Mi casa es mi oficina
Para los próximos meses están sobre la mesa la revisión del Código Laboral y la reunión del Comité Nacional de Salario para la revisión de los salarios (son muchos) mínimos intersectoriales.
Y en medio... irrumpió el teletrabajo, al que las empresas públicas y privadas ya dedican horas de estudio. ¿Ha venido para quedarse? ¿Es suficientemente interesante para trabajadores y empleadores? ¿Somos igual de productivos? ¿Cómo se trabaja desde casa con los niños que reciben clases virtuales? ¿El sueldo debe ser igual, mayor o menor? ¿Debe ser opcional o es una decisión unilateral? ¿Quién debe asumir los costos de la operación? ¿La empresa debe correr con los gastos de la estación de trabajo, el equipo y la conexión a internet en el hogar?
¿Qué hay de los riesgos laborales o de la duración de la jornada laboral? ¿El teletrabajo empujará los sueldos hacia arriba o los deprimirá? ¿Cómo influirá en las relaciones personales? (¿Se acabarán los romances de oficina?) ¿Supone un ahorro de tiempo y de dinero?, ¿bajarán los alquileres de oficinas? ¿Aliviará el problema del tráfico, bajarán la contaminación y los tapones?
¿Y las reuniones?, ¿cuántos zoom al día puede soportar una persona normal? ¿Quién garantiza la confidencialidad?, ¿habrá una nueva generación de hackers husmeando los encuentros? ¿Cuántos empleos de apoyo en las oficinas se perderán? ¿Cuántas nuevas profesiones se generarán? ¿El teletrabajo favorece a las mujeres?
¿Quién gana? ¿El empleado o la empresa?
Mientras tanto, la pandemia ha revolucionado el entorno laboral pero todavía se respira ese aire de provisionalidad, de que todo está por definirse...