La forma encubre el fondo
La recta de la perfección y sus riesgos
La insatisfacción con nuestra apariencia —añádase una sobredosis de vanidad— explica el auge de los cirujanos plásticos y demandas a médicos en tribunales dominicanos. Una nariz respingona o que delate al negro detrás de la oreja, simplemente molesta. No huele bien. El Gólgota rosa, con los versos eróticos del poeta Fabio Fiallo, debe ocupar la mente de quienes se recrean, aunque de soslayo, en las glándulas destinadas primordialmente a la alimentación infantil. Reivindicado Freud cuando retrotrae la búsqueda del placer a etapa tan temprana como la oral.
Si la tortura de los abdominales es insuficiente, la ciencia ha creado otras peores pero con resultados más rápidos; y a veces, inesperados. La curva del exceso, causa de múltiples denominaciones en el argot popular (como el sexo o la moneda), puede ser reducida a una recta que, sin obstáculos, conduzca el tacto atrevido hasta la meta; o a figuras geométricas modeladas en músculos deslumbrantes.
El trasero sirve más que para sentarse: también para asentar deseos. Se redondea, sube y se baja a voluntad. Habría que preguntar a Jennifer Lopez. Ella, se casa y se divorcia, Sísifo revivido. Como para el gusto se hicieron los colores y sabores, a veces la exuberancia de abajo compensa la escasez de sesos arriba. ¿Que los extremos no se tocan?
Cual sea el tamaño o diseño fantaseado, el trasero suplirá, como antes del momento quirúrgico y la disminución acorde de la cuenta bancaria, la función básica de almohadilla y máscara de hendiduras y rastros insalubres.
Ya que solo reproduce genes y no la forma idealizada, ¿quién quiere la clonación aun sea gratis? La forma es el ideal y se ha impuesto al fondo. Las técnicas derrotan prima facie a la biología.