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Encuesta y discurso social

La encuesta sobre cultura democrática en la República Dominicana muestra un preocupante aumento en la preferencia por el autoritarismo y la indiferencia social

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Encuesta y discurso social
Intolerancia y desigualdad, el talón de Aquiles de República Dominicana, según la Encuesta de Cultura Democrática. (SHUTTERSTOCK)

La recién publicada encuesta sobre cultura democrática en la República Dominicana entrega datos desoladores para quienes deseamos un mejor país. La simple lectura de sus porcentajes retrata una sociedad descreída de los derechos, satisfecha con la insolvencia del sistema político y sin remordimiento por la exclusión de mujeres, negros, no creyentes y homosexuales.

En diecinueve años hemos pasado de un 11.2 % a 20.8 % en la preferencia por el modelo autoritario de gobierno, y de 11.8 % a 27.1 % en la indiferencia social y política, hija de un «sálvese quien pueda» que exime al orden social de sus culpas. Todo se reduce a la capacidad del individuo de sobrevivir en la cadena trófica del éxito. Quien no lo logre ya sabe a dónde ir.

Cierto, un 57.1 % de las personas encuestadas declara su preferencia por el sistema democrático, pero ¿cuál democracia? La del discurso de significantes vacíos. No puede llamarse democrática una sociedad que excluye de los derechos de ciudadanía a las personas de sexualidad diversa (52.4 %), a quienes no comulgan con la imaginería religiosa (83.8 %), son mujeres (53.7 %) o descienden de haitianos (59.3 %). No puede serlo si nuestro parámetro es el establecido, grosso modo, por el marco teórico de la propia encuesta: el que nos remite al Estado de derecho y sus libertades correlativas.

En el ecosistema cultural dominicano, el discurso público (oficial y privado) conspira contra una sociedad que asuma la democracia como equilibrio de intereses plurales y el consenso. Es un discurso que persiste en arraigar la intolerancia frente al distinto, en cerrar las puertas al diálogo, y en hacer desear la tutela de un padre castigador.

Por tanto, mal haríamos en leer los datos de la encuesta como déficit social y moral de sujetos particulares y amorfos,  y no como el resultado concreto de narrativas ideológicas repetidas en bucle por los grupos de poder: la homosexualidad es patología y pecado; no tener creencias religiosas es apartarse de los designios de Dios (que, paradójicamente, sabe lo que seremos desde el inicio de los tiempos); la mujer es pura naturaleza y no constructo social; ser negro, una prueba irrebatible de inferioridad.

Contra todos estos grupos se desbarra sin tregua en medios y redes con «argumentos» lindantes con el odio y en nombre de supuestos valores que sirven de argamasa a la «identidad dominicana» y garantizan la permanencia en el tiempo de la nación. Nos inventamos una esencia para utilizarla como arma arrojadiza contra aquellos a quienes rechazamos.

 A favor de desmontar prejuicios, dogmas y mitos, el Estado apenas hace nada, más bien desmantela, o no adopta, políticas y programas que fomenten la igualdad y la diversidad; margina a las mujeres de los puestos gubernamentales y estales de relevancia, embute lo religioso sin miramiento, y trasmuta los derechos en retórica.

Todo esto, y no la estupidez individual, es la causa de que la encuesta desconsuele.

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Aspirante a opinadora, con más miedo que vergüenza.