Crisis de representatividad
La democracia que tenemos solo sirve a las élites y a los partidos tradicionales
1. La contradicción principal presente en la sociedad dominicana no es entre dictadura y democracia, sino es de naturaleza social por el carácter injusto y la marcada desigualdad e inequidad que prohíja el modelo económico que prevalece en el país.
2. Al hacer la anterior afirmación no estoy negando la presencia de prácticas autoritarias heredadas de las innúmeras dictaduras que se han sucedido a lo largo de nuestra historia.
3. La llamada democracia representativa en la versión dominicana es lo que tiene que ser, en función de los intereses que predominan y dominan en ella y mientras esto se mantenga así, no podrá ser de otra manera.
4. Las insuficiencias democráticas y el desprestigio permanente que desde la ciudadanía se le hace a las instituciones democráticas y a sus titulares, no provienen de que el texto constitucional sea defectuoso o del armazón legal que le ha dado cobijo, ni del diseño institucional. Allí nos encontramos con un apreciable catálogo de derechos fundamentales y libertades y con un consomé de pesos y contrapesos que nos asimilan a las más avanzadas democracias.
5. La crisis del sistema democrático nuestro y la de muchos otros similares radica en su falta de representatividad. En los poderes públicos e instituciones los que efectivamente están representados y predominan son los intereses corporativos de las élites, de los poderes fácticos, acompasados con las cúpulas de los partidos tradicionales que han gobernado y gobiernan en el país en los últimos 60 años.
6. La crisis de representatividad significa que ciertamente en los poderes públicos e instituciones no están representados los intereses de los sectores medios de la sociedad, ni de los trabajadores, ni de los productores agropecuarios, ni de las mipymes, ni de los sectores informales de la economía, ni de los profesionales, ni de los pequeños y medianos comerciantes, ni tampoco de las mujeres ni de la juventud ni de la personas envejecientes o con discapacidad, ni de las comunidades dominicanas residentes en el exterior, para solo mencionar los más relevantes.
7. Es esta ausencia de representación de los intereses de las mayorías en las instituciones del Estado lo que produce una fractura permanente y la desconfianza entre el pueblo y la democracia representativa y sus instituciones.
8. Hay pues un verdadero divorcio entre los poderes públicos y las instituciones de la llamada democracia representativa y la inmensa mayoría de la población que no está ni se siente representada en ellas. Incluso, es común encontrarse con representantes provenientes de los sectores medios o de extracción muy humilde, pero que el camino para poder convertirse en representantes los lleva a renunciar a defender los intereses propios de su origen social para no ser vetados en sus aspiraciones y así, cuando alcanzan una representación, muchos lo que hacen es ponerse al servicio de las elites y negociar y buscar beneficios para sí.
9. La posibilidad de resolver la crisis que afecta gravemente al sistema democrático representativo depende en mucho de que se pueda superar la crisis de representatividad que lo afecta.
10. Solo con poderes públicos e instituciones integradas por representantes que actúen en ellos desde la defensa de los intereses de los sectores medios, de los trabajadores, de los productores agropecuarios, de los medianos y pequeños empresarios, de las mujeres, de la juventud, entre muchos otros, en fin, de los sectores populares, es que se podrá resolver la actual crisis de representativa que afecta al sistema democrático representativo.
11. Es decir, la crisis de la democracia se resuelve con una nueva representatividad en que los poderes e instituciones públicas se integren por representantes que efectivamente asuman la defensa de los intereses de los sectores que constituyen las mayorías de la sociedad.
12. Se trata pues de impulsar la unidad del bloque popular en torno a un programa político que sea capaz de identificar los intereses comunes de éste y llevar al gobierno y a la dirección del Estado representantes que estén ahí para asumir su defensa frente a las élites, los poderes facticos y las cúpulas partidarias tradicionales.
13. Una parte del éxito de los partidos tradicionales ha sido imponer el clientelismo y el asistencialismo como formas dominantes del quehacer político electoral, con lo cual han influido en deconstruir las identidades y comunidad de intereses de los diversos sectores sociales, sobre todo de los más carenciados.
14. Por estas razones, el proceso de construir el bloque popular y la unidad popular y sobre todo elegir representantes que vayan a asumir la defensa de sus intereses lleva aparejado una ruptura con las prácticas clientelares, un ejercicio ético de la política que nos diferencie de los partidos tradicionales, que permita desarrollar una nueva moral y autoridad política, que permita reconstruir el proceso de identidad de los diversos sectores excluidos del poder y le renueve la voluntad y la subjetividad de que sí pueden, siendo mayoría en la sociedad, ser también representados por una mayoría que asuma la defensa de sus intereses en los poderes e instituciones democráticas y en la definición de las políticas públicas.
15. En el momento en que por esa vía se resuelva la actual crisis de representatividad, estaremos frente a un gobierno popular o, mejor aun, de unidad popular.