Haití y la RD
La inasistencia de representantes haitianos en la jura de Abinader es vista como un gesto inamistoso
La jura de Luis Abinader debió ser la ocasión propicia para reanudar los lazos amistosos entre Haití y la República Dominicana. Lamentablemente, detalles aparentemente nimios han echado por tierra tal posibilidad.
El primer ministro haitiano, Garry Conille, dio a entender días atrás que no asistiría al acto solemne. En su lugar, se anticipaba que al frente de la delegación haitiana estaría Eduard Leblanc Fils, presidente del Consejo Presidencial de Transición y a quien, protocolariamente hablando, corresponde la más alta representación del Estado. Despachos de prensa indican, sin embargo, que el mandatario tampoco asistirá y se arguye como causa el cierre del espacio aéreo dominicano a vuelos procedentes de Haití.
El argumento tiene peso relativo. Ciertamente carece de sentido la clausura indefinida del transporte aéreo entre los dos países, superados ya los problemas de seguridad en el Aeropuerto Internacional Toussaint Louverture, de Puerto Príncipe, donde operan normalmente cada día aviones norteamericanos. Igual normalidad se advierte en Cabo Haitiano, en el norte. La invitación a las autoridades haitianas bien pudo coincidir con el levantamiento de las restricciones.
Empero, la inasistencia haitiana es un gesto inamistoso. Se pasa por alto la oportunidad de un tête-à-tête al más alto nivel para reducir tensiones y reencauzar las relaciones. La invitación a la jura del presidente dominicano necesariamente llevaba implícito el permiso para que las autoridades vecinas viajaran a territorio dominicano. En diplomacia, la convocatoria a la inauguración de un gobierno democrático es un honor y una señal positiva digna de reciprocidad. Mucho más entre dos países urgidos de resolver sus diferencias por la razón simple de la geografía.
El desaire sabe a retama, pero erraríamos si lo aceptamos como obstáculo insalvable para la indispensable buena vecindad.