Los candados
Meritorio es que el presidente Luis Abinader enarbole como legado inmediato la cancelación del juego de las reformas constitucionales reeleccionistas
La reelección presidencial tiene perfil de tragedia en nuestra historia. El afán de mantenerse en el poder ha marcado un curso de luchas intestinas, desintegración social y conculcación de las libertades.
Ha acarreado el debilitamiento de las instituciones con una deriva cuestionable: reformas constitucionales espurias para posibilitar el continuismo. Menos mal que esos cambios, traumáticos en oportunidades, se han circunscrito a un segundo periodo. La carencia de votos suficientes en el Congreso o llamadas telefónicas sorpresivas han cortado el paso a las intenciones y sobresaltos de una tercera vuelta. Sin ir más lejos, la reelección es madre del descalabro que hoy acusa el otrora exitoso Partido de la Liberación Dominicana: no supo liberarse de ambiciones políticas desmadradas y a destiempo.
Meritorio es que el presidente Luis Abinader enarbole como legado inmediato la cancelación del juego de las reformas constitucionales reeleccionistas. Tiene en sus manos las llaves para aspirar a un tercer cuatrienio y, sin embargo, se decanta por candados que blinden la Constitución frente a las obsesiones compulsivas por continuar en el dominio de la res publica.
Tal como se ha planteado, limitar la presidencia a dos mandatos lleva tranquilidad al país, elimina la posibilidad de crisis institucionales y garantiza una mayor competencia política. Sin el fantasma del tercer periodo, habrá más dedicación a los asuntos del Estado y menos al clientelismo que corroe la gobernanza y retarda la razón en el manejo de la administración pública.
Eliminar con cerrajería fuerte el acceso a una tercera reelección confiere autoridad a Abinader para acometer reformas de calado. Nadie podrá acusarlo de maniobrar para continuar en la poltrona presidencial más allá del 2028. Es un legado de consecuencias positivas en lo inmediato y en el futuro.