Hijos de la Macro
Macroeconomía dominicana, entre cifras y desafíos cotidianos
Decía Paul Samuelson, profesor del MIT: el gobernante tiene que elegir entre fabricar cañones para ir a la guerra o fabricar mantequilla para alimentar a la población. Este es el clásico ejemplo para explicar el Costo de Oportunidad en una economía. El ejemplo de Paul Samuelson es comprendido por un montón de estudiantes de la Universidad de Harvard. La funcionaria del Banco Central tiene claro que los indicadores macroeconómicos sirven para mucho.
Es entendible (la historia no se detiene), que los indicadores macroeconómicos cambien en cierta medida. A la par que tenemos la noticia de lo ocurrido en Siria, la escapatoria de Assad hacia Rusia, en el patio nacional nos quedamos con ciertas cifras que nos hablan de una mejoría macroeconómica. En las calles dominicanas la gente se preocupa por los tapones: Morrison, no Jim sino Milton, ha dicho que no vayamos a los tapones para no formarlos. ¡Es decir que lo esencial es no redimensionar los embotellamientos, vaya solución!
Algunos economistas han dejado de lado un estudio que se hizo en la década de los setentas donde se hablaba, ya tan temprano, de un boom del turismo. Otros booms habrán ocurrido en la economía dominicana. Las zonas francas reciben a su tiempo a una señora puertorriqueña que se encarga de controlar la calidad de los productos. La cantidad, como ocurre con la masa monetaria, será administrada por el mismísimo dueño y gerente de operaciones, entrenado en la Chrysler.
La inflación, para ir a tono con Keynes, se ha convertido en el problema esencial de países como Argentina y Venezuela (tienen un billete de 100,000 bolívares), en las antípodas políticas. Recién dice Milei que debe hablarse de un argentino que fue apresado por las fuerzas de Maduro. Las palabras de Milei son determinantes: "Agotaremos todas las instancias para traerlo sano y salvo."
En los indicadores que podemos leer en los portales oficiales, la macroeconomía del país parece tener la misma lección de años pasados. Se emite una enorme cantidad de moneda y se nos anuncia un crecimiento de 5.1. Suba de impuestos no es lo más recomendable (en Argentina se habla de instalar solo 6 impuestos), dice el economista dedicado a sondear en el empleo. Los indicadores nos muestran que hemos crecido.
Con una bebida ligera y dulce, podemos leer que la inflación se ha mantenido en los límites establecidos en el rango meta del Banco Central. Como nos demuestra ese profesor de economía español, Keynes decía que la inflación y el empleo, la solución que le hayamos, son antinómicas. La chica puertorriqueña sabe bien que la calidad determina en mucho la cantidad de negocios que un producto pueda tener: el acceso a mercados donde reinan productos ya establecidos y la llegada de otros nuevos.
Con un ejemplar de The Economist en la pantalla, anuncia el economista que este año que viene será de estabilizar los precios. Para él, de todo lo que se trata es de no caer en el mismo error que han caído algunos países latinoamericanos. La hiperinflación y el Déficit del Gobierno Central (un 3.1% en el 2024 según el Ministerio de Hacienda), son temas que domina como se amaestra a un perro o un gato tan amigos de Trump en la campaña electoral. Anunciada por Trump, la embajadora Leah nos dirá, a saber, que nuestra economía luce robusta. La explicación que tienen los economistas debe ser leída en función de una realidad que adquiere luces antropológicas: el pueblo dominicano ha aprendido a trabajar. En el marco productivo, hemos aprendido a echar hacia delante a un montón de empresas que vienen a engrosar las finanzas locales.
Al cabo de un análisis de las variables macroeconómicas, el lector llega a la conclusión de que tenemos una estabilidad que no debemos cambiar por nada. Que las calificadoras, el Banco Mundial y el FMI lo afirmen nos brinda una navidad optimista y un inicio de año auspicioso. Ojalá que la dinámica productiva no se canse o ralentice y que este 2025 nuestras maquinarias (el turismo, entre ellas), dupliquen y aumenten su participación en un PIB que, bajo la lupa de los economistas y el pueblo común, nos hace sentir que avanzamos.