Lecciones de política monetaria para reflexionar
Entre tanta incertidumbre hay una sola cosa que está clara: por ahora terminó la época de dinero barato en el mundo ante la prioridad de bajar la inflación no solo en Estados Unidos, sino en Europa.
Una de las frases que más se ha escuchado recientemente es que en los Estados Unidos se está viviendo la inflación más alta en las últimas cuatro décadas. Es decir, esta generación de estadounidenses no había vivido un episodio de esta magnitud. En efecto, desde enero de 1982, la inflación no superaba el umbral del 8%, pero todo cambió a partir del mes de marzo de 2022.
El fenómeno ha llevado a que, entre otras medidas monetarias, la Reserva Federal haya aumentado su tasa de interés de referencia de casi 0% a principios de año a 4% este mes. Este es el aumento más acelerado en estas décadas y lo que se busca es cortar de raíz las expectativas de inflación e inducir una reducción de la demanda agregada que a su vez quite presión a los precios.
Dos de los más reputados economistas del mundo, Kenneth Roggof, de Harvard, y Frederic Mishkin, de Columbia, han alertado por separado que la Reserva Federal no debe repetir los errores que se cometieron en la desinflación anterior, la que llevó a cabo el legendario banquero central Paul Volcker.
Vamos a compartir un poco la historia. Durante los años 70s del siglo pasado, la Reserva Federal perdió su credibilidad; no tenía claro de su rol para controlar la inflación y ésta se le fue de la mano. Un desastre para un Banco Central. A mediados de esa década, la inflación promedio fue superior al 10% para luego bajar un poco a un rango de 6% a 8% durante varios años. Luego volvió con fuerza a partir de 1978, alcanzando un valor máximo de 14.6% en marzo de 1980.
Es en esta coyuntura que el Presidente Jimmy Carter designa a Volcker al frente de la Reserva Federal. Y éste sí sabía qué hacer. La medicina era dura, pero no había opción. Era necesario contraer la cantidad de dinero y aumentar la tasa de interés, llevándola a un máximo de 19% en 1981. Esto le permitió bajar la inflación hasta llevarla a 6.2% en 1982 y 3.2% en 1983.
Pero el camino no fue fácil. Los rezagos en la política monetaria son largos y variables como nos enseñó Milton Friedman hace décadas. Bajar la inflación se hizo al costo de dos recesiones y un aumento del desempleo que llegó a ubicarse en 11% en algún momento.
Y hay varias lecciones que aprender de ese episodio. Volcker tuvo que reducir la tasa de interés a mitad de camino, debido a las presiones políticas que se recibieron. Pero el resultado fue peor: luego tuvo que aumentarlas mucho más e inducir una recesión más profunda de la que hubiera sido necesaria de haber seguido el camino inicial.
Esta es una presión que ya la está sintiendo ahora la Reserva Federal, con muchas voces hablando de que ya en el primer trimestre del año que viene tendrán que bajar las tasas de interés. Y aquí mucha gente se pierde, porque no es solo subir las tasas de interés, sino hacerlo a un nivel superior a la inflación (para que las tasas de interés reales sean positivas) y también dejarlas arriba suficiente tiempo para destruir la inflación.
Otra lección que se aprendió en ese momento es que no es lo mismo bajar la inflación de 10% a 4% que bajarla de 4% a 2%. Hay un costo más alto mientras más baja es la inflación. A Volcker le tomó un par de años bajar la inflación de 10% a 4%. Pero luego tomó varios años más llevarla al rango de 2% a 3%.
Con seguridad los actuales incumbentes no quieren pasar a la historia fracasando en el combate a la inflación como pasó en los años 70s del siglo pasado, ni tampoco querrán recular a mitad de camino como tuvo que hacer Volcker sin culminar el proceso anti-inflacionario.
Entre tanta incertidumbre hay una sola cosa que está clara: por ahora terminó la época de dinero barato en el mundo ante la prioridad de bajar la inflación no solo en Estados Unidos, sino en Europa. Las tasas de interés estarán más altas que en años anteriores por un tiempo que no será corto.
Se me olvidaba algo: La desinflación de Volcker fue exitosa para los Estados Unidos. Pero de paso creó una de las crisis de deuda más grandes de la historia en los países en vías de desarrollo. Muchos Gobiernos de América Latina quebraron junto a sus sistemas bancarios, aumentó la pobreza y las economías cayeron dramáticamente. Los años 1980s pasaron a la historia como la década perdida. ¡Esto da para otro artículo!