El cuarteto de Normandía
Historia y secretos de la Operación Overlord
Este texto continúa, y concluye, la primera parte publicada el pasado viernes 21 de junio. En el 80º aniversario del Día D.
La Operación Overlord tenía tres objetivos: impedir el avance de las fuerzas nazi, que ya habían tomado control de gran parte de Europa y amenazaban continuar su periplo de conquista y avasallamiento; liberar a Francia, ya ocupada por las tropas de Hitler; y cambiar el curso de la guerra a fin de que la Unión Soviética, que estaba librando una severa batalla en el este, no pudiese ser conquistada por los alemanes.
Las fuerzas de la invasión aliada habían determinado desembarcar en cinco playas de la Normandía francesa: Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword, en la costa del Canal de la Mancha. Estos nombres les habían sido asignados por los códigos aliados. De estas, la de Omaha, considerada clave, parecía presentar dificultades para la operación. Los británicos y los norteamericanos habían realizado labores de inspección previa desde principios de año, utilizando un submarino de bolsillo. Empero, el general norteamericano Omar Bradley sugirió a Eisenhower que la playa de Omaha debía ser examinada para determinar si tenía la suficiente firmeza para el movimiento de los tanques de la infantería. Era una inspección arriesgada y muy difícil. Solo dos soldados británicos, del Grupo de Operaciones Especiales de Reconocimiento y Asalto de Playas, ejecutarían la acción. Debian desplazarse a nado hacia las costas armados solamente con un cuchillo, una pistola 45, una barrena de mano y un recipiente para depositar las muestras de suelo, con el temor de ser descubiertos por los soldados alemanes que se mantenían en constante observación desde los garitos de la playa. Cuando concluyeron su labor, fueron llamados a Londres para que seis almirantes y cinco generales escuchasen su informe que determinaba que la playa de Omaha representaba un "adversario formidable" para la operación y que, de seguro, sería el escenario donde ocurrirían muchas bajas. Empero, no hubo vuelta atrás. Bradley -el último general de cinco estrellas del ejército de Estados Unidos- y opositor feroz de las estrategias del general británico Montgomery, estaba decidido a continuar con la operación.
A esa hora, Ike Eisenhower había decidido contra todo riesgo que se lanzaran volantes entre la población francesa advirtiendo lo que ya era inminente. Los soldados recibieron permiso de 24 horas, lo cual les hizo suponer que la operación estaba próxima. Se dio incluso un hecho muy singular: muchos de los soldados que pidieron la baja o habían desertado por el peligro que suponía el desembarco, optaron por regresar. Ninguno fue castigado. "Dejaron que cada cual se redimiera en el campo de batalla", anota Beevor.
Se inició el abordaje de las lanchas de desembarco, mientras las condiciones meteorológicas continuaban siendo un obstáculo para la operación. Ike exigía un pronóstico para los cinco primeros días, a lo cual se negaba Stagg: "Si respondo a esto, señor, estaré haciendo conjeturas, no ejerciendo las funciones de su asesor meteorológico". Un general británico, sir Frederick Morgan, la dijo al oído a Stagg: "Ojalá no vuelva usted a hablarnos más de depresiones atmosféricas. Recuerde que, si usted no ha interpretado bien los presagios, lo colgaremos en la primera farola que encontremos". A esa hora ya los primeros barcos habían zarpado. Era viernes, 3 de junio.
Pronto, los pronósticos de Stagg y el equipo de meteorólogos británicos y estadounidenses, se confirmarían. Estaba ocurriendo un rápido descenso de los barómetros, vientos de fuerza seis, mares agitados, nubes bajas. Se convocó a reunión urgente del Estado Mayor. Ike escuchó en silencio el parte meteorológico. Tomó la decisión de aplazar de nuevo la operación por veinticuatro horas. La fuerza aérea, clave en la acción, no podría volar sus aviones en esas condiciones. Había que obligar a los convoyes a que se devolviesen y enviar destructores para que las lanchas de desembarco, con las que no pudo establecerse contacto por radio, regresaran al puerto. Mientras tanto, Stagg observaba desde la ventana de su tienda de campaña que aquel domingo 4 de junio el cielo estaba despejado, no había vientos y el sol se asomaba. Sería por breve tiempo. La nubosidad apareció por el oeste y los vientos comenzaron su fiesta de espanto. La Operación Overlord sería aplazada por dos semanas, temiéndose que el secreto ya no iba a poder mantenerse y que la moral de los soldados quedaría afectada.
Entretanto, Winston Churchill hizo saber su propia planificación del Día D, al tiempo que exigía que le permitiesen observar el bombardeo de la costa desde el crucero británico Belfast. Tuvo que intervenir el rey para disuadirlo, ya que los generales y almirantes británicos desaprobaron la propuesta. Churchill, obsesivo, dijo que utilizaría su tren privado, en calidad de cuartel general móvil (era primer ministro, pero también ministro de defensa) para estar cerca del comando supremo de Eisenhower. Lo hizo. Los oficiales británicos calificaron la acción de fanfarronería. A bordo de su tren le llegó a Churchill la noticia de que Charles de Gaulle sostenía la posición de que debía formarse en Francia un gobierno insurreccional, bajo su mando. Churchill desaprobó el plan, al igual que el presidente Roosevelt. Uno y otro, que detestaban a De Gaulle, lo consideraban un dictador en potencia. No podían aceptar que los ejércitos aliados invadieran Francia para colocar a De Gaulle en el poder. Churchill escribió a Roosevelt: "A pesar de todos los defectos y disparates de De Gaulle, últimamente ha mostrado indicios de querer colaborar con nosotros y, a fin de cuentas, es muy difícil mantener a los franceses al margen de la liberación de Francia".
Pero, hubo más. Cuando Eisenhower y Churchill explicaron la Operación Overlord a De Gaulle y le mostraron el mensaje que él debía dirigir al pueblo francés el Día D, el líder de la Francia Libre se negó rotundamente. Su ego no le permitía hablar después de Roosevelt. Hizo más: ordenó a los oficiales franceses que no respaldaran la invasión y que no acompañaran a las tropas. Churchill se volvió una fiera, acusó a De Gaulle de "traición en plena batalla" y ordenó que lo enviaran a Argel "encadenado, si es necesario". En el ínterin de aquel drama entre líderes, el tiempo había comenzado a dar muestras de mejoría. A partir del lunes en la tarde las condiciones se mostrarían suficientemente buenas para el desembarco. Ike se dirigió a Montgomery para preguntarle si tenía alguna objeción para comenzar el martes. Monti le respondió: "Ninguna. ¡Adelante!". Ike sonrió al fin, después de varias semanas de enojo y nerviosismo. Cinco mil barcos zarparon en ruta hacia el destino final, mientras Eisenhower despedía a los soldados personalmente en el muelle
Al amanecer del martes 6 de junio de 1944, doce mil soldados de la Armada y el Ejército de Estados Unidos, respaldados por la Armada Real Británica, desembarcaron en la playa de Omaha, en Normandía. Había llegado el Día D. En total, 130 mil tropas aliadas arribaron, a sangre y fuego, en las cinco playas acordadas; 23,500 paracaidistas británicos y estadounidenses, tres millones de soldados y 6,000 carros de combate formaron parte del operativo final. La resistencia francesa, fundada por Churchill y comandada por De Gaulle, cumplió un rol impresionante, colaborando en tierra con las tropas aliadas. De Gaulle pronunció el mensaje radiado que le había encargado Eisenhower; Patton cumplió su tarea con estricta precisión; Montgomery se ufanaba de que su estrategia había sido la clave del éxito (en verdad, su rol se constituyó en un gran fiasco). Los solistas del cuarteto de Normandía -Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá y Francia-, respaldados por una orquesta con oficiales y soldados de 12 países, comenzaban apenas el largo y cruel concierto de tres meses que se iniciara con el Día D y que costaría la vida a cerca de 500 mil personas, soldados y civiles. Ante el éxito del desembarco Ike y su Estado Mayor fueron a tomar un trago, jugar damas y ver la más reciente película de Bob Hope, "They Got Me Covered" ("Ellos me cubrieron"). De su parte, Churchill, una vez convencido del triunfo en el Día D, se acomodó en su despacho y ordenó un escocés doble para celebrar el suceso, mientras se empecinaba en continuar leyendo el Paraíso Perdido, de Milton, cuya lectura había iniciado en la semana santa previa.
- STALINGRADO
Antony Beevor, Círculo de Lectores, 2001 , 538 págs.Tres años antes del Día D, en junio de 1941, Hitler ordenó el avance de sus tropas para la conquista de la URSS en la llamada Operación Barbarroja. Stalingrado fue el escenario de una de las más cruentas batallas del siglo XX.
- ARDENAS 1944
Antony Beevor, Círculo de Lectores, 2015, 572 págs.La última apuesta de Hitler. Seis meses después del Día D, las tropas alemanas inician una ofensiva en los bosques nevados de las Ardenas con la finalidad de dividir a las fuerzas aliadas.
- DRESDE 1945: FUEGO Y OSCURIDAD
Sinclair McKay, Taurus, 2019, 415 págs.El relato de uno de los bombardeos más famosos de la historia, contado a partir de las voces de quienes lo sufrieron. Últimos días de la Segunda Guerra Mundial. 796 bombarderos, 25 mil personas muertas y una ciudad en ruinas.
- A LA SOMBRA DE CHURCHILL
John Colville, Círculo de Lectores, 2007, 965 págs.Los Diarios de Downing Street, de 1939 a 1955, escritos por el asistente de Winston Churchill. El trazado de la leyenda épica de unos de los gigantes de la historia universal.
- LAS SETENTA GRANDES BATALLAS DE TODOS LOS TIEMPOS
Jeremy Black, Círculo de Lectores, 2005, 304 págs.Un equipo internacional de especialistas en historia militar, con un profesor británico a la cabeza, reconstruye y analiza las setenta batallas decisivas en la evolución de la historia mundial.