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Navidad
Navidad

A la tarde de la vida te examinarán en el amor

Para Navidad, releo a Lucas. Es el evangelista de mayor formación, a pesar de que no conoció ni vivió el tiempo de Jesús. Era médico, pintor, escritor. Pablo decía de él que “iluminaba” su existencia, por su capacidad de predicación y su conocimiento de las Sagradas Escrituras. Su evangelio es el más extenso y el de mayor dimensión literaria. Carlo María Martini lo llama “el evangelista de los evangelizadores” y se sorprende de la forma como reconstruye los principales momentos en la vida de un Jesús que no conoció y del que sólo escuchó hablar a su maestro, Pablo, y a otros de los discípulos.

El tercer evangelista es el autor también de Hechos de los Apóstoles, una de las piezas testimoniales clave en todo el proceso de formación y consolidación de la fe cristiana. Sirio o macedonio –no se ha podido determinar con precisión su lugar de nacimiento- tenía conocimiento de la lengua y el estilo griego de escritura, de ahí la precisión en los detalles, la belleza expositiva, la forma de relatar. Martini se impresiona de por qué Lucas comienza la presentación de la actividad pública de Jesús con un episodio donde muestra al Jesús “fracasado” en su labor mesiánica. Es el momento cuando Jesús entra en la sinagoga, abre el libro y lee un trozo de Isaías (“El espíritu del Señor está sobre mí...”), y cuando se sienta y todos los congregados le miran fijamente (ya tenía fama de hacer milagros y curaciones), proclama: “Hoy se cumple esta Escritura”. Pero, la gente se vuelve hostil. Lo acosan. Interrumpen su prédica. Y lo sacan de malas maneras de la sinagoga. Jesús no ha tenido éxito, no logró impactar a su auditorio y tiene que salir de prisa de allí. Sin dudas, se va derrotado. Y Lucas comienza justo ahí su evangelio, detallando esa derrota de Jesús. Pasados los años, también Pedro, Bernabé, Pablo, tuvieron que huir de algunos lugares donde predicaban. Fueron acosados. No les entendieron. Lucas escribe su evangelio para los gentiles. Conocía la experiencia de los setenta y dos que el hijo de María y José envió por el mundo entonces conocido a predicar la Buena Nueva. Tuvo tratos con la propia María, quien le habrá transmitido los pormenores del nacimiento. Estaba enterado pues de las tribulaciones y los abatimientos de esos primeros evangelizadores. Ellos son los responsables del conocimiento que posee de la vida de Jesús y el relato que construye les fue transmitido “desde el principio” por los “testigos oculares, convertidos después en ministros de la palabra”, como deja constancia en el inicio de su evangelio.

El nacimiento de Jesús y su infancia está relatado de forma brillante en Lucas. La Anunciación del ángel Gabriel, el hermoso cántico profético de Zacarías, la visita de María a su prima Isabel, todos los pasajes previos al nacimiento en Belén se describen con esplendidez literaria y espiritual (“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por esto el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios”). El encuentro entre dos madres que están llenas de la fuerza del amor del Altísimo, una que parirá al anunciador del que está por venir, la otra que lleva en su seno a ése que Juan Bautista anuncia. El primo que se ha de encargar de informar sobre la llegada del Santificador. El otro primo que no le conocerá hasta que se encuentren frente al Jordán para recibir del primero el bautismo, aunque aquel no fuese capaz ni siquiera de desatar los cordones de sus sandalias. Los primos que terminarán su vida terrena casi de forma análoga.

Y el momento del nacimiento, cuando José sube desde Galilea, de aquel pueblito de Nazareth que ni siquiera figuraba en el mapa israelí, totalmente aislado y pobre, rumbo a Judea, a la ciudad de David llamada Belén, para empadronarse conforme el decreto del césar. José era de la tribu de David y conforme la norma judía nadie debía desarraigarse del lugar de dónde procedía junto a sus antepasados, y Belén (que significa “casa del pan”) era la ciudad de todos los que se consideraban descendientes de David, y por eso José conduce a María encinta hacia su pueblo no para que naciera allí Jesús sino para cumplir con la ley romana de ser censados. Pero, allí nace el primogénito de ambos. Un término que utiliza Lucas (“...y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, por no haber sitio para ellos en el mesón”) y que ha dado lugar a suposiciones entre agnósticos y hasta en algunos cristianos de que María fue madre de otros hijos. Como bien explican los exégetas, primogénito no significa ni entre los griegos ni entre los judíos el hijo que precede a otros hermanos. Simplemente señala al primer hijo de una madre. Ni Lucas ni los demás evangelistas suscriben que María tuviese otros hijos. El cristiano ha de entender que el embarazo de María fue obra de Dios y que aquel vientre sólo estaba destinado a guarecer por nueve meses al Hijo de Dios.

“Vamos a Belén a ver esto que el Señor nos ha anunciado”. Los pastores han recibido también la noticia de los ángeles de que ha nacido el Salvador. Y “fueron con presteza y encontraron a María, a José y al Niño acostado en un pesebre, y viéndole, contaron lo que se les había dicho acerca del Niño”.

Todo lo sucedido aquella noche es el nacimiento del Amor. Belén como el Gólgota son expresiones del amor. El camino desde Nazareth hasta Belén, como la ruta desde el sanedrín romano hasta el Calvario son vías del amor. Toda la vida pública de Jesús estuvo destinada a proclamar el amor como doctrina, como materia de vida, como el justo punto donde deben encontrarse y redimirse todas las diferencias, todas las acechanzas, todos los baldones, todas las ponzoñas de la realidad humana. Joseph Brodsky, el gran poeta de la Rusia soviética, Premio Nobel de Literatura en 1987, acostumbraba escribir un poema a la Navidad cada 25 de diciembre. Alguien le preguntó una vez que por qué esa atención suya al tema de la Navidad, y Brodsky respondió: “¿Qué es la Navidad? El nacimiento de Dios-hecho-hombre. Que los humanos lo celebremos, no es menos natural que celebrar nuestro propio nacimiento”. Por eso, el Nobel ruso escribía un poema para cada Navidad, porque consideraba que era “una especie de felicitación de cumpleaños”. Para Brodsky, la Navidad era un hecho histórico, un punto de partida universal. Un tiempo en que hacemos el cómputo de la existencia en la conciencia individual. Se contraponía Brodsky a los ortodoxos rusos, los cristianos orientales. Para el cristianismo occidental la fiesta principal es la Natividad del Señor. Para los cristianos orientales es la Pascua de Resurrección. “Ahí tiene usted toda la diferencia entre Oriente y Occidente. Entre nosotros y ellos. Nosotros tenemos el pathos y las lágrimas. La idea principal de la Pascua son las lágrimas. La base de todo está en la pura alegría de la Navidad”.

Y la pura alegría de la Navidad tiene su base en el amor que crea y disemina el nacimiento del Niño-Dios. Cuando los seres se acercan, buscan encontrarse, atienden los convites de la amistad, se regalan, cantan, organizan fiestas, colocan arbolitos, las luces de colores se esparcen por las ciudades, hay deseos de salir en búsqueda de los más humildes para llevarles un presente, y en los corazones hay algo que no puede describirse con total certeza, algo que es alegría, gozo, celebración, uno debe entender que nacen y renacen por esta época los vínculos perennes del amor. Habrá tristeza en algunos hogares. En espacios familiares faltará el pan de cada día. Hay naciones donde la Navidad será un signo de esperanza en medio de las precariedades, las injusticias y el abatimiento. La fe no estará presente, en muchas casas, por la ausencia entre sus miembros del motivo central de la Navidad. Pero, siempre habrá de sentirse el triunfo del amor. “El amor es la poesía de los sentidos”, decía Balzac. Al final, cuando ya no seamos más que polvo y recuerdo, será el amor el que dictaminará nuestro nuevo rumbo. A la tarde de la vida te examinarán en el amor, escribió san Juan de la Cruz. No habrá otra salida ni otro argumento. La Navidad siempre será un punto de partida, una vía brillante con los colores que inspira y construye el amor. Celebrarla bajo esta señal ha de ser la guía que nos conduzca hacia una celebración digna de aquella noche en que los pastores celebraron maravillados; la noche de María y José que no lograban entender lo que sucedía a su alrededor; la noche del Niño que Zacarías profetizó meses antes que sería luz “que surge de lo alto, para iluminar a los que están sentados en tinieblas y sombras de muerte, para enderezar nuestros pies por el camino de la paz”.

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  • Libros

José Rafael Lantigua, escritor, con más de veinte libros publicados. Fundador de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española. De 2004 a 2012 fue ministro de Cultura.