al que siempre se le han atribuido milagros.
El acompañamiento de un arqueólogo ha sido necesario para determinar en el sitio la propia historia que encierra un edificio de más de cuatrocientos años. Dentro del equipo se contó, además, con la capacidad profesional de interioristas de larga experiencia. De la mano de ellas se logró rescatar tonalidades, ambientes, paisajismo y detalles que resaltan el carácter monumental del Hospital, cargado de una larga historia que ha sido descrita en distintas cédulas e imágenes colocadas estratégicamente en la entrada principal y en los corredores.
De alguna manera, el Hospital refleja la historia de la medicina en el país, ya que en él han ofrecido sus servicios reputados médicos y enfermeras que hoy forman parte de la memoria sanitaria dominicana. El Hospital Docente Padre Billini no solo ha sido intervenido para garantizar su seguridad y adecuación a los más avanzados requerimientos tecnológicos de la medicina del presente, sino que sirve como documento de la historia de la arquitectura dominicana y de los cambios urbanos que su presencia ha producido desde finales del siglo XVI hasta el presente.