Una reversa en la política exterior
Para un país como la RD lo conveniente es levantar una política exterior multilateral, de relaciones amistosas y de cooperación con todos los estados y pueblos
La primera señal la dio el presidente de la República ante la Cámara Americana de Comercio, el pasado día 12, al especificar, sin más, que a la República Popular China le estaba vedado invertir en lo que denominó “áreas estratégicas”, refiriéndose a puertos, aeropuertos y telecomunicaciones. Unos días después el secreto quedó revelado cuando el subsecretario de Estado norteamericano para el Desarrollo económico y Energía, Keith Drach, se presentó en el Palacio Nacional junto a la embajadora de EE.UU. y, luego de reunirse con el presidente anunció un nuevo acuerdo para integrarnos a la llamada “red limpia” que su país promueve en abierta confrontación comercial con China y con la empresa Huawei. Y para que no quedara duda de que se trataba de un típico acto de intervención y de sometimiento a la política exterior norteamericana, el emisario, sin respetar que se encontraba en la sede del gobierno dominicano y que RD tiene relaciones diplomáticas con China, utilizó expresiones ofensivas contra el sistema político y las instituciones propias de China, frente al silencio de nuestras autoridades.
Así, el Gobierno dominicano se ha dejado entrampar, aun más, en las redes turbulentas de la política exterior norteamericana.
No nos engañemos. La llamada Red Limpia a instalarse en el país, promovida por los EE.UU., estará bajo su control y al servicio de sus intereses hegemónicos en la región y en el mundo. La adopción de esa red en el país, a nadie le quepa duda que profundizará los mecanismos de control e intervención en los asuntos internos, limitando la libertad de elección y la soberanía digital de nuestro país.
La RD, al rechazar las inversiones chinas, contrario a lo que pudiera creer cualquier iluso, no lo hace para preservar nuestra soberanía en esas llamadas áreas estratégicas, sino todo lo contrario, sometiéndose ante los dictados de la política exterior norteamericana. Tanto es así que, con la firma de este nuevo acuerdo con la potencia del norte, sin dar mayores explicaciones, el pasado viernes 13 quedó sin efecto ni fecha la firma de varios acuerdos de cooperación técnica y económica con China que se habían anunciado, particularmente el gestionado por INDOTEL con la firma China Huawei para mejorar la conectividad del país.
El actual Gobierno parece estar decidido a capitular a un ejercicio soberano en materia de política exterior, sometiéndose por completo a la política exterior norteamericana. A la actitud asumida frente a China se agrega la declaración gratuita del jefe de Estado de trasladar la embajada dominicana de Tel Aviv a Jerusalén, ignorando varias resoluciones de las Naciones Unidas de las que el país es compromisario. También las referencias lesivas contra varios países con los que la RD tiene relaciones diplomáticas –pero con los que EE.UU tiene una dilatada confrontación— aparecidas en un artículo publicado en el cuadernillo oficial del Ministerio de Educación, que es material del plan de estudio que se imparte en las escuelas.
La verdad es que en estos cien días de gobierno estamos rompiendo récords en materia de sometimiento a los intereses hegemónicos norteamericanos.
Los Estados Unidos acusan a los demás de hacer lo que ellos como país le hacen a países como el nuestro. La mejor prueba de una política orientada a la dominación e injerencista es precisamente condicionar todo acuerdo o cooperación a que el país beneficiario se someta a las directrices e intereses de su política exterior.
La experiencia nos muestra que en su política exterior, los EE.UU., ni tienen aliados ni se guían por principios, sino que simplemente actúan en la defensa de sus intereses de Estado. Encadenar la política exterior dominicana a esta lógica limita enormemente el potencial de nuestras relaciones internacionales. Y es que hay una clara contradicción entre el discurso del gobierno dominicano de fomentar las inversiones y las exportaciones, y al mismo tiempo practicar una política exterior atada a la política exterior norteamericana que nos limita para actuar conforme a nuestros propios intereses en el escenario internacional.
Para un país como la RD lo conveniente es levantar una política exterior multilateral, de relaciones amistosas y de cooperación con todos los Estados y pueblos, sin alineamiento ni sometimiento a los intereses de ninguna potencia o superpotencia, y mucho menos, involucrarnos en las confrontaciones políticas y económicas que tenga con otros países.
Nunca como ahora es necesario reivindicar una política exterior sujeta a principios cardinales como el respeto de la soberanía, la autodeterminación, la solución pacífica de las controversias, la búsqueda de la paz y el fomento de la solidaridad y la cooperación internacionales. Y en esa misma medida rechazar el injerencismo, la intervención y el dominio de las grandes potencias en las relaciones internacionales, así como la guerra, en cualquiera de sus manifestaciones. Solo así tendremos autoridad política y moral para ganarnos el respeto de la comunidad de naciones.
Lo contrario es convertirnos en un peón que las grandes potencias moverán o sacrificarán a su conveniencia.