Leer hacia atrás
Entre los testimonios citados por los expositores merece un aparte el gesto digno del juez Juan Bautista Pérez Rancier
El pasado martes tuvo lugar una tertulia en el AGN, con motivo de haberse cumplido cien años de la desocupación del país por parte de los Estados Unidos. Este asunto no es trivial. Los pueblos necesitan conocer a profundidad su historia para evitar recaer en los errores del pasado.
Los expositores fueron María Filomena González y Reynaldo Espinal. La primera hizo énfasis sobre las diferencias y similitudes de la intervención estadounidense en Haití y la República Dominicana. El segundo se refirió a los designios del imperio, los hitos de la lucha del pueblo dominicano y los diferentes planes de desocupación.
Ambos coincidieron en que, a pesar de que existían conflictos y desajustes internos, la motivación de la intervención fue materializar el designio del gigante continental en su camino hacia convertirse en potencia hegemónica mundial.
Para eso fueron combinándose las políticas de sucesivas administraciones como las de James Monroe (América para los americanos), Teodoro Roosevelt (el gran garrote), William Taft (diplomacia del dólar), y Woodrow Wilson (cooperación y multilateralismo), a pesar de lo cual este último no experimentó reparos en ocupar a varios países de la región, incluyendo al nuestro.
La invasión de 1916 fue resistida por los dominicanos con medios limitados. Destaca la desigual batalla de la Barranquita y los enfrentamientos protagonizados por los denominados gavilleros, junto a otros episodios individuales (Urbano Gilbert...).
La resistencia básica fue de carácter moral y cívico. Por ejemplo, la liderada en el exterior por Francisco Henríquez Carvajal. Y la llevada a cabo a lo interno por los grupos nacionalistas, junto a otros con visiones más prácticas y efectivas.
Entre los testimonios citados por los expositores merece un aparte el gesto digno del juez Juan Bautista Pérez Rancier, quien, al contemplar a Cayo Báez desfigurado y quemado por las torturas proferidas en su contra por los interventores, indignado rompió la imagen del Cristo situado sobre el estrado y suspendió el juicio que se le impartía. Era el orgullo nacional herido quien comparecía ante el magistrado.
Entre los planes de desocupación se citaron los de Francisco Henríquez y Carvajal (comisión consultiva); Woodrow Wilson (nombramiento de comisión consultiva por parte del gobernador militar para elaborar proyectos de leyes y constitución, más consejo técnico integrado por estadounidenses, con derecho a veto.
También el de José Eugenio Kunhardt enfocado en gestionar la colaboración de la Federación Americana del Trabajo, que se tradujo en la petición de ese organismo al presidente Wilson para que "devuelva al pueblo dominicano su independencia".
Y el del presidente Warren Harding.
Todos formaron una cadena que fue mejorando el producto.
Prevaleció el plan Hugues-Peynado que gozó del apoyo de los principales líderes políticos del país: Horacio Vásquez, Federico Velásquez y Elías Brache, mediante el cual se instaló un gobierno provisional presidido por un dominicano (Vicini Burgos), cuya misión era convocar a elecciones presidenciales, la conformación del Congreso Nacional, designar los cargos judiciales y reformar la constitución.
Un punto relevante fue el reconocimiento de la validez de las órdenes y resoluciones ejecutivas del gobierno militar. No había otra opción al pago de ese peaje.
Aquel día venturoso del 12 de julio de 1924 terminó la ocupación y fue izada la bandera nacional tanto en la Torre del Homenaje como en el baluarte del Conde, mientras descendía la de los Estados Unidos. Poco después tomaba posesión Horacio Vásquez como presidente constitucional.
El 12 de Julio fue decretado día de fiesta nacional por el gobierno de Horacio Vásquez al considerarlo acontecimiento relevante que reforzaba el sentimiento soberano. Desconocido por el tirano Trujillo en su afán de congraciarse con sus sostenedores. Promulgado como festivo en el de Juan Bosch. Y de nuevo desconocido hasta nuestros días. Es apropiado que sea declarado como una de nuestras efemérides.
Queda para la reflexión el hecho de haber sido ocupados por quienes impusieron un orden internacional basado en valores democráticos, pero que en la práctica obedecía a la conveniencia de sus intereses geopolíticos y de negocios. De ahí la importancia de no dar argumento alguno que pueda ser utilizado en contra de nuestra nacionalidad y soberanía.
Reynaldo Espinal citó al francés Fernand Braudel al decir que la historia consistía en "saber leer hacia atrás". Se preguntó si seremos capaces de resolver nuestros problemas sin comprometer la soberanía y de caminar unidos en las causas fundamentales para la pervivencia como nación y Estado.
Excelente reflexión en un momento en que sufrimos la ocupación pacífica de cientos de miles de indocumentados haitianos, con consecuencias previsibles sobre nuestra etnia y nacionalidad.