El garrote y la zanahoria
La visita de Marco Rubio a Centroamérica y República Dominicana refuerza la relevancia estratégica de la región para Estados Unidos

La reciente visita de Marco Rubio, secretario de Estado de los Estados Unidos, a Panamá, Costa Rica, El Salvador, Guatemala y la República Dominicana, despeja incógnitas y abre un abanico de conjeturas.
En el plano de los símbolos coloca a la subregión en un umbral de relevancia, algo que nuestros países añoran para elevar su autoestima. Conservarla implica cumplir con determinados deberes. Por fortuna, no se trata de postrarse ante una imposición, sino de hacerlo por interés propio, aunque coincida con el ajeno.
El mundo de hoy está en vilo por el flagelo de la inseguridad: frena el progreso; azotado por la proliferación de las drogas: reduce a los seres humanos a la condición de guiñapos; afectado por los flujos migratorios desbordados: trastrueca las costumbres, socava la cohesión social; marcado por las crecientes desigualdades: convierte en paria a parte de la humanidad.
Seguridad, control migratorio, erradicación del tráfico de drogas, fomento del progreso, son obligaciones de un Estado funcional.
A la República Dominicana le es necesario fortalecer su seguridad amenazada por la inestabilidad de Haití, diluir la utilización del territorio nacional como puente para el tráfico de drogas, frenar la invasión de inmigrantes, facilitar la integración de los dominicanos que residen ilegalmente en el exterior, disminuir las desigualdades.
Enfrentar esos desafíos, así como ayudar a la pacificación y al progreso de Haití, es parte de la agenda común de los Estados Unidos y de la República Dominicana.
En materia de cooperación con Haití la República Dominicana está yendo mucho más allá de lo que otras naciones aportan, pues asume una pesada carga en materia migratoria, sanitaria, educativa y social.
Haití tiene su agenda y nosotros la propia. Nuestra obligación primordial es recuperar el control inmigratorio, restablecer el normal funcionamiento del mercado laboral, hacer cumplir sus normas y elevar el nivel de vida de los dominicanos.
De ahí que sea perentorio articular un plan de repatriaciones de indocumentados sin trastornar el funcionamiento del segmento productivo, a ser ejecutado de forma progresiva en un horizonte temporal de pocos años, al tiempo que se hace espacio para la reinserción al mercado de trabajo de los dominicanos excluidos.
Los Estados Unidos afrontan en su propio territorio un reto similar, que lleva a la repatriación masiva de inmigrantes ilegales, la mayoría procedentes de países cercanos. Y eso asegura comprensión para las políticas que tendríamos que poner en vigencia en circunstancias parecidas.
Es decir, hay coincidencia de intereses.
Somos un socio comercial confiable, de cierta importancia para los Estados Unidos. Llevamos decenios en que nuestro saldo de comercio es deficitario, favorable a ese país, aunque existen compensaciones por el lado del turismo y de las inversiones.
La noticia de que la República Dominicana dispone de reservas de tierras raras aumenta las potencialidades, por su carácter estratégico. De ahí que sea apropiado mantener el dominio sobre esos bienes para asegurar que su explotación repercuta en beneficio de la colectividad. Y evitar caer en la situación en que se encuentran algunos países petroleros: poseen el maná en abundancia, pero no han sabido utilizarlo para el desarrollo de sus pueblos.
La mejor estrategia es la de conducirnos como si no tuviéramos esas tierras raras. En todo caso, explotarlas en la medida de nuestro interés y concentrar los esfuerzos en fomentar el aprendizaje, la educación y las habilidades cognitivas, único camino para transformar y mejorar al ser humano llamado dominicano.
Dentro del árido desierto del mapa político latinoamericano somos un oasis, con democracia asentada en la alternabilidad y el respeto a la voluntad de los electores.
Dadas esas peculiaridades es de interés nuestro, y con probabilidad también de los Estados Unidos, impulsar una mayor integración de nuestra economía a la estadounidense por la vía de participar como eslabones complementarios de su proceso industrial en vías de renovación y expansión.
Al tocar esas aristas emergen conjeturas. Existe el temor de que el comercio y las inversiones mundiales se contraigan por las políticas del garrote y de las zanahorias, arancelarias y no arancelarias, anunciadas por el gobierno estadounidense para mejorar su balance de comercio y recuperar la creación de empleos.
Dadas las incertidumbres es imperativo anticipar disrupciones y disfuncionalidades que puedan afectar al aparato productivo, lo cual obliga a las autoridades a crear las condiciones que permitan a nuestra nación atravesar indemnes esta etapa de transición a la que está siendo sometida la organización económica mundial.
Tal vez haya que desempolvar el antiguo manual de manejo frugal de los recursos y corrección de los desequilibrios, para que sirva de guía ante los rigores de la tempestad que se augura.