La traición (pasión) de Manuel
A Rocha lo perdió la pasión, no el afán de lucro
Terminó como se esperaba el juicio a Víctor Manuel Rocha, en Miami: 15 años de prisión por traición a los Estados Unidos, en cuyo servicio diplomático se distinguió durante varias décadas.
No solo sirvió aquí dos veces, sino que ostenta nuestra nacionalidad. Su familia y esposa, gente honorable, son también dominicanos. Con 73 años, al exembajador y ejecutivo minero le será difícil recobrar su libertad.
El país traicionado, entiéndase bien, fue el adoptivo, no el que acogió por razones familiares y de amistad. Muchos somos los amigos de Rocha en Dominicana. A todos los niveles. De todos los colores de piel y apellidos. Por más de una razón, estamos en deuda con ese diplomático que jugó un papel protagónico en momentos estelares de nuestra democracia. Algunos episodios, relevantes, nunca serán conocidos. Solo quedará en su hoja de vida una traición que lo opaca y mancha todo.
Del árbol caído, todos hacen leña. No será Rocha la excepción. Vale citar, sin embargo, una referencia en sus cortas palabras ante la corte que lo condenó. En su muy temprana juventud, abrazó las ideas radicales muy en boga. En esos años en que no se había apagado el mito revolucionario de Cuba y sus guerrilleros barbudos. Lo sorprendente es que su inmenso talento y copiosas ganancias intelectuales no lo desviaran totalmente de esas doctrinas, entendibles cuando se es joven. En su caso, su delito no obedeció a motivos materiales sino a la adhesión ciega a una causa que sí es una traición. Traición a un pueblo, el cubano, y a una juventud que se inmoló por ideas fantasiosas, y por qué no, perversas.
A Rocha lo perdió la pasión, no el afán de lucro. En definitiva, él también es otra víctima de la tragedia titulada Revolución cubana.