El gentilicio capitaleño
Sin embargo, para evitar confusión, el genio de la lengua escogió otro, que también se refiere a los religiosos, para los naturales de la isla de Santo Domingo, De manera que los naturales de la isla comenzaron a denominarse “dominicanos”. Santo Domingo, la ciudad, había perdido su gentilicio y todos en la colonia eran dominicanos.
“Capitaleño, ña. Adj. Natural de Santo Domingo. U.t.c.s. || 2. Perteneciente o relativo a esta ciudad, capital de la República Dominicana.” Diccionario de la Academia de la Lengua Española, 2001.
Finalmente, después de siglos sin gentilicio, los naturales de la ciudad de Santo Domingo tienen uno en buena y debida forma. Sobre todo, después que los académicos de la lengua española decidieran incluir la palabra “capitaleño” como adjetivo para designar a los naturales, y a todo lo relativo a la capital dominicana, la más vieja ciudad del Nuevo Mundo.
La tardanza tiene una explicación histórica. El problema viene desde 1494, cuando Bartolomé Colón fundó la ciudad de Santo Domingo en la margen oriental del río Ozama, después por una metonimia, la parte por el todo, que bautizó a la isla Española como Santo Domingo y, finalmente, por un problema histórico que hacía inevitable la confusión entre el Santo Domingo francés (hoy Haití) y el Santo Domingo español (hoy República Dominicana).
Evitar el gentilicio correspondiente tiene fundamento, pues el adjetivo relativo a los naturales de Santo Domingo es “dominico”, pero eso creaba un problema a la lengua, pues “dominico” es lo que comúnmente designa todo lo relativo a la Orden de Santo Domingo. Sin embargo, para evitar confusión, el genio de la lengua escogió otro, que también se refiere a los religiosos, para los naturales de la isla de Santo Domingo, De manera que los naturales de la isla comenzaron a denominarse “dominicanos”. Santo Domingo, la ciudad, había perdido su gentilicio y todos en la colonia eran dominicanos.
El problema se plantea de nuevo cuando los franceses se apoderan de la parte occidental de la isla y la bautizan Saint-Domingue. Dividiendo la isla en dos Santo Domingo, el francés y el español. El gentilicio de la parte francesa era “sandominguoin”, el de la española, si se toman los textos de esa época, en particular la proclama de Juan Sánchez Ramírez al reconquistar la parte española, cedida a Francia en 1795, y restituirla a España en 1809, ya hablaba de “dominicanos”, porque así se denominaban los naturales de lo que es hoy la República Dominicana.
Para evitar confusión con Haití, independiente desde 1804, José Núñez de Cáceres al proclamar la independencia, la que todos conocemos como la “independencia efímera”, en 1821, la llama Haití Español. Conservaba el nombre aborigen de la isla y la distinguía de nuestros vecinos con el adjetivo español, pero los naturales de la nueva y corta república seguían llamándose “dominicanos”. Una manera de mantener vigente la metonimia de la parte por el todo. Y también porque así era como se designaban los naturales de la parte oriental de la isla. A todo esto, los naturales de la ciudad de Santo Domingo seguían padeciendo la falta de gentilicio y siendo objeto de una perífrasis.
Al momento de la independencia de los Trinitarios en 1844, como nos independizábamos de Haití, era evidente que no se utilizara el nombre aborigen ni el de Santo Domingo, porque ambos podían prestarse a confusión con la vecina república que no sólo había compartido el mismo nombre con nosotros sino que nos había dominado durante 22 años y no hablaba la misma lengua. De manera que los trinitarios decidieron transformar en sustantivo el adjetivo dominicano y llamar a la república, Dominicana. Pero “dominicano/na” no resuelve el problema, pues la Academia lo utiliza para designar al de la Orden de Santo Domingo, al natural de la ciudad de Santo Domingo y al nacional de la República Dominicana.
En realidad, si no se hubiera querido evitar confusión con Haití y se hubiera partido del gentilicio dominicano, nuestro país se hubiera llamado República de Santo Domingo y el gentilicio para designar a los naturales del nuevo país sería dominicano. Pero no fue así y los de la ciudad de Santo Domingo, la capital, tuvieron que conformarse con el gentilicio de capitaleños. La Academia entonces, utiliza capitalino para designar todo lo relativo a la capital de cualquier estado.
Sin embargo, la Academia de la Lengua, que siempre tiene una guerra atrasada, no podía adivinar que a finales de 2001 la capital dominicana se iba a dividir en la provincia de Santo Domingo y el Distrito Nacional, de manera que los naturales de la provincia de Santo Domingo ya no son “capitaleños”.