Waze
La renuncia a la ciudad, cómo el tráfico nos empuja al encierro
"Me rindo. En 200 metros doble por donde pueda. O no." Cuando ella claudica, esa voz que le ayudaba a sortear tapones, a veces por rutas insólitas... usted sabe que todo está perdido.
"No me gustan los contratos que se suspenden y se siguen cumpliendo..." Cuando doña Milagros, la directora de Ética e Integridad Gubernamental, hace un comentario tan agrio... usted piensa que es posible que algunas cosas estén casi perdidas.
Y de nuevo en el tapón, aceptando mansamente que no tiene escapatoria, usted piensa que los dueños de Transcore Latam deben estar riéndose bastante. Porque después de que se destapara el chanchullo del contrato, es inaceptable que todavía mantuvieran el control de los semáforos... y de las cámaras que vigilan, como el Gran Hermano, quién va y por dónde. Que son muy útiles para descubrir fechorías y aclarar accidentes pero que permiten también saber, si las intenciones son otras, a dónde y con quién va usted. (Y nos entendemos.)
Así las cosas, la reforma del Código laboral va a tener que medir bien sus propuestas para el teletrabajo. Porque ya no va a ser una opción; no hay quien llegue a tiempo ni en buen estado mental a su empleo.
Se empieza por dejar para otro día lo que no es imprescindible. Luego, usted se da cuenta que cada vez hay menos cosas imprescindibles y termina cogiéndole cariño a no salir de casa. Y piensa, satisfecho, cuánto dinero ahorra en combustible. Y que en realidad, mejor ver una película en Netflix que en el cine. Y que ya están los deliverys para comer pizza, con la doble ventaja de que se la traen y no los tiene que sufrir en la calle.
(Ya lo dice dice el refrán: "el que no se consuela es porque no quiere.")