En Acapulco, los habitantes claman por ayuda sirviéndose en las tiendas
A más de 24 horas del paso del huracán Otis la mayor parte del puerto permanece sin luz y con comunicaciones inestables
Amparo Ponce, habitante de un sector popular de Acapulco, vigila el agua y los alimentos que sustrajo de un supermercado, al igual que una multitud que salió a buscar víveres tras el embate del poderoso huracán Otis en este puerto del Pacífico en el suroeste de México.
La mujer, de 57 años, resguarda los productos frente a un inmenso refrigerador que solía contener frutas, verduras y carne congelada. Como ella, varias personas corren por el comercio buscando alcanzar algo para llevar a sus casas, pero los anaqueles de alimentos, incluso dulces y chocolates, lucen ya vacíos.
"Yo quedé jodida, pero hay gente más jodida", dice Ponce entre lágrimas al suplicar ayuda al gobierno mexicano. "Todos salimos a buscar alimentos. En este momento es la alimentación y el agua".
Afuera de la tienda, una mujer asegura que el personal simplemente abrió para que la gente se llevara lo necesario. Las fuerzas de seguridad miran sin intervenir.
Las escenas de personas irrumpiendo en las tiendas para tomar alimentos se repiten en varias calles en Acapulco.
Unos llevan lo que pueden cargar en las manos mientras otros resguardan sus tesoros para evitar que alguien los robe o esperan una forma de transportarlos.
En las calles, muchos caminan cargando papel de baño, huevo, pan y agua ante la mirada impasible de unos pocos militares desplegados.
Algunas personas aprovechan también para llevar electrodomésticos como televisores y refrigeradores entre el lodo y los escombros que dejó el huracán.
"Es instinto de supervivencia", dice resignado un hombre que lleva harina para hacer las tradicionales tortillas.
"Estamos huérfanos", asegura otra persona que trabaja para el gobierno local y quien prefiere omitir su nombre. "Soy funcionario (público) y ve dónde ando buscando comida", añade.
"Mucha gente tiene hambre"
A más de 24 horas del paso del huracán que llegó como categoría 5, la máxima de la escala Saffir-Simpson, la mayor parte del puerto permanece sin luz y con comunicaciones inestables.
Por momentos se observan algunas camionetas con militares y policías o ambulancias, pero parecieran ser insuficientes para auxiliar a la población o limpiar los estragos.
"Comida no se encuentra, todas las tiendas ya están saqueadas", dice por su parte Guillermina Morales, quien aprovechó también el diálogo con la prensa para informar a su familia que se encuentra a salvo.
Algunas personas caminan con cautela y se asoman a las tiendas esperando encontrar algo, pero las que ya no tienen alimentos permanecen desiertas, a oscuras y con los cristales rotos.
"Necesitamos el apoyo del gobierno o de alguien porque la verdad está muy feo. No han venido a apoyarnos todavía, estamos en una situación difícil, complicada, mucha gente tiene hambre", dice Arturo Avilés, de 48 años, quien tiene una pequeña tienda de frutas y verduras de donde están subsistiendo él y su familia.
Pese a que el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que su gobierno ya estaba preparado para el huracán, la ayuda fluye a cuentagotas. La mañana de este jueves trabajadores intentaban con excavadoras liberar los accesos al puerto de lodo y árboles, lo que entorpecía el paso de vehículos.
Sin apoyo en la zona turística
Los hoteles, comercios y restaurantes de la principal avenida turística del puerto, conocida como "Costera Miguel Alemán" y que bordea la bahía, permanecen vacíos, con los vidrios rotos, muros derrumbados y escombros.
Dos trabajadores de una tienda se presentaron a laborar pero el lugar permanecía vacío. Narran que ha sido imposible comunicarse con sus jefes o con otros empleados.
En épocas vacacionales o fines de semana, esta avenida luce llena de vida, con decenas de personas reunidas en restaurantes y centros nocturnos con música a alto volumen. Ahora, la costera permanece silenciosa, con solo algunos transeúntes caminando entre los destrozos.
"Es un caos total, es indescriptible. Nunca en mi vida había visto algo así, tan destrozado, sin agua, luz. La playa es un basurero", dice José David Mendoza, un empresario de 63 años.
El hombre llegó a ver su restaurante, que bordea la playa y que permanece inundado, con sillas, mesas y anuncios de cerveza en el suelo. Lamenta que el huracán haya ocurrido a pocos meses de la temporada decembrina, una de las más importantes para el puerto.
"Vamos a tardar en recuperarnos, todos los acapulqueños estamos consternados por lo que pasó", dice. "Yo veo poca reacción (de las autoridades). Siento incapaz al gobierno de aquí para poder ayudar, pero necesitamos una ayuda inmediata", clama.