En las calles de Daca, los residentes expresan su necesidad de justicia y seguridad
El legado del régimen de Hasina y el futuro con Yunus
Bangladesh se despertó con un nuevo gobierno el viernes 9 de agosto. A su cabeza, Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz y banquero de los pobres, hizo un regreso triunfal a su país.
El ambiente es tranquilo, como todos los viernes, día no laborable en Bangladesh. Las pocas personas que encontramos en la calle expresan su deseo de cambio, pero también su confianza en lo que algunos llaman "una revolución" y otros "una segunda independencia".
"Lo que han conseguido los estudiantes y el pueblo en su conjunto refleja nuestras expectativas. Queríamos este levantamiento masivo. El gobierno de turno intentó presentar a su pueblo y a la oposición en general como extremistas o terroristas. Pero Bangladesh no es eso. Lo que está ocurriendo hoy refleja el resentimiento de la gente por todo lo que ha vivido en los últimos 15 años", explica Lalchand Badsha, de 29 años.
Los habitantes de Daca parecen querer centrarse en las necesidades de la población. Muchos de ellos necesitan seguridad. Las fuerzas del orden han abandonado las calles y más de 230 personas han muerto desde la caída del régimen el lunes.
También piden que se haga justicia a las víctimas de las manifestaciones. El viernes están previstas concentraciones en su memoria. Del mismo modo, hay una exigencia de justicia para las demás víctimas del régimen y, en particular, para los numerosos presos políticos.
El gobierno de transición tiene ante sí una tarea muy ardua: no sólo tendrá que curar las heridas de un país marcado por la violencia, sino sobre todo restablecer una democracia muy dañada por quince años de régimen autocrático.
Las protestas antigubernamentales que derribaron a la primera ministra Hasina, en el poder desde hacía 15 años, dejaron al menos 455 muertos desde principios de julio.
Las movilizaciones se iniciaron con protestas estudiantiles contra un sistema de cuotas en la atribución de puestos de funcionarios públicos, que según sus críticos beneficiaba a los grupos leales a la Liga Awami, el partido de la ex primera ministra.
En tanto, cientos de hindúes se congregaron en la frontera para intentar huir hacia India, ya que muchos negocios y viviendas de personas de esta minoría fueron atacados después del derrocamiento de Hasina.
Este grupo es percibido como cercano a la ex primera ministra en este país mayoritariamente musulmán.