El tesoro de Cabo Rojo
El proyecto de Cabo Rojo sigue su camino
El proyecto de Cabo Rojo sigue su camino. Se mueve todavía en los vericuetos de la legislación y las figuras de financiación complejas. La realidad es que este proyecto estrella todavía no convence. Bien porque parece que el dinero privado no se enamora de la idea, bien porque los obstáculos que impone la grandiosidad del objetivo final no parecen estar resueltos.
El agua es uno de ellos. Aunque el gobierno asegure que se han identificado fuentes subterráneas (y otras) que garantizan suministro por 25 años, se sabe que los polos turísticos de todo el país mantienen un desafío complejo, arduo, para abastecerse. La cantidad de obra de mano que se necesitará no está disponible en la zona así que la migración que provocará necesitará de su propia infraestructura habitacional y servicios. Que tampoco existen.
El objetivo, el desarrollo de esta parte del país, es tan loable que cualquier crítica parece desalmada: ¿Quién se va a oponer a que una provincia pobre goce del desarrollo evidente que ha traído el turismo a otras?
Quizá son las prisas, o que los inversionistas grandes no han mostrado interés, o que hay que buscar formas de financiamiento complejas en las que el sector público lleva el peso más allá de lo razonable, o que se sabe que ambientalmente es una zona frágil con ecosistemas amenazados y nadie ha explicado de manera convincente cómo se van a resguardar. O que no se resuelven los problemas de arrabalización y desorden urbanístico de otros puntos, o que cada vez hay menos playas realmente públicas en el país o que el turismo que se había prometido para esta parte del país era de menor impacto.
O, de nuevo, que el dinero privado no parece estar interesado y que normalmente el dinero privado no dejaría pasar una oportunidad tan maravillosa como se pinta.