El complot que tumbó al jefe
Entre la historia y la ficción, revelaciones sobre el ajusticiamiento de Trujillo
El complot que tumbó al jefe es el título de mi libro puesto en circulación recientemente, editado por el Archivo General de la Nación, con enjundioso prólogo de José Rafael Lantigua y excelente presentación a cargo de Juan Daniel Balcácer.
Lo dedico a Miguel Ángel Bissie Romero, uno de los integrantes de la gesta del 30 de Mayo, quien aún vive, a pesar del tiempo transcurrido, 63 años, y lo hace con recato, humildad y dignidad. A él rindo homenaje por haber arriesgado su vida en favor de las libertades del pueblo dominicano sin pretender nada a cambio, salvo el trazo de una sonrisa agradecida.
Del complot que ajustició al tirano se ha escrito mucho. A pesar de eso persisten distorsiones acerca de su origen, composición, desarrollo y figuras relevantes.
El libro amalgama historia con ficción.
Historia porque cuenta la trama del complot que se originó en junio de 1959 bajo el influjo de la expedición heroica, en reunión celebrada en La Vega entre el general Juan Tomás Díaz, jefe del departamento norte del ejército dominicano, Antonio de la Maza Vásquez y Antonio García Vásquez, en la casa del general.
Y ficción porque utiliza el formato de novela, más asequible y comprensible a los lectores. Desarrolla interacción y diálogo entre los personajes.
Lo que narro se basa en fuentes históricas y en mis vivencias de cuando, siendo un adolescente, fui testigo casual de algunos detalles relacionados con la trama. No conocía su significado, pero después se me hicieron obvios.
El telón de fondo es el ambiente en que se vivía en mi pueblo de Moca, reflejo del terror que sufría todo el país.
Con el paso del tiempo ha tomado cuerpo la idea de que dentro de la conspiración hubo varios grupos, trazando sus propios planes.
Comprendo la utilidad de esa categorización para fines de análisis, siempre que se haga sin olvidar que solo hubo un complot, el del 30 de Mayo, y un solo grupo organizado en células que respondían a Juan Tomas Díaz y a Antonio de la Maza Vásquez.
Hubo una dirección central, integrada por Juan Tomás Díaz, Antonio de la Maza Vásquez, Modesto Díaz Quezada, Miguel Báez Díaz y Antonio García Vásquez, que se reunía esporádicamente en Santo Domingo en la residencia de Juan Tomas Díaz, discutía las posibilidades, y en los meses finales de la conjura trazó la estrategia de incorporar nuevos miembros, al tiempo que delineó los planes de acción y político. Un solo plan, distintas vertientes.
Esa dirección manejó los hilos del complot. El destino quiso que quedara descabezada luego del ajusticiamiento, salvo uno de ellos, Antonio García Vásquez, quien sobrevivió sin que el aparato de inteligencia supiera que era uno de los principales conspiradores, Los apuntes que dejó sirven de hilo conductor de este libro.
Luego de la huida de la familia Trujillo la historia la fueron tejiendo quienes también sobrevivieron y fueron señalados por la vocinglería oficial del régimen del terror como los participantes en la muerte del jefe. Conocían el papel concreto que se les tenía reservado, porque por su naturaleza todo debía manejarse con extrema discreción. Y ahí, en ese interregno carente de luminosidad, se desdibujó la historia.
Hay un punto que se ignora: el papel activo de Jean Awad Canaán como miembro de la conspiración en su primera fase, abortado por el “accidente” que le tronchó la vida.
Hay otros dos puntos sobre los que se han empleado ríos de tinta. Ambos los abordo en la novela: las razones del fracaso de la fase de la toma del poder. Y dirimir si el general José René Román Fernández fue traidor, héroe o mártir.
Hubo decisiones que resultaron fatales. Y el azar jugó un papel decisivo, los acontecimientos se adelantaron, una parte de los integrantes del complot vivían en Moca y no pudieron participar, lo que restó fuerza física e intelectual.
En la novela se expone el drama de la indecisión del general Román Fernández que le llevó a una muerte horrible, siendo objeto de crueles torturas.
Aquellos acontecimientos forman parte de la historia nacional. También de las vivencias de los descendientes de la gesta. Lo que sucedió fue terrible, afectó su modo de vida y dejó traumas tan profundos que a la mayoría les ha sido imposible quitárselos de encima y todavía gravitan sobre sus sienes con furia tormentosa.
Sea cual fuere el precio que se haya pagado, el complot, su ejecución, el ajusticiamiento del tirano abrió nuevos cauces de entendimiento entre los dominicanos que desde entonces han estado modelando su futuro en libertad y democracia. ¡Valió la pena!