El libro en la era digital
No obstante el libro tiene, por el momento, dos universos que cohabitan: los que disfrutan el contacto físico del papel y los que prefieren el sistema digital o los que se inclinan por los audiolibros, una modalidad que exige un poco más de atención que la lectura en el iPad o en Kindle o cualquier otro tipo de Tablet...
Hace cierto tiempo publiqué un artículo en Areíto, el suplemento literario del periódico Hoy, en donde hacía un resumen de la historia de la imprenta desde 1452 hasta la era digital. Planteaba entonces que la imprenta de Gutenberg sólo había incorporado ilustraciones y grabados al libro. La impresión en serie se enriqueció con la invención de la fotografía y la electricidad en la segunda parte del siglo XIX así como con la invención del sistema offset en la última década del siglo antepasado Este nuevo procedimiento: incorporó la fotografía y, en el siglo XX, significó una gran revolución para el libro pues también se pudo reproducir en colores. De modo que desde la aparición del sistema offset hasta la era digital, la imprenta se mantuvo estática.
La era digital ha logrado introducir la fotografía en movimiento en los periódicos. Algo impensable en los inicios del siglo XX. Al ver que los periódicos se inscribían en la era digital cohabitando con el periódico físico para los innumerables lectores que prefieren el contacto físico con las noticias y las demás secciones de los periódicos que Borges llamaba “museos de verdades efímeras”.
Hay que pensar en la invención de la electricidad y la fotografía y el teléfono que dieron origen al cine y al micrófono. Entonces se pensó que el teatro estaba condenado a desaparecer y no fue así. El teatro supo muy bien incorporar la electricidad al escenario. Los actores no tenían que elevar la voz para que el último de la fila les escuchara. Desde entonces el cine y el teatro han cohabitado con el mismo público o diferente.
De la misma manera que los periódicos se incorporaron a la era digital, el libro se ha incorporado también al mismo procedimiento electrónico. Un sistema más cómodo de transportar y menos contaminante, porque no necesita el papel como soporte.
En vista del bajo costo del e-book y de la maleabilidad del tamaño de la tipografía, de la conexión del mismo con diccionarios de lengua y enciclopedia, me plantee que el libro físico estaba destinado a desaparecer. Sin embargo no pensé que el libro tenía aún muchos recursos para saliese con la suya.
El libro a la demanda sólo necesita de una computadora con bastante memoria, porque si no tiene gráficos ni muchas imágenes en colores el ejemplar no ocupa mucha memoria. Con este nuevo procedimiento pone en peligro las librerías tradicionales e incluso las privadas. En el siglo XVI, Fernando Colón, el hijo bastardo del gran Almirante redondeador de la Tierra, poseía la biblioteca privada más grande de la Europa occidental. Dicen que a su muerte esa inmensa biblioteca se dispersó por toda Europa y desde entonces se dice que “cuando un bibliófilo muere, el cadáver sale por una puerta y los libros por otra”. Al libro virtual y a la demanda no le ocurrirá lo mismo.
Desde hace un tiempo la empresa Amazon, por ejemplo, propone a los escritores sin editor colocar su obra en línea a un costo muy bajo, como por ejemplo, 99cts; y si lo deseas impreso un poco más caro y te lo envían por correos. Pensé que este sistema era una reacción del libro para sobrevivir hasta que recibí por WhatsApp un vídeo de una librería en Sevilla, España, en donde una joven entra a la librería sin un solo libro en los escaparates, pero esto no fue óbice para que la cliente preguntara por un título. El librero le respondió que no lo tenían, pero que si se esperaba 7 u 8 minutos se lo podían imprimir. La joven esperó y, al cabo del tiempo previsto, de una máquina detrás del vendedor salió un libro con todas las características del libro tradicional: portada y contra portada ilustradas.
En los albores del siglo XXI, hay que admitirlo, la literatura no tiene el mismo valor que entre las dos guerras mundiales y a mediados del pasado siglo. En República Dominicana, por ejemplo, sólo existe un suplemento literario. Los escritores no tienen donde expresarse. Hay que admitir, sin embargo, que hoy día resulta más fácil y poco costoso diagramar y publicar su propia obra. Muy diferente a los inicios, mediados y finales del pasado siglo.
La facilidad para publicar su propia obra da un respiro al libro así como también lo podría hacer cualquier libro que esté en el catálogo de Amazon y lo quiera comprar en una librería como la que existe en Sevilla que sólo se utiliza el papel necesario y se elimina el almacenamiento inútil en las librerías. No obstante el libro tiene, por el momento, dos universos que cohabitan: los que disfrutan el contacto físico del papel y los que prefieren el sistema digital o los que se inclinan por los audiolibros, una modalidad que exige un poco más de atención que la lectura en el iPad o en Kindle o cualquier otro tipo de Tablet; pero persiste en mantenerse de pie a pesar de que cuenta con un enemigo poderoso: el medio ambiente y la contaminación que producen las imprentas durante el proceso de impresión y encuadernación del libro.
La era digital se ha llevado de encuentro los diccionarios de lengua que ya están en línea gratuitamente como el de la Real Academia Española, algunos del inglés así como el voluminoso Trésor de la lengua francesa; igualmente las enciclopedias que por pura tradición se siguen publicando. Ante semejante competencia ¿Desaparecerá el libro impreso? Quede la incógnita.