Treinta y tres mil muertos después
Llamado a la reconsideración estratégica
Cuando el 7 de octubre de 2023 el grupo terrorista Hamas penetró el territorio de Israel y mató, con una crueldad espantosa, alrededor de 1,300 personas, al tiempo que tomó unos 240 rehenes, se produjo en todo el mundo una ola de simpatía enorme a favor del pueblo israelí. No había manera posible de justificar, bajo ningún estándar, lo que ese grupo terrorista perpetuó en Israel aquel fatídico día. Con sobrada razón, el gobierno de Israel proclamó que, como legítima defensa, respondería con fuerza y determinación para desarticular a Hamás y liberar a los rehenes. También con razón, la ayuda militar adicional de Estados Unidos a Israel (este país es el mayor recipiente de asistencia militar de Estados Unidos en el mundo) no se hizo esperar. Era un momento crucial y decisivo para Israel que merecía el apoyo de su mejor aliado, así como de los demás países amigos de Israel, país democrático, innovador y pujante.
Ciertamente, además de ese torrente de simpatía y apoyo que se generó a favor de Israel, en muchos círculos de la opinión pública internacional surgieron serias interrogantes sobre cómo pudo Hamás hacer lo que hizo teniendo Israel una de las mejores agencias de inteligencia del mundo, así como unas Fuerzas Armadas entrenadas para responder ante cualquier agresión contra ese país. No sólo se quebró la seguridad de Israel, lo cual hizo posible que los terroristas de Hamás penetraran impunemente el territorio israelí, sino que hubo una incapacidad manifiesta por parte de las Fuerzas Armadas para reaccionar de manera rápida y efectiva, contener el daño y restaurar el control del territorio afectado. Esto hizo posible que los terroristas cometieran actos atroces contra civiles indefensos a la vista de todos, lo que generó una sensación terrible de indefensión y frustración en las comunidades afectadas.
La retórica del gobierno de Israel, principalmente de su primer ministro Benjamín Netanyahu, hizo pensar que lo que vendría, desde el punto de vista militar, sería muy fuerte, pues Israel estaba compelido a restablecer su imagen en cuanto a seguridad y superioridad militar que había quedado resquebrajada. En ese momento, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, al tiempo que le brindó el apoyo del gobierno estadounidense, le dio un sabio consejo a Netanyahu: cuidado con actuar movido por la ira como le ocurrió a Estados Unidos tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Biden intuyó los riesgos que implicaba una respuesta desproporcional por parte del gobierno de Israel no sólo en términos de pérdidas de vidas y destrucción material en la Franja de Gaza, sino en lo que respecta a la propia imagen de Israel frente al resto del mundo.
La verdad es que lo que ha ocurrido en Gaza como resultado de las acciones militares de Israel en ese territorio ha sobrepasado, por mucho, los más aciagos pronósticos que pudieron hacerse los días y semanas que siguieron al ataque de Hamás a Israel. Lo peor del caso es que Israel parece haber logrado muy poco que no sea, además de la destrucción descomunal que ha causado, afectar sensiblemente su imagen en el mundo, lo que le tomará décadas en reponer. Treinta y tres mil muertos después, más de setenta y cinco mil heridos y mutilados, más un millón y medio de personas desplazadas y al borde de la hambruna, Israel no ha podido lograr ninguno de sus objetivos. Los únicos rehenes que ha podido recuperar fueron el resultado del breve cese al fuego que se produjo a final de noviembre de 2023, al tiempo que no hay evidencia alguna que las fuerzas militares israelitas hayan podido destruir a Hamás.
Los recientes acontecimientos en los que resultaron muertos por parte de las fuerzas militares de Israel en Gaza siete voluntarios de la organización World Central Kitchen, que encabeza el renombrado chef español radicado en Estados Unidos José Andrés, ha puesto de relieve, aún más, los riesgos de la estrategia militares israelí en Gaza. Se ha expuesto también la insensibilidad del gobierno de Israel en lo que respecta a la necesidad de la ayuda humanitaria, pues ha puesto grandes obstáculos para que esa ayuda pueda llegar de parte de organismos internacionales, organizaciones no gubernamentales y países que desean ayudar a las víctimas civiles, miles de las cuales son niños y niñas en total desamparo. Si bien Israel ha mostrado más colaboración en días recientes, su resistencia a facilitar la ayuda humanitaria durante tanto tiempo ha empeorado todavía más la situación de calamidad extrema en la que se encuentra la población civil de Gaza.
En la opinión pública internacional, el gobierno de Netanyahu ha puesto en aprietos al presidente Biden, quien está obligado a lograr un difícil balance entre, por un lado, apoyar a Israel y, por el otro, exigirle al gobierno israelí que actúe con sentido de proporción y respete las leyes del derecho internacional humanitario. Lo mismo ocurre en el ámbito de la política doméstica norteamericana, pues Biden, enfrascado en una difícil competencia electoral, ha perdido apoyo en comunidades tradicionalmente demócratas, especialmente de los palestino-estadounidenses, que lo culpan de no hacer suficiente para parar las atrocidades que las fuerzas militares israelíes están cometiendo en la Franja de Gaza.
Toda esta situación llevó a Charles -Chuck- Schumer, líder demócrata en el Senado de Estados Unidos y el judío que más alto ha llegado en la política norteamericana en todos los tiempos, por demás amigo incondicional de Israel, a pronunciar un discurso sumamente crítico del gobierno de Netanyahu, al punto de señalar que Israel corre el riesgo de convertirse en un paria a nivel internacional. Lamentablemente, todo parece indicar que el gobierno israelí no le hace caso ni a sus mejores amigos, tal vez pensando que su conflicto con Hamás y con los palestinos en general lo va a resolver usando sólo el hard power, para usar un término ya arraigado del profesor de Harvard Joseph Nye.
Los hechos han demostrado que por ese camino Israel no logrará los objetivos que se trazó al comienzo de esta guerra y que lo que sí está logrando, lamentablemente, es un gran desprestigio y un fuerte repudio alrededor del mundo. Israel debe repensar su estrategia, escuchar a sus verdaderos amigos y salir de la trampa que le tendió Hamás para que hiciera precisamente lo que está haciendo. Como dice el refrán: si estás en un hoyo, para de cavar. Es tiempo de que Israel salga del hoyo en que se encuentra y ascienda, como en el mito de la caverna de Platón, hacia donde la luz le permita ver con claridad, calibre mejor sus opciones y busque la manera de salir airoso de este difícil trance en el que se encuentra.
Treinta y tres mil muertos después, más de setenta y cinco mil heridos y mutilados, más un millón y medio de personas desplazadas y al borde de la hambruna, Israel no ha podido lograr ninguno de sus objetivos. Los únicos rehenes que ha podido recuperar fueron el resultado del breve cese al fuego que se produjo a final de noviembre de 2023, al tiempo que no hay evidencia que las fuerzas militares israelitas hayan podido destruir a Hamás.