Soledad Álvarez, Premio Nacional de Literatura
En esa época que hoy nos parece remota, la poesía de Soledad Álvarez destacaba por su calidad
Con Soledad Álvarez me une una larga amistad que, a pesar de mi buena memoria, no logro situar cuándo nos conocimos o simplemente nos hicimos amigos, pero sí estoy seguro de que nuestra larga amistad está respaldada por una vieja complicidad. De manera que al leer en Diario Libre que Soledad había sido galardonada con el Premio Nacional de Literatura 2022, ese titular abrió el archivo inmaterial de mi memoria.
La emoción de Soledad al recibir el Premio es propia de su sensibilidad como poeta por los que ya no “están con nosotros”. En momentos como ese es cuando los ausentes se nos “aparecen”: Manuel Valldeperes, Freddy Gatón Arce, Manuel Rueda, Marcio Veloz Maggiolo, Ramón Francisco e incluso aquellos que no creían en nuestro talento o menospreciaban la literatura, así como otros escritores más jóvenes; pero también los familiares y amigos que, como esos colegas, no alcanzaron a ver que su obra estaba recibiendo el reconocimiento que merecía.
No sería pertinente aquí repetir la semblanza de la carrera literaria de Soledad Álvarez porque ella lo hizo en su discurso de recepción del premio; pero creo oportuno que ya para 1971 cuando publicó “Poema a un intento” o “Si nacieras llamándote Luis Pérez” en el suplemento cultural de El Nacional de ¡Ahora! dirigido por el poeta Freddy Gatón Arce, su poesía se había hecho un lugar en la joven literatura post 1965 o como se le llamó como si los años ni la madurez intelectual existieran, “La joven poesía joven”, cuando comenzó a hacer sus primeros palotes literarios fuera del colegio junto a sus compañeros de La Antorcha del que sólo sobreviven ella y Mateo Morrison [también Premio Nacional], Alexis Gómez, Enrique Eusebio y Rafael Abreu Mejía. Eran los tiempos en que los suplementos literarios consagraban a un escritor sin haber publicado un libro y a un poeta con apenas dos o tres poemas en el suplemento de El Nacional o en la página literaria de El Caribe que dirigía María Ugarte después de la muerte de Valldeperes. A guisa de ilustración, cuando entrevisté a los escritores que integran Doce en la literatura dominicana, con excepción de Bosch, Incháustegui, Mir y Veloz Maggiolo, los demás habían publicado muy pocas obras y la poesía de Enriquillo Sánchez estaba dispersa en suplementos y sus cuentos en Narradores dominicanos (antología) de Aída Cartagena Portalatín publicada por Monte Ávila (Caracas), así como dos menciones honoríficas de cuentos en las publicaciones de La Máscara en 1966.
Los suplementos y las antologías eran entonces, valga la digresión, las únicas maneras de entrar en el mundo de Gutenberg y de de su fabuloso invento que ya se acerca a su sexto siglo y que las nuevas tecnologías y el desarrollo de las ciencias de la información han puesto la fabricación del libro al alcance de la mano.
En esa época que hoy nos parece remota, la poesía de Soledad Álvarez destacaba por su calidad lo que le dio entre sus compañeros de La Antorcha cierto liderazgo y que otros se disputen desde que regresó de Cuba con un diploma de Filología y el Premio Siboney de Ensayo por La magna patria de Pedro Henríquez Ureña en 1980.
Soledad Álvarez es una poeta que se respeta y no publica todo cuanto escribe. Podríamos decir que expone su obra por dosis homeopáticas de ahí la calidad de sus poemas. De las tres colecciones de poesía que ha dado a la estampa dos han obtenido el Premio Nacional de Poesía “Salomé Ureña”: Estaciones íntimas en 2005; y, en 2015, Autobiografía en el agua.
“En los versos de esta extraordinaria colección de poemas”, escribí hace un tiempo: “La vida no es un río tranquilo. Es un mar agitado por corrientes encontradas, por remolinos, que impiden su curso lineal. Ubicar pues el poema `Deseo inconcluso’ al final, no es gratuito y, más aún, se inscribe en la lógica que crea todo texto literario para hacerse verosímil. Único poema de largo aliento que es, también, un hermoso punto de vista tan exageradamente íntimo y personal como debe ser la relación carnal entre humanos […] en donde alternan lo personal e íntimo con el entorno de una poeta a la que no la arredra exponerse, expresar sus amores, desengaños, el dolor, en hermosos y delicados versos en los que lo erótico así como la soledad son una constante en estos logrados poemas […] que son sin pecar de exagerado, una de las mejores colecciones de poemas de la literatura dominicana reciente. Es una obra de escritor maduro que se sirve de la técnica novelística, logrando que lo personal, lo íntimo; la historia y lo narrativo cohabiten y permitan la catarsis introspectiva de ese extraordinario ‘Deseo inconcluso’ que cierra la obra luego de haber dado su visión personal e íntima de la historia dominicana de la segunda mitad del siglo XX y los inicios del actual. La historia, en lugar de cerrarse, recurre a esa suerte de catarsis introspectiva, de purificación, para que, como su propia vida, permanezca abierta”.
¡Enhorabuena, Soledad!