Horror nacional
Cómo el patriarcado perpetúa la culpa en las víctimas de abuso
Horror total. Las violaciones de dos niñas de que se acusa a maestros de San Pedro de Macorís estremece. Al menos las autoridades no se anduvieron por las ramas y actuaron con la premura debida. Ya Educación ha prestado ayuda sicológica. Quisiéramos decir lo mismo de la Asociación Dominicana de Profesores.
Estos crímenes atroces nos enfrentan a un espejo inquietante como sociedad. La repetición de estos casos expone fallas en la evaluación y selección de docentes, sujetos a criterios académicos, pero también éticos y psicológicos. Personal que brega con la formación y la inocencia de niños requiere de cribas severas. Concedido: siempre habrá excepciones.
El problema, sin embargo, trasciende estos actos individuales. En el relato de una de las niñas, surge un elemento perturbador: un sentimiento de culpa por haber accedido a darle su número de teléfono al maestro que la victimizó, lo que nos lleva sin escala a ese magma en que se mueve nuestra sociedad.
Las dudas obedecen a la interiorización temprana de códigos patriarcales asentados en nuestra cultura. La mujer es el agente de provocación y de seducción. Eva violó la regla al comer del árbol prohibido. Heroína Judith, sí, pero por vía de la traición amparada en sus encantos. Dalila perdió a Sansón y Pandora nace como castigo a los hombres porque Prometeo robó el fuego de los dioses. El islam prescribe el velo y en el judaísmo ortodoxo, la mujer enmascara la figura.
Mientras estas creencias y sus derivaciones perversas continúen, será difícil erradicar las conductas aberrantes que hoy nos horrorizan. Más allá de la condena, procede transformar las bases culturales que normalizan estas dinámicas. Solo así podremos proteger verdaderamente a nuestras niñas, desamparadas desde que nacen.