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Ingenios Pioneros de Puerto Plata

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Ingenios Pioneros de Puerto Plata

Cuando en 1872 el cubano Carlos F. Loynaz instaló La Isabel, en San Marcos, Puerto Plata, se le reputó como el primer ingenio movido a vapor que funcionaba en el país. La prensa puertoplateña reseñó este hecho con justa admiración: "Hoy hemos presenciado la prueba decisiva en su ingenio 'La Isabel'. En menos de media hora la caña acabada de cortar, y desmenuzada por el trapiche, enviaba su jugo a los tachos donde hervía inundando el aire con los sabrosos vapores del guarapo; una hora después pasaba por la centrífuga, y en brillante polvo endulzaba el café de nuestro almuerzo".

Este fue, sin dudas, un evento verdaderamente revolucionario, que marcó nuestro ingreso a la era del capitalismo industrial agroexportador. A la hazaña de Loynaz siguieron otros cruzados que se aventuraron a correr el riesgo empresarial para producir bienes tropicales de exportación desde esta plataforma insular. Y así de paso hacer nuestro aporte a la economía del postre de la cual vivimos durante más de un siglo: azúcar, café, cacao y tabaco.

Puerto Plata, de acuerdo al Censo de Población de 1879, era una pujante comunidad de carácter multiétnico. Una de las más abiertas -por su condición de puerto marítimo por excelencia del Cibao que embarcaba la producción tabaquera hacia Europa- al intercambio comercial y a la recepción de inmigrantes. De unas 3,925 personas censadas en la ciudad y en sus secciones de San Marcos, Cafemba y Sabana Grande, 1,211 eran de nacionalidades distintas a la dominicana. O sea, el 31%. Si se examina minuciosamente el listado de sus habitantes, se podrá observar que otra buena parte de la población censada como dominicana estaba constituida por los descendientes directos de estos inmigrantes. Los súbditos ingleses (la mayoría de las islas británicas del Caribe) eran el 9.6%. Los cubanos, el 7.8%, seguidos por los daneses (3.4%) y puertorriqueños (1.8%). Había alemanes, americanos, franceses, italianos, españoles, holandeses, entre otros.

En este contexto surgió en 1878 en la localidad de Muñoz el ingenio Providencia, fundado por J. W. Barrad, con 600 tareas cultivadas de caña y una producción de 3,750 quintales de azúcar y 13,500 galones de mieles en 1881. Equipado con una máquina de molienda horizontal de 10 pulgadas de diámetro por 36 de golpe, operaba bajo la tecnología del "tren jamaiquino", consistente en una batería de pailas de cobre abiertas, alimentadas por un sistema de calderas integrado que eficientaba el uso del combustible (leña y bagazo seco) y la difusión del calor.

También en Muñoz funcionaba el trapiche La Rosa, con pretensiones de mecanizarse, propiedad de G. Smidt. Cosechaba 250 tareas de caña y producía 2,100 quintales de azúcar, así como 8,100 galones de melaza. Al iniciar los 90 se mantenía elaborando entre 2,000 y 2,500 quintales para el consumo de la población y "una gran cantidad de galones de melado".

En la sección de San Marcos, en las cercanías de Puerto Plata, la sociedad formada por Eduardo Hachtmann y Miguel Andrés Peralta desarrolló en 1879 el ingenio La Industria, contando en los inicios de la década del 80 con 1,500 tareas sembradas que rendían 15,000 quintales y 52,650 galones de meladura. Esta empresa utilizaba una máquina horizontal de 12 pulgadas por 3 pies de tiro, 4 tachos rotadores, un tren jamaiquino de grandes dimensiones y operaba un ferrocarril portátil. Con lo cual se evidencia la combinación híbrida de dos universos tecnológicos en la fabricación del azúcar: el de la manufactura representada por el tren jamaiquino para procesar la cocción y "dar punto" al cristalizado y el de la industria, patentizado por la presencia de la máquina de moler caña a vapor y los tachos rotadores, o sea, las centrífugas destinadas a dar acabado final al separar las mieles de los cristales.

Desde 1880, también en San Marcos, Hachtmann y Peralta, en sociedad con Gregorio Luperón, fomentaban el ingenio El Progreso. Un sugestivo nombre que marcaba la confianza en la idea del progreso capitalista, tan en moda en el pensamiento positivista finisecular. Todavía en junio de 1882 se hallaba en fase de instalación, con 1,800 tareas propias y 200 de colonato, cuyas cañas eran molidas entonces en el ingenio La Industria. Según nos refiere Juan J. Sánchez, en su obra La Caña en Santo Domingo, publicada en 1893, La Industria mutó a Las Mercedes, bajo cuyo nombre operaba entonces, ya en poder de los señores José Ginebra y Compañía. Indicando que se hallaba en buen estado de conservación y producía 12,000 quintales.

Por su lado, propiedad de F. Finke y Compañía, se había establecido en 1879 el ingenio La Luisa, ubicado en Palmar Verde, con 410 tareas en cultivo que generaron en 1881 unos 3,000 quintales de azúcar y 10,935 galones de mieles. Poseía máquina horizontal de 10 pulgadas de diámetro por 20 de golpe y un tren jamaiquino. Con este equipo se manufacturaba el tipo de azúcar conocida como mascabada, al carecer el establecimiento de línea de centrifugación.

Otras iniciativas empresariales apuntaban hacia Francisco Barranco, quien desde 1880 fomentaba La Ubaldina, con 250 tareas de caña, pequeño ingenio provisto de un trapiche provisional de hierro, conforme informe oficial fechado en junio de 1882. En los años 90, Juan J. Sánchez cita que Barranco mantenía una máquina de vapor de moler cañas "para hacer melado solamente".

En 1882 la razón social Lithgow Brothers fomentó en Puerto Plata el ingenio San Marcos, empleando una tecnología azucarera desconocida hasta entonces en el país y de limitada difusión en el mundo industrial. Patentada por el fabricante inglés Fryer, consistía en la producción de lo que se llamó azúcar concreto: una masa compacta que integraba un 60% de azúcar y un 40% de mieles. La instalación de esta factoría fue saludada con entusiasmo por los puertoplateños, quienes se admiraban de sus "edificios de hierro", su "majestuosa chimenea", su vía férrea que iba desde el ingenio al puerto y especialmente las dos locomotoras llegadas en 1883 y bautizadas con los nombres Puerto Plata y San Marcos. Al entrar en funcionamiento esta última locomotora, el 18 de agosto de 1883, de acuerdo con la apreciación de la prensa puertoplateña, "funcionó por primera vez en el país un tren de ferrocarril".

Esta ponderación es compatible en parte con el hecho de que fue a partir de 1884 que los ingenios de la provincia de Santo Domingo iniciaron la instalación del transporte ferroviario, jugando un papel destacado el ingeniero francés H. Thomasset, quien a la sazón era representante exclusivo de los "caminos de hierro Decauville", emplazándose las primeras líneas en los ingenios La Fe y Esperanza. En igual sentido, en el Este, el ingenio Cristóbal Colón puso a funcionar sus equipos ferroviarios en noviembre de 1883, acontecimiento reseñado por la prensa de la siguiente manera: "En San Pedro de Macorís silbó la locomotora en los ensayos del ferrocarril instalado en la finca (reina de todas) 'Colón' de Don Juan (Fernández) de Castro".

A vuelta del nuevo siglo XX, los cuadros oficiales reportaban otros ingenios sitos en las inmediaciones de "la Novia del Atlántico". El ingenio Cuba, propiedad de Brugal & Co., figuraba en las estadísticas de producción azucarera correspondientes a 1912, 1918-20 y 1925-28, al igual que el ingenio Amistad, fundado en Pérez al cierre del siglo XIX por los Hermanos Bentz, quienes fomentaron también el ingenio Montellano en 1918, para lo cual asumieron importantes financiamientos con el National City Bank y con firmas locales como Nacif P. Haché & Hermanos.

En el Libro Azul de 1920 la razón social Divanna, Grisolía & Co., formada por J.A. Divanna, y Carlos y Juan Grisolía -que también se dedicaba a la compra y venta de tabaco-, aparecía registrada con la propiedad del ingenio San Carlos. Mientras que ese mismo año el antiguo Mercedes, ubicado en San Marcos, se hallaba en manos de una compañía formada por Luis y Carlos Ginebra, con la participación de Carlos y Juan Grisolía.

Hoy Puerto Plata, con sus suaves lometas salpicadas de palmas y la huella de la dulce gramínea desdibujándose para dar paso al turismo de playa, parece que clama -conforme informa la prensa- por la reapertura de Montellano, el último vestigio de su pasado azucarero, tras el cierre de Amistad.

Puerto Plata, de acuerdo al Censo de Población de 1879, era una pujante comunidad de carácter multiétnico. Una de las más abiertas -por su condición de puerto marítimo por excelencia del Cibao- al intercambio comercial y a la recepción de inmigrantes.