Esperanzas y dudas
Divisiones internas amenazan la reconstrucción de Siria
Antes de que las masas y las fuerzas rebeldes hiciesen justicia, tomó las de Villadiego. La dictadura siria de más de medio siglo acabó en ignominia. Empero, la caída de Bachar el Asad ha dejado el país en un caos profundo. Lo que parecía un logro ha devenido vacío de poder, con saqueos, disparos y destrucción de infraestructura pública. Las milicias rebeldes, que antaño luchaban contra el régimen, ahora intentan contener el desorden desde comisarías y puestos abandonados por un Ejército que dejó tras de sí tanques y uniformes.
Con la apertura de la prisión de Saidnaya han aflorado las atrocidades del régimen. Allí, al menos 30.000 personas perdieron la vida entre torturas y ejecuciones. Familias enteras, desesperadas, acudieron al lugar en busca de respuestas sobre sus seres queridos desaparecidos, enfrentándose a las pruebas de una crueldad sin límites. Episodio estremecedor que revela la tragedia vivida.
Los lobos están al acecho. Derrocar al dictador era solo el primer paso hacia la estabilidad. La nueva realidad coloca a Siria frente a un desafío monumental: establecer un nuevo gobierno que pueda unificar a un país fragmentado por intereses religiosos, políticos y regionales. El Consejo Nacional Sirio lidera las conversaciones para encauzar las negociaciones. Empero, la diversidad de las facciones involucradas, en su mayoría islamistas, dificulta el consenso. Cada grupo lucha por su cuota de poder, y las divisiones internas presagian inestabilidad.
Atrapada entre su trágico pasado y un futuro incierto, Siria transita una etapa peligrosa. Las puertas a la libertad están abiertas, pero la falta de un liderazgo claro y cohesionado pone en riesgo la posibilidad de un nuevo orden, dejando a la población en un estado de vulnerabilidad extrema.