Impresiones bibliotecarias
Tesoros entre estanterías, un viaje por las bibliotecas dominicanas
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Empezaré con la Biblioteca del Banco Central, que lleva el nombre del fundador de la República, Juan Pablo Duarte. Recuerdo que algunos profesores indicaban investigaciones con una gran cantidad de fichas sobre diversos temas, como el haitiano, por ejemplo.
Como nos han dicho en días recientes, esta biblioteca sigue siendo muy buena y efectiva. Se abastece continuamente de libros modernos. Otra cercana, la Biblioteca República Dominicana, sirvió para las discusiones electorales entre Joaquín Balaguer y José Francisco Peña Gómez. Su uso político se intensificó durante la lucha electoral de 1994. Como todos sabemos, este memorable pleito terminó con un diseño electoral que impidió el acceso de Peña Gómez a la Presidencia de la República. Hay libros que han analizado este evento histórico que todos vivimos, pero que no muchos conocen en sus detalles.
Peña Gómez contaba que fue el mismo Balaguer quien le propuso reunirse en su casa de la avenida Máximo Gómez 25. El nonagenario caudillo se sentía indispuesto para ir a la biblioteca (se consideraba un viejo, aunque hiciera caminatas en el Mirador y algunos catalogaran su salud como de hierro). Las reuniones se llevaron a cabo en su residencia y el proceso terminó con nuevas elecciones, que ganó Leonel Fernández. El planeado Frente Patriótico levantó la mano del peledeísta con la presencia del mismo Balaguer y de un Bosch ya anciano. Todo el país recuerda aquella mañana en el Palacio de los Deportes.
La Biblioteca del Banco Central debe ser muy transitada. Pude detectar una buena colección de revistas, entre las que es posible encontrar publicaciones sobre temas caribeños. Evidentemente, no se trata de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos y mucho menos de un museo. Cuando entras—recomiendo hacerlo en las mañanas—te das cuenta de que encontrarás la información necesaria para los estudiantes universitarios de ciencias sociales. Entre otros temas, la economía predomina y el movimiento no impide la lectura. Mi recuerdo es que era una biblioteca muy concurrida. Es obvio que tendrá libros sobre economía en todos sus aspectos. ¿Quiere usted, cualquier día, una sesión de lectura sobre el monetarismo?
La Biblioteca de la PUCMM en Santiago de los Caballeros siempre ha ejercido en mí una fascinación total. Considero este edificio como uno de los más impresionantes del país en términos arquitectónicos. Posee una hemeroteca inigualable y es posible subir a la misteriosa segunda planta, donde la literatura reina en los carritos que se usan para acarrear libros entre los escritorios. La alfombra contribuye a la sensación de estar en un escenario digno de un film destinado a perdurar en el tiempo. Las investigaciones que se realizan aquí son ampliamente reconocidas, pues alberga colecciones que esperan la mano del investigador. Pero más allá de su contenido, hago énfasis en su arquitectura: la considero la mejor del país por varias razones.
Este edificio de 5,000 metros cuadrados está rodeado de áreas verdes (su inauguración ocurrió en 1972), con senderos que conducen a otras instalaciones de la universidad. Estudiantes aplicados transitan por aquí, conscientes de que habitan en el campus más grande del país.
En el caso de la Biblioteca del Recinto Santo Tomás de Aquino, nombrada en honor a Rafael Herrera Cabral y fundada en 1981, estamos ante un gran acierto. Su lámpara eterna genera una impresión inigualable en los visitantes: "esto es fantástico". Una funcionaria de otra biblioteca relató que, al visitar la PUCMM, quedó boquiabierta ante la belleza de su diseño. Esta biblioteca, distribuida en varios pisos con estructuras hexagonales similares a los demás edificios del campus, fue un espacio clave para las discusiones y reformas económicas de los años noventa.
Dos bibliotecas me llevan a sospechar que albergan en sus anaqueles libros tan valiosos como los libros carmesí de la fantástica narración de Jorge Luis Borges. Y aquí viene la anécdota más curiosa: en Boca Chica, a orillas de la playa, encontré diez o más anaqueles llenos de libros norteamericanos, colocados para el uso de los turistas. En el histórico Hotel Hamaca, visitado por la élite internacional en la era de Trujillo y retratado fielmente por nuestro maravilloso escritor Arturo Rodríguez Fernández (de pluma fina y genial), observé a un turista comiendo pasta mientras dos sanquipanquis me contaban que estaban en compañía de dos turistas canadienses que habían conocido en el mar, cerca de la escuela de buceo. Esta biblioteca playera luce intrigante: no ha sucumbido a las tormentas que cada año golpean la costa caribeña, ni ha sido destruida por las olas que llegan hasta el edificio.
No puedo dejar de mencionar la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña, ubicada en la Plaza de la Cultura, donde recuerdo haber visto una gran colección de cómics. Estas bibliotecas, y muchas otras, son parte del esfuerzo del ser humano por archivar el conocimiento en diversas áreas. Algunas se especializan en temas específicos, como la Biblioteca del Banco Central, mientras que otras tienen un propósito más amplio con el apoyo gubernamental. Visitar una biblioteca es siempre una experiencia detectivesca: vas en busca de un libro y terminas encontrando muchos más. Me ocurrió con el libro Diario de un Vidente, de Alberto Lagunas, que leí en la biblioteca de Santiago.
Debo citar aquí dos bibliotecas más:
- La de la Sociedad Dominicana de Bibliófilos, respaldada por la colección de Vetilio Alfau Durán (30,000 volúmenes, considerada por algunos la más completa del país).
- La biblioteca de INTEC, Emilio Rodríguez Demorizi, con una vasta cantidad de volúmenes. Al entrar, se siente que esta debería ser la biblioteca de toda universidad: los académicos de esta casa de estudios deben estar orgullosos del trabajo que realizan, tanto en la investigación como en otras áreas (recientemente participaron en el "descubrimiento" de petróleo en Azua).
Existen otras bibliotecas, como la de la Fundación Global, pero el espacio no nos permite mencionarlas todas. Es comprensible que haya muchas bibliotecas privadas con grandes colecciones de volúmenes.
Una de las mayores sorpresas es la cantidad de libros que poseen los resorts y hoteles turísticos. Aunque no son bibliotecas con asientos, tienen anaqueles en espacios reducidos donde almacenan libros, en su mayoría extranjeros, para que los huéspedes los disfruten en la piscina o en la playa. No es raro ver a un turista con un libro en la mano, tomando el sol mientras lee algo de Anne Rice o James Patterson.
También merecen mención las bibliotecas de la UNPHU, UNIBE y el Domínico-Americano, tanto en Santo Domingo como en Santiago. En particular, la biblioteca de la UNPHU es un edificio memorable que merecería ser destacado en algún reportaje. En mi memoria, tengo el recuerdo de una película cuyo diseño arquitectónico en círculos se asemejaba a esta biblioteca. Quien se detiene en la segunda planta y mira hacia abajo, verá a los estudiantes que llegan en masa para realizar sus tareas o preparar un examen.
Sería interesante debatir si las nuevas tecnologías han aumentado o disminuido la asistencia a las bibliotecas. Lo que es claro es que algunas han incorporado métodos modernos de digitalización que permiten hallar material con un solo clic. En buena hora.