El huevo, la piedra, el álgebra y el Diablo
A mi hermano, Prof. Basilio Caba Ramos
Caso # 1- Mostrando la típica emoción o “fiebre” natural del estudiante que ha sido promovido de nivel, hace más de cuarenta años , mi hermano Basilio, esperaba ansioso al profesor que habría de impartirle la primera asignatura en su primer día de clases en el Liceo Secundario “Domingo Faustino Sarmiento”, de la ciudad de Moca. Cuando por fin llegó, el educador saludó secamente, se autopresentó y cual ráfaga mortífera les lanzó a sus pupilos la siguiente advertencia:
«Nada se parece más al diablo que el álgebra»
Al oír esto, mi hermano tembló, bajó la cabeza y sólo cuando el “ilustre” maestro de Álgebra abandonó el aula, pudo levantarla. A partir de tan traumática experiencia, muy pocas veces se le vio asistir a esa hora de clases, talvez para no encontrarse frente a frente con la referida asignatura, considerada, por el «maestro» que la impartía, como la más fiel imagen del mismo Satanás. Y para aprobar la “diabólica” disciplina en las pruebas completivas, tuvo que apelar al pago de los servicios particulares de otro educador. Y todavía hoy, ya adulto y también veterano maestro, un fuerte escalofrío invade su cuerpo de sólo escuchar palabra Álgebra o el nombre de su antiguo preceptor.
Caso # 2 – En la universidad, el estudiante, muy convencido o seguro de sí mismo, expresaba y defendía sus criterios acerca del tema que se debatía en las clases. El profesor lo observaba atento y con una irónica sonrisa a flor de labios. Cuando aquel terminó su discurso, la bestial calificación del “maestro” no se hizo esperar:
“Lo que usted acaba de decir es un disparate, una pura mierda”
Luego de este inoportuno reproche, al inquieto alumno jamás se le oyó emitir una opinión, y mucho trabajo le cuesta actualmente expresarse en público. Negativamente, quedó marcado para toda la vida.
Caso # 3 – En otra universidad, el profesor persiste en imponer un concepto que uno de sus pupilos, con igual persistencia, demuestra documentalmente que no se corresponde con la verdad. Un tanto molesto e incapaz de apoyar sus argumento en bases científicas, el presumido “educador” prefirió apelar a la autoridad para descalificar al polémico estudiante con estas palabras:
“Bachiller, no olvide que usted es el huevo y yo la piedra…”
Caso # 4 – «Tu eres un animal», truena el impaciente “profesor”, refiriéndose al desesperado alumno que no ha podido asimilar el contenido de la lección explicada en, y quien tan pronto terminó esa angustiosa hora de clases se marchó a su casa y nunca volvió a la escuela. El “sabio maestro”, en lugar de encender, se encargó de apagar su académica ilusión.
Caso # 5 – En la universidad, un nuevo semestre comienza. Los estudiantes lucen y comentan muy entusiasmados. De repente un silencio sepulcral cunde en el ambiente. Con maletín en manos, aires de gran señor y portando gafas oscuras, alguien ha entrado al aula. Es el señor profesor de la materia. Después de ajustarse el cuello y observar ligeramente hacia el techo, afirma, sin mirar a nadie de frente:
“Quiero decirles, no para asustarlos, sino para que sepan el esfuerzo que tienen que hacer, que a mí son pocos los estudiantes que me pasan. Esta asignatura, de treinta alumnos, apenas la pasan cinco, y quienes logren eso pueden considerarse graduados. Esta materia no es para todo el mundo, sino para sabios e inteligentes. Por eso siempre he dicho que cuando de mis exámenes se trata, el 100 es del libro, el 90 mío y ustedes deben luchar por el 70”
Casos como los antes transcritos, lamentablemente, se repiten con increíble frecuencia en diferentes centros docentes de la República Dominicana, especialmente en las universidades, en las que no siempre los profesores que imparten clases cuentan con la formación pedagógica requerida para enseñar, comprender, orientar y estimular al estudiante, como debe ser la misión docente de todo buen educador. Profesores que talvez dominan muy bien el qué, pero no el cómo enseñar. Profesores carentes de vocación o que no sienten la noble labor que realizan. Profesores que frustran, en lugar de motivar; que atrasan, en vez de desarrollar; que oscurecen, en vez de iluminar.
Profesores, en fin, que lejos de desarrollar la personalidad y despertar el interés o espíritu de superación de sus alumnos, lo que hacen es, como bien lo escribió Gabriela Mistral, “deprimir o envenenar” el alma de cada uno de estos.
Notas: los testimonios que ilustran los casos antes presentados, fueron aportados, hace ya muchos años, por exestudiantes de centros docentes ubicados en la ciudad de Santiago de los Caballeros y otros pueblos del Cibao. Ojalá que tan deprimente o antiformativa situación haya mejorado o cambiado de manera radical, no solo en el Cibao, sino en todo el país.
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