Eliminar el hambre: un propósito necesario
El enfoque debe ir más allá de la simple asistencia alimentaria
Eliminar el hambre para 2028 es, sin duda, una meta de gran valor y un paso significativo hacia la justicia social y la equidad. Se ha intentado antes infructuosamente, a pesar, no obstante, de ser una de las expresiones más graves de la pobreza. Limita el desarrollo físico y cognitivo de las personas, e incluso su capacidad de integrarse al progreso económico y social del país. Por tanto, erradicarla trasciende la obligación moral para convertirse en una reivindicación.
Caveats, los hay. El enfoque debe ir más allá de la simple asistencia alimentaria. Como enseña el proverbio del pescador, hay que generar las condiciones para que las personas puedan participar activamente en la producción y el crecimiento económico. Esto implica programas integrales que combinen educación, formación técnica, acceso a recursos productivos, y generación de empleo. La liberación del hambre debe ser también el rescate de la dignidad y el empoderamiento.
En una democracia, meta tan ambiciosa reclama la participación de todos los sectores. Al privado corresponde un papel clave mediante la creación de empleos dignos, la inversión en comunidades vulnerables y el apoyo a iniciativas de responsabilidad social corporativa. La colaboración entre el Estado, las empresas y la sociedad civil puede garantizar soluciones sostenibles y de impacto duradero.
En seguimiento al anuncio del presidente, estamos a la espera de planes bien pensados y ejecutables. Corresponde que las autoridades presenten un programa detallado y un cronograma claro que explique cómo se logrará. Los ciudadanos deben conocer las estrategias, los recursos disponibles y los indicadores de progreso. Una planificación efectiva y la participación de todos son indispensables para que este objetivo se convierta en una realidad tangible y transformadora del país.