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Eso no termina bien

Del liderazgo global al aislamiento, la herencia de Trump

A dos meses de retornar al Despacho Oval, Donald Trump va camino de convertirse en uno de los presidentes más transcendental e influyentes de la historia de su país, aunque no necesariamente de manera positiva.

Rompiendo viejas alianzas y colocándose del lado incorrecto de la historia, reniega valores como la libertad y la democracia para alinearse con dictadores violadores del derecho internacional. Trump derriba todas las estructuras y alianzas políticas, económicas, comerciales y militares creadas tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y los acuerdos de Bretton Woods, en las que Estados Unidos ejerció un rol de liderazgo que permitió disfrutar del periodo más prolongado de prosperidad y relativa paz de la humanidad, y que hicieron de ese país la primera potencia global y hegemónica de la historia.

La amenaza de abandono a Ucrania mostró a sus aliados que no pueden contar con Estados Unidos para su seguridad, lo que ya provoca una peligrosa escalada armamentística. Potencias industriales y tecnológicas como Alemania, Japón o Corea del Sur no desarrollaron sus capacidades de fabricar armamentos nucleares porque confiaban en la protección americana. Pero eso terminó, lo que seguro desatará una aterradora proliferación de armas de destrucción masiva que traerán tiempos de incertidumbre e inseguridad para la humanidad.

Trump desmontó prácticamente todas las redes de asistencialismo y colaboración en las que se sustentaba el llamado poder blando de la diplomacia estadounidense, y también enfrasca su país en una absurda guerra comercial que conduce esa economía hacia una inminente recesión, con políticas arancelarias que ya evidenciaron su fracaso cuando fueron implementadas tras la Gran Depresión del veintinueve. Aplicadas además de forma incierta y torpe, pues con ligereza y sin distinguir entre socios y competidores, las anuncia un día y las pospone al otro, intranquilizando unos mercados que ya avisan con fuertes caídas.

Las consecuencias geopolíticas de este desandar diplomático y comercial son aún imposibles de proyectar en toda su dimensión, pero en ningún caso harán que America sea más grande y respetada como promete el líder del movimiento MAGA. Muy por el contrario, de la mano del republicano Estados Unidos se debilita y pierde influencia global, pues los espacios no permanecen vacíos indefinidamente en el tiempo, y China está al acecho.

Pero además este presidente está sentando precedentes nefastos que contravienen toda la cultura de controles y contrapesos que se encuentra en la base fundacional de los Estados Unidos de América. Dispone ordenes ejecutivas sin importar que violen leyes o constitución, y ataca jueces que no le favorecen a quienes amenaza con juicios políticos y destituciones. Ultima la democracia ante el silencio cómplice y cobarde de las élites políticas y empresariales de ese país. 

Por ese camino la historia no será amable con el presidente Trump, pues ese desastre no tiene forma de terminar bien. Y dentro de dos o tres generaciones, cuando los estadounidenses analicen este tramo de su pasado, tendrán necesariamente que cuestionarse cómo permitieron que se deshilachara el poder, influencia y admiración que en su momento le convirtieron en aquello que Madeline Albright llamó la nación indispensable.

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