Orden mundial (1 de 2)
¿Quién gana y quién pierde en la nueva economía global?
Los cimientos del orden mundial establecido a raíz de la finalización de la segunda guerra mundial están siendo zarandeados.
En la vertiente monetaria y cambiaria el FMI hace tiempo que dejó de ser el guardián de la disciplina. Del patrón oro-dólar se pasó a la libre determinación de la paridad y al descontrol en las emisiones. Y se asiste a un intento deliberado de desplazar al dólar y sustituirlo, o por lo menos acompañarlo por otra moneda de referencia que sirva de contrapeso y se ajuste a la importancia global del intercambio. En ese empeño están los países llamados emergentes.
Por su parte, los brazos financieros para el desarrollo han ido hibernando y disminuyendo su capacidad e impacto. Es lo que ocurre con el Banco Mundial y a nivel regional con el BID. Inciden con modestia, pero no son factores de transformación.
En cuanto a las reglas de comercio dirigidas a propiciar un intercambio fluido han ido derivando hacia la conformación de bloques en los que se favorece el intercambio en condiciones ventajosas para los miembros y desventajosas para quienes no lo son.
Del ideal del libre comercio sin barreras que alimentó los sueños del liberalismo económico, en estos momentos se está configurando como amenaza preocupante el inicio del retorno al proteccionismo a ultranza y la imposición de barreras mutuas que lesionarán los flujos, elevarán los costos y afectarán el crecimiento de la economía mundial.
El reto más grande proviene de las recientes decisiones adoptadas en países líderes como los Estados Unidos, encaminadas a imponer la visión autárquica mediante la imposición de acciones punitivas arancelarias que recaen sobre países competidores, susceptibles de llevar al mundo a una guerra comercial y a la pérdida de intensidad en la cooperación entre naciones.
El camino recién abierto está preñado de incertidumbres y luce propicio a provocar conmociones políticas, económicas y sociales, hasta que se alcance un nuevo equilibrio, sin que sea posible asegurar en que podría consistir.
Países pequeños como la Republica Dominicana, situados dentro de la esfera de influencia de los Estados Unidos, aunque eventualmente pudieran verse favorecidas por la pertenencia a esa área, deben estar prevenidos ante cambios probables en las condiciones globales de intercambio y de financiamiento, y prepararse con anticipación para colocar la economía en las condiciones más saneadas posibles.
También deben prepararse para controlar con rigurosidad la inmigración irregular, con objeto de hacer espacio en los puestos de trabajo a sus propios nacionales.
La visión autárquica se presenta como una opción interesante para países continentes como los Estados Unidos, con objeto de estimular el crecimiento hacia adentro, el empleo y los niveles de ingresos, bajo la creencia de que no repercutirá en represalias que lesionen las expectativas creadas.
Es el viejo sueño mercantilista de querer exportar y no importar, atesorar oro o divisas a costa de que los demás las pierdan, tener pleno empleo y uso de los recursos, mientras el desempleo acosa al resto del concierto internacional. Esa visión condujo al aislamiento, decrecimiento, avivamiento de las tensiones, y terminó siendo sustituida por el libre intercambio que catapultó al sistema capitalista.
En un mundo tan interdependiente como el de hoy, intercomunicado al instante, con tantas transacciones económicas cruzadas, con el dólar como moneda dominante atesorada por naciones pequeñas y grandes, no deja de causar perplejidad que sea el país de mayor poder económico y militar del mundo el que proponga el regreso a la autarquía, a las barreras de protección arancelarias y no arancelarias, entre otras medidas punitivas.
En 1965 el general Charles de Gaulle exigió que las reservas internacionales de Francia atesoradas en dólares equivalentes a oro fueran convertidas en oro, por tener mayor confianza en la capacidad de ese metal para servir como depósito de valor. Francia no tenía la capacidad de trastornar el funcionamiento del patrón dólar-oro imperante, pero su actitud precipitó los acontecimientos que en 1971 llevaron a Richard Nixon a suspender la convertibilidad.
Ahora es diferente dada la gran acumulación de dólares que forman parte de las reservas nacionales. Si a los países afectados por las barreras impuestas para contener las importaciones de los Estados Unidos y promover el empleo y los ingresos de sus ciudadanos, se les ocurriera modificar la forma de atesorar sus reservas en su gran mayoría mantenidas en dólares, se pondría en serios aprietos la supremacía de la moneda estadounidense y la influencia global de los Estados Unidos.
Una guerra comercial se sabe cómo empieza, pero no cómo acaba, ni a quienes termina por beneficiar.
El ideal del libre comercio sin barreras que alimentó los sueños del liberalismo económico, en estos momentos se está configurando como amenaza preocupante el inicio del retorno al proteccionismo a ultranza y la imposición de barreras mutuas que lesionarán los flujos.