El Match Balaguer-Guzmán
Cómo Guzmán enfrentó la sombra de Balaguer en las Fuerzas Armadas

En la coyuntura electoral adversa del 78 que favoreció las candidaturas del PRD, encabezadas en lo presidencial por don Antonio Guzmán, agravada por la intervención militar en la JCE interrumpiendo el servicio eléctrico y con ello el conteo de los votos, Balaguer maniobró a fondo ante la avalancha de presiones nacionales e internacionales para que se respetara la decisión de la urnas (Carter, Carlos Andrés Pérez, los gobiernos europeos dominados por la Internacional Socialista: Felipe González, Mario Soares, Mitterrand, Betino Craxi, Callaghan, Helmut Schmidt, Kreisky, Palme, Willy Brandt).
Tras garantizar la reanudación de los trabajos de la JCE -en alocución de Balaguer en la que increpó a los militares aludiendo a la reconvención de la sultana Aixa a su hijo Boabdil al entregar en 1492 el reino de Granada a los Reyes Católicos, de que no llorara como mujer lo que no supo defender como hombre-, se produjo la recusación de los jueces titulares de la JCE y la impugnación de los resultados bajo el alegato del "trastrueque" del padrón (Registro Electoral) mediante supuesta manipulación desde el centro de cómputos, infiltrado por técnicos al servicio del PRD.
Las acciones legales fueron encaminadas por el prestigioso abogado penalista Marino Vinicio Castillo, quien había jugado un rol estelar en la promoción y ejecución de las leyes agrarias del 72. Aunque el Dr. Castillo se desvinculó de la insólita salida contenida en el llamado fallo histórico calificándolo de engendro, la JCE encabezada por el juez suplente Hugo Vargas Suberví le asignó al PR, mediante ejercicio matemático esdrújulo, 4 senadores ganados por el PRD. Y por esa vía el control del Senado, y con ello de la designación de los jueces y la JCE.
En adición a esta insólita resolución, el presidente Balaguer impulsó en la transición una serie de medidas para asegurarse una mayor cuota de poder en el nuevo escenario 78/82, haciendo aprobar una nueva ley de las FFAA que garantizaría estabilidad por 2 años a los principales mandos, otra transfiriendo el DNI (dirigido por 10 años desde García Godoy por Valdez Vidaurre, reemplazado por Soto Echavarría en 1975), dependencia directa del Ejecutivo, a las FFAA. Igual los Comedores Económicos abastecidos por el general Mélido Marte, así como otras agencias gubernamentales del especial interés de Balaguer.
Antes de la juramentación de Guzmán, Balaguer ratificó mediante decreto -al amparo de la nueva ley orgánica- al general Beauchamps en la secretaría de las FFAA, a Rivera Caminero en la MGD y a Lluberes Montás en la FAD. Reubicó a Nivar Seijas, desde la jefatura de la PN, en la primera brigada del EN y designó al general Pérez a la cabeza de ese cuerpo, con el propósito de atornillarlos por 2 años en sus puestos. Asimismo, nombró a Jorge Moreno en el nuevo cargo de coordinador general. Promovió a Braulio Álvarez, Jáquez Olivero, Checo y Marmolejos al rango de mayor general.
En cierto modo, en este escenario ensamblado por el astuto hijo ilustre de Navarrete, Guzmán sería una figura decorativa en el Palacio. mientras desde la poltrona de la Máximo Gómez 25 se seguiría controlando el pandero del poder. Aunque una suerte de cohabitación se dio por necesidad en el plano legislativo al controlar el reformismo el Senado (actuando como enlace con Balaguer el secretario administrativo de la Presidencia José Ma. Hernández, nuero de Guzmán), en lo militar el entramado heredado se vino abajo. El recio carácter de don Antonio -con el respaldo del Comando Sur de los EE. UU. en Panamá y las frecuentes visitas del general Mcauliffe-, se evidenció con la entrega de bandeja de plata a más de 40 generales puestos en retiro.
Identificado como Mano de Piedra -en alusión al boxeador Mano de Piedra Durán-, Guzmán colocó sus cuadros de mando en las FFAA. Asesorado por el general Valdez Hilario, nombrado secretario del ramo, quien con respaldo de un grupo de coroneles habría resistido el conato de golpe militar en la madrugada del 17 de mayo. Mientras el héroe nacional general Imbert tendría a sus dos parientes Imbert McGregor en posiciones principales. Preservando inicialmente al general Pérez en la jefatura del EN.
Al asumir Guzmán el 16/8/78, junto a Valdez Hilario en la secretaría en reemplazo de Beauchamps, Mario Imbert McGregor sustituyó a Lluberes Montás en la FAD, y Amiama Castillo a Rivera Caminero en la MDG. El vicealmirante Jiménez hijo, colocado en la secretaría de Relaciones Exteriores por Balaguer -tras la renuncia de la cúpula militar reinante en 1975 en reacción a la designación de su rival Nivar Seijas en la PN, con encomienda de investigar el asesinato del Orlando Martínez-, fue ratificado por Guzmán en el puesto ocupándolo hasta 1980. Con la permanencia del general Pérez en el EN, el saldo inmediato de la ecuación favorecía a la alianza de éste con Jiménez hijo, mandos más afines a la asesoría militar norteamericana.
En noviembre del 78, a raíz de una extensa entrevista del general Pérez en la revista Ahora, con reluciente portada que lo proyectaba como un factor militar clave en el nuevo gobierno, los hilos de la intriga tras bambalinas se movieron en su contra, generando su reemplazo por el general Ramiro Matos en la jefatura del EN. Evento salpicado de posterior confrontación personal entre el protagónico líder militar y el presidente Guzmán, a propósito de sendos nombramientos contemplados en el servicio exterior como salida diplomática al affaire.
En el ajedrez jugado por los estrategas militares de Guzmán (con el general Mcauliffe supervisando directamente los movimientos de las piezas) se buscaba preservar la estabilidad del nuevo cuadro gubernamental, al tiempo que se promovía "despolitizar y profesionalizar" los cuerpos armados, restándoles el protagonismo beligerante que tuvieron durante los 12 años de Balaguer, percibidos como brazo represivo contra la población.
Guzmán levantó impedimentos de entrada, liberó presos políticos o políticos presos como decía Balaguer, oxigenó las libertades públicas con la rehabilitación de los sindicatos que se lanzaron a negociar pactos colectivos con los empleadores amparados por un eficiente César Estrella Sadhalá en la secretaría de Trabajo. Garantizó el funcionamiento pleno de los partidos, las relaciones armónicas con la UASD dirigida por Antonio Rosario, a la que duplicó el presupuesto asistiendo el presidente a una graduación masiva en el centro estatal de educación superior, entre otras medidas de clara liberalización. Ese fue sin dudas su gran mérito.
En lo económico, en cambio, la política de la demanda inducida promovida por los asesores encabezados por el eminente jesuita de la PUCMM José Luis Alemán, junto a los efectos locales perversos de la llamada década perdida en América Latina que arrastraba la carga de la deuda externa y los apremios del FMI, generaron un cuadro calamitoso que heredó con mayor crudeza Jorge Blanco, quien debió acudir al auxilio del Fondo. Cuyo correlato dramático fue la fatídica poblada de abril del 84, provocada por el brusco disparo de los precios, al disponer el BC en el asueto de semana santa un verdadero madrugonazo, con el traspaso al mercado paralelo que operaba junto al oficial, de las importaciones de bienes básicos como alimentos y medicamentos, exceptuando sólo los combustibles. Lo cual venía precedido por la impopular política salarial ejecutada por el contralor Bienvenido Brito, que lesionó a los servidores públicos y la corrosiva devaluación monetaria en ascenso.
Regresando al relato centrado en la trayectoria protagónica de Balaguer, quien alcanzó funciones públicas por 72 años de vigencia, la coyuntura postelectoral del 78 reavivó la vieja rivalidad con Rafael F. Bonnelly. Los antiguos compañeros del bufete del Lic. Jafet Hernández, participantes del encuentro conspirativo de enero 1930 en la hacienda de Estrella Ureña en Hoyo de Lima, en el que Balaguer tuvo principalía en la redacción del Manifiesto que esbozó los propósitos del Movimiento Cívico que motorizó la caída de Horacio Vásquez, irrumpieron en julio del 78 con recriminaciones recíprocas en las páginas del vespertino El Nacional.
Allí se dilucidaron la operación libertaria de Rodríguez Echavarría y la salida de los Trujillo, la formación del Consejo de Estado, el ametrallamiento del Parque Independencia frente al local de Unión Cívica, el autogolpe efímero de enero 62 y otros aspectos de la actuación de ambos personajes. Con alusiones de Balaguer a la presencia de olor a sacristía (alusión al padre Robles Toledano) en la prosa plasmada por Bonnelly. Asimismo, se disputó quién habría sido más golpista, hasta llegar a la insólita acusación de trujillista por parte de Balaguer a su contrincante, percibiéndose él como fiel a su mentor Estrella Ureña, aunque servidor eficaz de Trujillo. El general Rodríguez Echavarría intervino aclarando algunos hechos.
En el texto que Balaguer debió presentar en Caracas, en un encuentro de expresidentes de América Latina celebrado en marzo de 1979, al cual finalmente no asistió, indicó al referirse a la crisis postelectoral del 78: "Los militares, en su mayor parte figuras que habían pertenecido a las fuerzas armadas de la Era de Trujillo, no se sentían en disposición de aceptar ese cambio de poderes porque tenían al Partido Revolucionario Dominicano, que triunfó en el debate electoral, como hostil a los institutos castrenses; un caso en cierto modo similar al del APRA en el Perú" (cuando las fuerzas armadas vetaron el acceso al poder de Víctor Raúl Haya de la Torre).
Un Balaguer admirador de Tomás Bobadilla -entre cuyas "virtudes" apreciaba el ángel de este personaje de nuestra historia para sorprender a sus cándidos conciudadanos y ocultar su real pensamiento en los pliegues de su propia elocuencia-, concluyó enfático su ponencia. "Bastó que existiera en el presidente de la República y en la mayoría de las fuerzas vivas de la nación, la voluntad de hacer respetar el resultado de los sufragios para que surgiera ilesa de esa confrontación la democracia representativa."
¡Válgame, Dios!