Celo profesional
Los periodistas estamos acostumbrados a que nos feliciten o nos aborrezcan
Hay diseñadores de moda que no se ofenden si una mujer no viste sus propuestas. Al contrario, en algunos casos hasta lo agradecen. Igualmente, para muchos músicos es indiferente que alguien exprese que lo que toca "no es su estilo". De hecho, lo comprenden: los músicos de jazz saben que la mayoría no puede apreciar tanto virtuosismo. Y a los llamados artistas urbanos les es absolutamente indiferente que su música no guste a muchos porque gusta a quien ellos quieren gustar.
Los cocineros son otro grupo que se desentiende en buena parte de las desafecciones. Asumen que una "deconstrucción de magras con tomate adornada de esferificaciones de aceituna picual" no está al alcance de cualquier paladar y lo disculpan desde el pedestal de su gran gorro. Han trascendido del oficio de dar de comer a la categoría de hacernos pensar, y a eso no todo el mundo se apunta.
Tampoco los poetas hacen mucho drama con que sus audiencias sean pequeñas: saben que la poesía necesita a un lector con un espíritu y un alma dispuestos y que últimamente el personal elige lecturas más breves, como los mensajes de WhatsApp.
¿Y los escritores? Si son novelistas aspiran a masas de lectores y les fastidia un poco tener una parroquia limitada. Si son intelectuales de una sesuda disciplina, creen que cuanto menos gente les entienda, más méritos académicos logran. Los periodistas estamos acostumbrados a que nos feliciten o nos aborrezcan. Gustar a todo el mundo sería sospechoso...
Pero los artistas, los actores... esa es otra cuestión. Nunca le diga a un pintor que no le "llega" su obra o que no es su estilo preferido. Ni a un actor que en realidad no le gustó la obra... Nunca se lo perdonarán.