Total... estaban muertos
Todas las culturas han respetado el paso de la vida a la muerte con ceremoniales y ritos de diferente naturaleza.
Antes que el homo sapiens, el homo naledi, (todavía un homínido) depositaba a sus muertos en el fondo de una cueva de Sudáfrica, de muy difícil acceso. Los paleoarqueólogos todavía estudian si esos huesos pueden calificarse de enterramiento con ceremonia social incluida o no. De eso hace más de 100,000 años.
Todas las culturas han respetado el paso de la vida a la muerte con ceremoniales y ritos de diferente naturaleza. Lloramos en los velorios, desde los que se celebran en aire acondicionado a los que unos blocs de hielo soportan un humilde ataúd. Las elegías son muestras de la más alta poesía y los obituarios, una despedida respetuosa. La Catrina invita a beber y bailar como si ellos, nuestros muertos, estuvieran vivos todavía y los epitafios en bellas tumbas de cuidados cementerios a veces son mensajes para los vivos que el muerto ha querido dejar.
Se crea en otra vida o no, el ser humano necesita despedirse, pasar un duelo. La muerte hace pensar en la propia vida sobre todo si no se cree en otra posterior. Las momias de la antigüedad desde Egipto a Perú, las “fotos de muertos” del XIX. Las incineraciones y los enterramientos... En cualquier época, en cualquier cultura, religión o lugar del planeta la muerte inspira respeto. Y exige, porque se necesitan, unos protocolos religiosos o sociales.
La semana pasada seis cadáveres de niños recién nacidos fueron encontrados en la puerta del cementerio Cristo Salvador. Tirados, con sus pañales y medias. Habían fallecido en el Hospital Ciudad Juan Bosch y “entregados” a la Funeraria La Popular. El enterrador, El Grillo, no los recibió porque estaba fuera de horario, bebiendo.
El desprecio hacia estos niños y sus familias por parte todos los involucrados es imposible de entender o expresar.
(Y sin embargo... no pasa nada. Involucionamos.)