¿Y si el problema era otro?
La lista es repetitiva y larga: construcción de cientos de aulas, fondos para la tanda extendida, contratación de profesores, huelgas de la ADP, subida de sueldos. Los suplidores del desayuno se quejan.
Problemas sospechosos en la cooperativa de maestros, acoso escolar en las aulas, brecha digital. Brecha social: las élites pueden contratar tutores a domicilio para sortear con relativo éxito la pandemia. Aquellos negocios con las mochilas que hoy llevan todos los mensajeros de la ciudad. Embarazos adolescentes, niñas que abandonan la escuela, perpetuación del círculo de la pobreza. La educación ya no es el ascensor social.
Licitaciones para computadoras, para tablets, para notebooks, conectividad en todo el país. Escuelas a las que ni en motor se llega, con maestros entregados y banderas raídas. Educación por competencias, sombrillas amarillas, el 4% del PIB. Educación bilingüe, trilingüe y en creol. Hay que saber programación porque es el idioma universal. Prioridad... STEM.
Ideología de género en las aulas, educación sexual, bronca con las iglesias. Informes Pisa como baldes de agua fría. Becas para maestrías y alumnos que no regresan. Universidades como negocio, aquí y allá. Educación presencial, virtual, por televisión, grupos de wassap. Padres agotados, alumnos deprimidos. Pandemia.
Cientos o miles investigando, discutiendo, pensando, proponiendo. Años de seminarios, conferencias, talleres, grupos de trabajo, asesorías, informes, pactos, acuerdos y desacuerdos.
(Pero mientras todo eso ocurría los profesores habían olvidado cómo enseñar a leer.)