El trabajo doméstico y la participación laboral de la mujer
Más costos, menos empleos, los riesgos de la nueva reforma laboral para el servicio doméstico
El ministro de Trabajo, Luis Miguel De Camps, anunció recientemente que la reforma laboral que prepara el gobierno mejorará las condiciones de vida del trabajador doméstico. Es un objetivo loable, pero debe alcanzarse con medidas enmarcadas en un análisis de costo-beneficio, que tenga en cuenta la realidad y las restricciones del mercado laboral dominicano.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define al trabajador doméstico, al igual que lo hace el artículo 258 del Código de Trabajo, como aquel que realiza trabajos en o para un hogar privado. Entre los servicios suministrados se encuentran, entre otros, los siguientes: limpieza de la casa, preparación de los alimentos, cuidado de miembros del hogar dependientes o vulnerables, como niños, ancianos o enfermos, lavado y planchado de la ropa. Por lo tanto, dicho trabajador se convierte en un elemento esencial de la función de producción de los bienes y servicios dentro del hogar.
La Encuesta Nacional Continua de Fuerza de Trabajo (ENCFT), levantada por el Banco Central durante el segundo trimestre de 2024, revela que un total de 252,162 personas se dedica al trabajo doméstico. De esa cantidad, el 90% es de sexo femenino. Casi un 11% de las mujeres trabajadoras del país se emplea en el servicio doméstico.
La presencia del trabajador doméstico en el hogar es muy importante, ya que libera tiempo a la mujer, quien es la que asume la mayor parte de las actividades relacionadas con la producción de bienes y servicios en el seno del hogar. Esa descarga de trabajo le permite insertarse más fácilmente en el mercado laboral. La evidencia empírica demuestra que a mayor cantidad de horas que la mujer debe dedicar al cuidado de los miembros de la familia y al suministro de bienes y servicios del hogar, menor es su participación laboral. De la misma manera, se evidencia que cuanto más elevado sea el salario de la mujer en el mercado laboral y mayor el número de miembros de su familia, mayor es la demanda de servicios domésticos.
La tasa de participación de la mujer en el mercado de trabajo es inferior a la del hombre. La citada encuesta arroja como resultado que la tasa global de la mujer es del 53.9%, mientras que la del hombre es del 78%. Esos datos sugieren que la mujer dominicana se enfrenta a restricciones que dificultan su inserción en el mercado laboral, entre las que destaca su responsabilidad en las tareas domésticas. Es obvio que la mujer que recibe ayuda dentro del hogar tiene más facilidades para incorporarse al mercado laboral y obtener un rendimiento superior de su capital humano, que el que obtendría si permaneciese en casa dedicada exclusivamente a tareas domésticas.
La Resolución CNS-11-2022 "Sobre salario mínimo para el trabajo doméstico" fechada el 24 de agosto de 2022, estableció un salario mínimo nacional para el trabajo doméstico. Además del salario monetario, ese tipo de trabajador recibe generalmente otras retribuciones de sus empleadores, como alimentación, transporte y ayudas -periódicas o puntuales- relacionadas con la educación o la salud de algún miembro de su familia.
Si las autoridades del Ministerio de Trabajo aprueban modificaciones al Código de trabajo que incrementen excesivamente el costo del servicio doméstico o que limiten la flexibilidad de horario laboral que se requiere dentro del hogar, es muy probable que muchos empleadores de clase media no puedan pagar esos servicios o consideren que la restricción de los horarios del trabajador doméstico representa un gran costo con relación al beneficio obtenido. La consecuencia inmediata sería la pérdida del empleo de aquellas personas que actualmente se ganan la vida en el trabajo doméstico.
La reducción de la ayuda en el hogar provocaría efectos dañinos muy variados. Uno de ellos recaería directamente sobre las mujeres con trabajos cualificados, algunas de las cuales tendrían que abandonar su empleo para dedicarse a las tareas del hogar. Lamentablemente, esa salida del mercado de trabajo depreciaría el capital humano de la mujer, que muchas veces es superior al del hombre, lo cual reduciría la probabilidad de que pudiera reincorporarse posteriormente al mercado de trabajo en una ocupación similar a la que tenía. La reducción de la mano de obra de la mujer o del salario que recibiría en caso de que se reintegrase al mercado laboral, impactaría negativamente sobre el producto interno bruto (PIB). En consecuencia, la disminución del ingreso promedio de las familias elevaría la incidencia de pobreza.
La ausencia de ayuda doméstica obligaría también a una redistribución de los trabajos dentro del hogar. El hombre tendría que efectuar una parte de las actividades que antes efectuaba el servicio doméstico. Asimismo, hay que tener en cuenta el impacto negativo en la natalidad, ya que algunas mujeres preferirían dedicarse al trabajo remunerado antes que a la crianza de los hijos. Solo la presencia de familiares dispuestos a echar una mano en los hogares, podría mejorar la situación de la mujer que haya tenido que prescindir de unos servicios domésticos encarecidos.
Ante una reforma laboral mal diseñada, el trabajo doméstico suplido por dominicanas se vería sustituido por mano de obra haitiana, que reside en el país mayoritariamente bajo un estatus migratorio irregular. Dicha mano de obra ofrecerá el servicio a cambio de un salario más bajo y con la flexibilidad horaria que requieren los empleadores para que la mujer, encargada de la administración del hogar, pueda permanecer en el mercado de trabajo. Si ese es el resultado final, entonces el gran perjudicado de la propuesta de modificación del Código de Trabajo será el trabajador doméstico dominicano, concentrado principalmente en la mujer.
Para minimizar el riesgo de que ocurran tales efectos negativos, es recomendable que las autoridades del Ministerio de Trabajo se asesoren de expertos en temas de economía laboral y microeconomía. Ellos detectarían y eliminarían de la propuesta de reforma laboral las medidas más distorsionadoras y perjudiciales. Las mujeres -tanto trabajadoras domésticas como sus empleadoras- y, por consiguiente, el conjunto de la población, se lo agradecerán.