El legado de Bernard Diederich
La historia dominicana siempre ha sido objeto de atención por escritores extranjeros. Ya sabemos que un grupo de notables novelas de temas relacionados con nuestra historia relativamente más reciente –y, en consecuencia, las que han obtenido mayor difusión- han sido escritas por autores no dominicanos. Debo de exceptuar en este grupo a la narradora de origen dominicano pero de dilatada residencia en Estados Unidos, Julia Álvarez que ha escrito varias novelas sobre temas de la historia nacional. Hago la salvedad de que esas novelas extranjeras de tema dominicano han girado fundamentalmente sobre la Era de Trujillo, la revolución de 1965, la matanza del 37 (abordada fundamentalmente por novelistas haitianos) y la presencia de haitianos, sus creencias y su “alucinante peregrinaje” en los bateyes de La Romana en una formidable novela de la cubanopuertorriqueña Mayra Montero (“Del rojo de su sombra”, Tusquets, 1992), traducida por Feltrinelli al italiano bajo el título “Da Haiti Venne Il Sangue” (“De Haití viene la sangre”, 1993). Debo agregar en este grupo al español de Tenerife, Alberto Vázquez-Figueroa quien publicó “Vendaval”, una novela basada en la guerra de abril, originalmente editada por Plaza & Janés en 1986 y en ese mismo año la editó aquí Taller. Vázquez-Figueroa, como le pasó a otros autores extranjeros que laboraron en Santo Domingo como reporteros de guerra, cubrió la gesta abrileña para el diario La Vanguardia, de Barcelona. Posteriormente, publicó otra novela titulada “Tiempo de conquistadores” sobre el periodo colonial en Santo Domingo (Círculo de lectores, 2000).
Olvidando seguramente a otros más, la bibliografía histórica dominicana tiene en puesto de honor a escritores que testimoniaron sobre su experiencia directa o basándose en investigaciones en torno a episodios específicos de nuestra historia. Desde el norteamericano de New York Sumner Welles (“La viña de Naboth”) y el puertorriqueño Víctor M. Medina Benet (“Los responsables”), ha corrido todo un importante caudal bibliográfico de obras de tema dominicano escritas por extranjeros. No dejemos a un lado al vasco Jesús de Galíndez y al lucense José Almoina que escribieron sus visiones sobre la dictadura trujillista desde sus formidables oteros vivenciales. Luego, la lista puede resultar larga: Melvin M. Knight, por ejemplo, escribió un amplio estudio sobre las causas de la intervención militar norteamericana de 1916, que el entonces rector de la Universidad de Santo Domingo, Julio Ortega Frier, consiguió reeditar en 1939; y, antes, en 1923, Otto Schoenrich publicó “Santo Domingo, un país de futuro”. Más tarde, en 1946, Albert C. Hicks dio a conocer “Sangre en las calles”, que abordó los orígenes y la realidad del momento en torno a la dictadura trujillista. Y el norteamericano Charles D. Ameringer, autor de una biografía del líder costarricense José–Pepe-Figueres, escribió una muy valiosa historia sobre “La Legión del Caribe. Patriotas, políticos y mercenarios, 1946-1950”, publicada en 1995. Habría que añadir en este grupo al historiador norteamericano Bruce J. Calder que estudió el periodo de la ocupación de Estados Unidos de 1916 a 1924 con su libro “El impacto de la intervención”, considerado el más completo en su tema, publicado aquí por Taller en 1989.
Luego, conocemos la obra del francés Lauro Capdevila (“La dictadura de Trujillo. República Dominicana, 1930-1961”); el periodista norteamericano Dan Kurzman publicó en 1966 su libro “Santo Domingo, la revuelta de los condenados”; el español Emilio de la Cruz Hermosilla (“La noche de Trujillo, relato de un magnicidio, 1980); el sociólogo cubano José A. Moreno (“El pueblo en armas. Revolución en Santo Domingo”, 1973); el politólogo norteamericano Jerome Slater (“La intervención americana. Los Estados Unidos y la revolución dominicana”, 1970); Marcel Niedergang, reportero del diario francés Le Monde (“La revolución de Santo Domingo”, 1966); Jay Mallin, periodista norteamericano de Time (“El crisol dominicano”, 1965); el historiador y político norteamericano Theodore Draper (“La revuelta de 1965. Un estudio de caso de la política estadounidense en la República Dominicana”, 1968); y, para completar esta lista con la que puede ser la publicación más reciente, la de la profesora de la universidad de California, Lauren Derby (“La seducción del dictador. Política e imaginación popular en la Era de Trujillo, 2009). Derby es autora de otro libro aún no traducido, en función de coeditora (“The Dominican Republic Reader. History. Culture. Politics, 2014). Deseo no dejar de mencionar, aunque al igual que Lauren Derby su objetivo es más de análisis cultural, aunque se trata en ambos casos de dos textos valiosos, a la argentina Nina Bruni, que dio a conocer “Letras de la Era. Imagen de Trujillo en la narrativa dominicana contemporánea” (Ediciones de Cultura, 2007).
Pero, los máximos exponentes de la historia dominicana escrita por extranjeros en torno a la Era de Trujillo, específicamente, y a los sucesos posteriores a la defenestración de la dictadura, son, sin dudas: el periodista polaco-estadounidense Tad Szulc con su “Diario de la guerra de abril de 1965”, (New York, 1965 y publicado en español bajo el título “Revolución en Santo Domingo”, Ediciones CID, 1966); Robert D. Crassweller, quien dio a conocer en 1966, en inglés, “Trujillo. The Life And Times of a Caribbean Dictator”, que aquí circuló con el título de “Trujillo, la trágica aventura del poder personal” (Ediciones Bruguera, 1968); John Bartlow Martin, quien publicó en 1966 “Overtaken By Events”, publicado aquí con el título “El destino dominicano” y el subtítulo “La crisis dominicana desde la caída de Trujillo hasta la guerra civil” (Editora de Santo Domingo, 1975); Piero Gleijeses, profesor de la Johns Hopkins, quien dio a conocer “La crisis dominicana” (FCE, 1978), editada luego en Cuba bajo otro título, “La esperanza desgarrada” (Editorial de Ciencias Sociales, 2011); y, el neozelandés Bernard Diederich, tal vez el más relevante de todos, pues escribió tres libros sobre temas dominicanos (el ajusticiamiento del tirano, los acontecimientos posdictadura y la crónica graficada desde la dictadura hasta la caída del gobierno de Bosch). Diederich se hizo famoso, cuando junto a otro periodista norteamericano Al Burt –reportero de The Miami Herald– escribió “Papa Doc y los Tonton Macoutes”, con prólogo del célebre novelista Graham Greene (el título original en inglés es “Papa Doc. The Truth About Haiti Today”). La primera edición con McGraw Hill apareció en 1969, hace poco más de cincuenta años. En República Dominicana dio a conocer este libro la Fundación Cultural Dominicana en 1986, de modo que en Santo Domingo se conoció antes que el de Papa Doc, el libro de Diederich “Trujillo, la muerte del dictador”, en 1978. El título en inglés, que luego Vargas Llosa variaría, era “Trujillo, the Death of the Goat” (“La muerte del chivo”), publicado el mismo año en que Joaquín Balaguer abandonaba a regañadientes el Poder para dar paso a Antonio Guzmán. Un segundo libro de Diederich es “Navidad con libertad. La lucha por la libertad del pueblo dominicano”, que el autor anticipa en la portadilla que son las anotaciones del cuaderno de un reportero (Colección Bibliófilos, 2010). La contribución de Diederich a la bibliografía dominicana sobre los episodios posdictadura, concluye con su formidable libro de fotografías que el periodista norteamericano tomara durante sus diversas estancias en nuestro país: en plena tiranía trujillista y posteriormente. Este libro, “Una cámara testigo de la historia. El recorrido dominicano de un cronista extranjero 1951-1966”, fue publicado en 2003 con los auspicios conjuntos de FUNGLODE y la Fundación Cultural Dominicana, introducción de Bernardo Vega y cronología y bibliografía del padre José Luis Sáez. La denuncia de las atrocidades del régimen de Francois Duvalier y la descripción pormenorizada de los aprestos conspirativos contra la dictadura de Rafael L. Trujillo y su ajusticiamiento, conforman el legado mayor de este cronista singular de nuestra historia que conoció y vivió en las dos partes de la isla, llegando a Haití por primera vez en 1949 y produciendo allí un periódico el Haití Sun, y a República Dominicana en 1951.
Bernard Diederich murió en Haití, donde residía en los últimos años, el pasado 14 de enero. Tenía 94 años de edad.