El imprescindible retorno a la presencialidad
EDUCA, Acción Empresarial por la Educación, ha valorado el esfuerzo y destacado la valentía del Gobierno dominicano y de su ministro de educación al comprometerse con la continuidad de la educación más allá de las adversidades que supone la permanencia de la COVID-19 en el territorio nacional.
Ha sido notable, y materia de distinción internacional, como en tan poco tiempo los equipos del ministerio de educación, productoras de TV nacionales, y organizaciones de la cooperación local e internacional fueron capaces de volcar en multiplataformas los contenidos esenciales para trabajar las competencias fundamentales establecidas en el currículo para cada grado y nivel, a cargo de docentes dominicanos extraordinarios cuyo talento y saber ya no se limitan a los muros de un aula. Asimismo, todos nos hemos conmovido conociendo las historias de docentes que echando mano a los recursos con los que cuentan y con ingenio hacen hasta lo imposible para que sus estudiantes aprendan. Ocurre lo mismo con las decenas de imágenes que rinden cuenta
de las ganas de aprender de las niñas y niños dominicanos a pesar de la adversidad. Creatividad y resiliencia en su máxima expresión, dos características que por sí mismas definen al pueblo dominicano.
En consecuencia, no hay duda de que la propuesta ha sido creativa, valiente, aleccionadora y, por tanto, merece todo el reconocimiento. No obstante, no se debe olvidar que la educación es un hecho social y colectivo. Aquellas propuestas relegadas únicamente al trabajo a distancia, independientemente de la tecnología que la sostenga, no solamente reduce los aprendizajes, sino también ensancha exponencialmente las desigualdades inherentes a la estructura social.
Francia, España y Uruguay, entre otros, lo han comprobado durante las etapas de confinamiento y hoy se rehúsan a cerrar las escuelas, a pesar de segundas olas más agresivas en términos de contagio. Al respecto señala Pablo Da Silveira, ministro de educación de Uruguay, “... la tecnología no elimina, sino que más bien reproduce, las inequidades sociales que existen en el mundo de lo presencial. Los alumnos que menos se conectaron e hicieron menos uso de las plataformas para compensar la suspensión de clases fueron los que, en el mundo de lo presencial, más frecuentemente abandonan los estudios, repiten u obtienen peores resultados en términos de
aprendizaje.”
Pero los riesgos de la no presencialidad van mucho más allá de limitar los aprendizajes o de ensanchar las inequidades. Las consecuencias de la pandemia sobre la economía, los efectos sobre el mercado de trabajo, la reducción de los ingresos, y el confinamiento han potenciado las vulnerabilidades de la salud mental y emocional de las familias. En los primeros 6 meses de la pandemia se han registrado en el país 3 suicidios cada 48hs, pronosticando uno de los años con mayor incidencia de esta patología social. Los riesgos de violencia en el hogar se acrecientan y los embarazos adolescentes, que ya se contabilizaban en el 20% de las adolescentes de 18 años en promedio - 1 de cada 3 en los sectores más desfavorecidos – amenaza con expandirse dramáticamente.
Para los hogares más vulnerables, y de estos en particular los monoparentales mayoritariamente con jefatura femenina, la escuela no solo es un derecho para sus hijos, es también una vital necesidad para el funcionamiento de su precario esquema familiar. El tiempo en la escuela ofrece a estas familias un entorno seguro para sus hijos y muchas veces el mejor espacio vital que conocen y al que pueden acceder.
La Covid genera riesgos. Sí. También representa un riesgo montarse en un carro y transitar por las calles y carreteras del país, y no por esta razón se propone eliminar los automóviles. Se trata de mitigar los riesgos, tomar precauciones y atenerse a protocolos basados en la evidencia científica.
EDUCA presentó al país en el mes de junio una metodología para el retorno progresivo a las aulas “Principios y lineamientos para el año escolar 2020-2021”: como insumo para la discusión. Adoptar la propuesta implica madurez política. También audacia y valentía. Las mismas que se han tenido para adoptar el “Plan Aprender en casa preservando la salud”.
Esta propuesta parte de conocer objetivamente la prevalencia de la enfermedad en el territorio. Para Harvard, en aquellas localidades en las que se registra hasta 1 contagio por cada 100 mil habitantes, es una zona segura para el desarrollo de las actividades sociales. Siempre claro está, con uso de medidas de profilaxis. Es decir, uso de mascarilla y distanciamiento social, ventilación natural de los espacios cerrados y fácil acceso para la higiene de manos y limpieza de los espacios y superficies de usos múltiples. Si a estos cuidados se adiciona la autorización expresa de los padres de familia, se cumple con la disposición constitucional de la República Dominicana que delega en los padres la responsabilidad última por la educación de sus hijos.
El uso de las tecnologías, la televisión, la radio, los cuadernillos y las nuevas metodologías del modelo aprender en casa preservando la salud, presentan las bases para una transformación del concepto de escuela y puede romper las barreras del acceso a una educación de calidad. Pero requiere del agregado de la presencialidad como elemento insustituible, vital e imprescindible para conformar una estrategia que mitigue riesgos, retenga a los estudiantes en su proceso educativo e igualmente les permita aprender. Hay mucho en juego. Nada más ni nada menos que el futuro de estas generaciones y con ellas el porvenir de la propia República Dominicana. Afortunadamente, con diciembre llega el tiempo de balance y reflexión. EDUCA aboga para que este tiempo conduzca a un retorno parcial y progresivo de la presencialidad allí donde sea posible.
En el mismo mes de enero.