Ejercicios de resiliencia
Voces de la diáspora dominicana en España: Historias de resiliencia y superación
La embajada dominicana en Madrid anda empeñada en elevar el perfil de la diáspora en el Reino de España. Bato palmas. En el camino ha descubierto ejemplos de buena ciudadanía y jóvenes talentos que, pese a que algunos no han nacido en el país, han aprendido que lo nuestro es también suyo. Aferrados a valores que alimentan nuestra idiosincrasia cual savia vigorosa, han sorteado con éxito las dificultades inherentes a la migración y vencido estereotipos hirientes.
Voces de la diáspora dominicana en España, en dos volúmenes, recoge el testimonio de un puñado de esos domínico-españoles, sobresalientes todos en el campo de batalla que la vida les ha deparado. Se trata de dos libros inspiradores, compilados y editados por Ada Wiscovitch Carlo, esposa del embajador Juan Bolívar Díaz Santana. El último fue puesto en circulación hace unos días, dentro de las actividades de la Feria del Libro de Madrid. La celebración me jugó una buena pasada porque hizo aflorar emociones combinadas con orgullo. También una tristeza inmensa al comprobar que la tragedia del inmigrante y sus descendientes no tiene fin.
Emigrar trasciende el simple cambio de geografía: es una aventura en lo desconocido, un viaje a la incertidumbre y al desarraigo. Aunque el idioma sea el mismo, abrir la boca constituye una declaración de extranjería, una declaración de diferencia. Aprender y enseñar se convierten en una tarea diaria de la que no siempre se sale airoso. La nostalgia y la dureza del nuevo hábitat se combinan para abonar una desolación interna que a menudo desemboca en frustración y desesperanza. Los españoles no son inmunes al virus de los estereotipos, mucho más en el ámbito en que normalmente se desenvuelve el inmigrante.
A la diáspora dominicana le asignamos valor por las remesas que engrosan las cuentas nacionales en el renglón de moneda extranjera. Su contribución al producto interno bruto se resalta como factor decisivo del desarrollo nacional. Hay eso, sí, pero mucho más. Limitada la contribución de nuestros conciudadanos en el exterior a lo económico, se dejan de lado otros aportes sustantivos. Estos libros patrocinados por la embajada dominicana en España corrigen en parte esa miopía. Relevan la fortaleza del dominicano, su apego a una cultura y valores que son norte en la adversidad. De paso, tallan en sus alrededores otra imagen, positiva, del país y su gente.
Aunque menos notable que en los Estados Unidos, donde vive el grueso de la diáspora dominicana, el color de la piel es una marca de inferioridad para algunos españoles. El acoso en las escuelas, el trabajo y la vía pública ha emponzoñado el diario vivir de muchos de los nuestros, como dolorosamente aparece en el relato de los jóvenes en el segundo tomo. Empero, la repugnancia por la discriminación cede espacio amplio a la respuesta digna de las víctimas: sonrisas, gestos amistosos y un esfuerzo sincero por explicar quiénes son, de dónde vienen y lo que significa la diversidad. Nos une una humanidad que va más allá de la tonalidad cutánea o el acento. La nacionalidad nada tiene que ver con el ADN.
La incomprensión llevada al extremo del rechazo obliga al esfuerzo extra y genera resiliencia. La riqueza de la diáspora reside en ese espíritu de resistencia, en ese convencimiento de que no hay otra manera de salir adelante sino dando lo mejor y, en oportunidades, poniendo la otra mejilla. Sin importar la hostilidad, estos hijos de dominicanos que llevan su etnia con orgullo y a quienes la tradición familiar inspira y no frustra, sobresalen en la escuela y ganan premios al mérito.
A Iván Dono Doñé y Arantxa Esther González Báez, dos de los jóvenes participantes en el panel que acompañó la puesta en circulación del tomo segundo del cual son articulistas, los culpo por la humedad que a dura pena contenía en mis ojos. Su relato, vigoroso y bien articulado, dobla como drama y epopeya. Ambos nacieron en España, pero el exceso de melatonina y el pelo son barreras ocasionales que impiden la aceptación plena del colectivo, primero en la escuela y en menor medida en la universidad. Sí, son diferentes, pero por mérito propio, por la búsqueda intensiva de la excelencia que han alcanzado. Copio de la hoja de vida: "Arantxa estudia Derecho y Relaciones Internacionales, la carrera con la nota de corte más alta en su universidad, en Alicante. Fue ganadora de la mención honorífica de la Junta de Andalucía en la asignatura de Lengua Castellana y Literatura en la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y obtuvo matrícula de honor en el bachillerato en Ciencias Sociales. Asimismo, fue una de las ganadoras de la X Edición del Premio al Mérito Escolar por la embajada de la República Dominicana en España". A esas notas añade el trabajo de voluntaria en la formación artística de niños.
Dono Doñé fue también matrícula de honor en todo el bachillerato, ganador de premios literarios y de una beca de la Fundación Amancio Ortega que le permitió vivir un año en los Estados Unidos. También mereció el premio de la embajada dominicana. ¿Cómo lo vivió? "A pesar de que algunos amigos me felicitaron, acabaron desprestigiando el premio con el fin de restarle importancia a lo que había conseguido. Para ello emplearon argumentos deleznables, como que ganar el premio era fácil porque todos los dominicanos carecen de nivel académico, ya que pertenecen todos al gueto y a las bandas callejeras, además de tener un nivel económico paupérrimo". No calló, sino que se atrincheró en "la gran faceta cultural e intelectual de este país, que había conocido gracias al viaje" organizado por la embajada dominicana.
La epifanía le vino cuando en tierra de sus ancestros por el lado materno, el historiador y empresario domínico-español Manuel García Arévalo le regaló el libro Los gallegos y otros españoles en Santo Domingo (1492-2014), de Carlos Esteban Deive. Comprendió que la emigración es una avenida de doble vía y que "ambas naciones han dejado huella en la otra". De justicia confesar que cuando rescaté la premiación en mis días al frente de la embajada dominicana en Madrid (2014-17), mi primera solicitud de ayuda fue a la fundación que patrocina Garcia Arévalo, amigo entrañable de larga data, quien respondió de inmediato y ha mantenido su contribución a lo largo de los años y dos embajadores más.
Parte del drama del inmigrante es la confusión cultural que sobreviene cuando en la República Dominica se le ve con extrañeza por el acento y modismos en el habla y, en España, se le rechaza por el color de la piel. Estos jóvenes han solucionado el rompecabezas asumiendo la herencia dominicana como parte integral de su vida al tiempo que se acoplan a la cultura que le viene por nacimiento y vivencia: la española. De nuevo las ideas de Dono Doñé, inmerso en los estudios de Medicina en la Universidad Complutense de Madrid:
"Yo he nacido y me he criado siempre en Galicia, pero tengo familiares con orígenes migratorios, por lo que no dejo de pertenecer a cualquiera de mis dos patrias: España y República Dominicana. Es más, pertenezco a estos dos países como cualquier otro, mientras que tengo la suerte de ser multicultural. Así, esta perspectiva de afortunado ha sido la que he mantenido en estos últimos tiempos, como respuesta a mi conflicto inicial; es totalmente compatible ser y sentirse dominicano y español simultáneamente, tanto como considerar como patria a ambos países. Y así es como pienso y me siento yo actualmente".
La diáspora tiene muchas voces que se expresan con propiedad en el idioma universal de la tolerancia, en el que caben todos los acentos.