El resbaladizo camino hacia el desarrollo
«Un Estado fuerte es necesario para controlar la violencia, hacer cumplir las leyes, y proveer servicios públicos que son críticos para una vida en la que las gentes estén empoderadas para tomar y perseguir sus decisiones. Una sociedad con movilidad y fuerte es necesaria para controlar y domesticar a un Estado fuerte. [...] sin la vigilancia de la sociedad, las constituciones y las garantías no valen mucho más que el pedazo de papel en las que están escritas». Acemoglu y Robinson, The narrow corridor, 2019
Hace ocho años que Acemoglu y Robinson escribieron un libro extraordinario -Por qué fracasan los países- que tuvo un gran impacto en la forma que los economistas y otros profesionales de las disciplinas sociales abordaban el tema del desarrollo. En un enfoque que articulaba la interdependencia de factores políticos, históricos y económicos, los autores destacaban la importancia -en coyunturas históricas muy particulares- de definir y aplicar reglas institucionales que sean compatibles con la meta de alcanzar una sociedad próspera y desarrollada.
Más recientemente, los mismos autores han publicado su magnífico libro The narrow corridor (El corredor estrecho, 2019) que puede considerarse una especie de continuación del exitoso libro que escribieron en 2012. En este nuevo libro, Acemoglu y Robinson parten de las distintas formas que el Estado puede adquirir en su relación con la sociedad, y para ello se auxilia del concepto de Hobbes que asocia el Estado al Leviatán.
En este sentido, entienden que el Estado puede manifestarse como un Leviatán despótico, con una relación autoritaria frente a la sociedad; o como un Leviatán ausente, en una sociedad donde predominan el caos y la violencia. Ambas manifestaciones del Estado -despótico o ausente- son las más frecuentes en los países subdesarrollados. Una tercera manifestación del Estado es el Leviatán domesticado, que combina un Estado fuerte en su capacidad de cumplir y hacer cumplir la ley y una sociedad empoderada que sirve de contrapeso a los riesgos de que el Estado se haga tan fuerte que termine como un Estado autoritario. Esta es la forma de Estado que predomina en las sociedades desarrolladas.
Esa relación de poder entre el Estado y la sociedad puede ser analizada a través de lo que los autores denominan el efecto de la reina roja (The red queen effect), que «se refiere a una situación en la que tienes que mantenerte corriendo solo para mantener tu posición, como el Estado y la sociedad corriendo rápido para mantener el balance entre ellos». De manera que este balance dependerá de la velocidad relativa entre el Estado y la sociedad; mientras más rápido corre el Estado, más rápido debe correr la sociedad para mantener al Leviatán dentro de límites del control. Es como si ambos tuviesen que correr a la misma velocidad para mantenerse en el mismo lugar, o con el mismo balance de poder.
Eso es lo que ha pasado a través de la historia, según muestran los autores. Las sociedades desarrolladas han mantenido un balance entre el poder del Estado y el poder de la sociedad, lo que, a su vez, coloca a un país dentro del corredor estrecho que lleva al desarrollo. Cuando se ha dado un desbalance entre esas dos fuerzas, los países resbalan fuera del corredor o fallan en incorporarse a la ruta del desarrollo.
Entrar a ese corredor estrecho no es una tarea sencilla; especialmente, porque desde los primeros esfuerzos de apoyo a los países subdesarrollados y que se realizaron luego de la segunda guerra mundial, la visión predominante fue la de un desarrollo autocrático. Easterly en La tiranía de los expertos (2013) plantea esta idea, al considerar que los expertos del desarrollo llegaron a nuestros países con recetas técnicas que ignoraban el contexto en el que serían aplicadas. Esto es, el desarrollo se concebía como un problema exclusivamente técnico. Este enfoque separaba la realidad económica de la política, como una forma de no entrar en contradicción con regímenes políticos que limitaban la libertad de los individuos.
Por otro lado, Acemoglu y Robinson (2012) cuestionan la idea de que la prosperidad pueda ser el resultado de convencer a los políticos que apliquen las buenas ideas económicas. Y aclaran que el principal obstáculo no es la ignorancia de los políticos, sino los incentivos y restricciones que ellos enfrentan desde las instituciones políticas y económicas en sus sociedades.
En este contexto, nuestro país se ha movido por décadas fuera del estrecho corredor que lleva al desarrollo. Y hemos tenido una combinación entre el Leviatán autoritario y el Leviatán ausente, con una sociedad subdesarrollada caracterizada por altos niveles de violencia y exclusión.
De ahí la importancia que tiene la presente coyuntura social, política y económica que vive nuestro país. No solo por la crisis sanitaria; también se ha agregado un cambio político en la dirección del Estado que despierta altas expectativas en el orden institucional y económico.
La crisis, en sentido general, provee una oportunidad de redefinir positivamente la ruta de nuestra sociedad hacia el corredor estrecho del desarrollo. Esto no dependerá exclusivamente de fortalecer la capacidad del Estado para establecer la regla de la ley y hacerlo eficientemente; sino también de la capacidad para fortalecer los mecanismos de contrapeso al poder político. Y nada de esto se puede hacer sin considerar que el desarrollo descansa en el respeto de los derechos y en la creación de capacidades que permitan a los individuos vivir con dignidad.
El corredor es estrecho, pero se puede lograr...